martes, 8 de enero de 2013

LA COMUNICACIÓN CON LOS MUERTOS.

 
Acantilado de los Gigantes. Tenerife.

En muchas culturas del mundo se considera que los difuntos pueden ayudar a los vivos con sus consejos e informaciones. Por ello se buscan los medios de acceder a ellos. Así ocurre en la actualidad en varias prácticas religiosas afrocaribeñas.

Lo mismo se puede decir del espiritismo, una disciplina creada por Alan Kardec en Francia en el siglo XIX.

El siguiente texto explica la forma que tenían los aborígenes de la isla de Tenerife, en Canaris, de comunicarse con las personas que habían muerto.

Este relato nos ha llegado de la mano del navegante Diogo Gomes, que pudo ver este ritual en el siglo XV e.C.;

"Y tienen la costumbre de que, cuando muere un rey, le extraen las vísceras y las colocan en una cesta hecha de hojas de palmera. Y hay allí, en aquel monte, un lugar peligroso, un acantilado que da al mar, donde uno de los naturales de la tierra, voluntariamente subirá con las vísceras del rey desde donde se tirará al mar para no poder salir más."

Desde lo alto al fondo hay más bien 500 pies. Están allí los demás mirando, y diciendo alguno de ellos:

"te encomiendo a mi padre" o "te encomiendo a mi hijo", otros a su amigo muerto, y "dile que sus cabras están muy gordas" o flacas, o si se han muerto o no.

"Y todas la noticias que saben se las envían a sus reyes y parientes difuntos por medio de aquel que se arroja al mar".

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