miércoles, 15 de agosto de 2012

RETORNO, REGRESO.

Empleado de forma absoluta, esta palabra designa el regreso de los deportados al término del Exilio en Babilonia.

Aproximadamente dos siglos después de las primeras deportaciones practicadas por Teglat-Falasar III sobre los israelitas del reino del Norte (hacia el 734), y a las que siguieron numerosas operaciones de este tipo, de las cuales la más importante devastó el reino de Judá tras la toma de Jerusalén realizada por Nabucodonosor (586), un pequeño príncipe de Oriente, Ciro, conquista Elam (558), el imperio meda (550), y llega a ser rey de los persas (548); triunfa sobre Creso, rey de Lidia (546), y se convierte en el dueño de Babilonia (539) sin derramamiento de sangre. El imperio neobabilonio se derrumba. Recibido como libertador, Ciro decide, según dice un cilindro de arcilla hallado en Babilonia, reparar el mal hecho por sus predecesores en el trono de la gran ciudad del Éufrates: "Restablezco a los dioses en su morada, y a todos los pueblos en sus viviendas." Particularmente, en 538, publica un edicto en favor de los exiliados, autorizando a aquellos que lo deseen a volver a Jerusalén y reconstruir el Templo (2Cró 36,22-23; Esd 1,1-8); el dios supremo de los persas, Ahura-Mazda, según el pensamiento de Ciro, podía ser asimilado al Dios altísimo de los judíos. Así el edicto liberador se hace eco de los textos donde el "segundo Isaías" hace de Ciro "el ungido" por Yahvé (Is 45,1,4; 44,28; 48,14-15)".

Desde las primeras deportaciones, los profetas habían anunciado incesantemente el retorno de los exiliados (Is 11,11-16; 14,1-2; 27,6,,13; 43,1-6,19; 52,1-12; 56,8; 62,1-12; Jr 3,8; 16,14-15.23,3; 24,5; 29,14,30,3,8-9,20; 31,4-17; 33,7-8,10-13; Ez 11,17,20.24,41; 37,21-25; etc). Y hacia el 605 a.C, el cuarto año del reinado de Joaquín, Jeremías, con rara precisión, predijo el acontecimiento ; la caída del imperio de Nabucodonosor debía producirse "setenta años después" y los exiliados volverían a Jerusalén. En números redondos, esto fue exactamente lo que ocurrió (Jr 25,11-12; 29,10,14; cf.: 2Cró 36,20-21 y Da 9,1-2). No sólo los exiliados fueron autorizados a regresar a Judea, sino que, para facilitar este retorno, recibían subsidios de todo tipo, y los objetos del Templo, que habían sido llevados como trofeos a Babilonia, les fueron restituidos.

Sin embargo, estas disposiciones que ponían fin a sus sufrimientos no fueron acogidas por todos los deportados. tan sólo unos cincuenta mil, aproximadamente una décima parte de los judíos presentes en Babilonia, se dispusieron a partir. Pero aquellos que prefirieron la tranquilidad de un exilio donde ya se habían instalado definitivamente, a la aventura de un azaroso retorno, ayudaron a los que se marchaban con todo tipo de ofrendas, oro y plata, bienes y ganado (Esd 1,6).

Así pues, en el 538 se pone en movimiento una primera colonia de judíos conducidos por Sesbasar, príncipe de Judá, portador de los "objetos de la Casa de Yahvé". A ésta siguió de inmediato un convoy más importante guiado por doce jefes, como las doce tribus de antaño, entre los cuales se destacan Zorobabel y el sumo sacerdote Josué (Esd 1,8,2). Esta comunidad del Retorno recobrará su espíritu bajo el impulso de dos personajes notables: Esdras, el sacerdote, y Nehemías, funcionario de la corte persa. Cada uno de ellos dio nombre a un libro de la Biblia, cuya redacción se debe al Cronista.

En el Nuevo Testamento, la palabra "retorno" designa la "venida" gloriosa de Cristo, su segundo advenimiento, la Parusía.

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