I.
En los sinópticos, Jesús no predica la esperanza en abstracto, anuncia
su motivo: «está cerca e! reinado de Dios» (Mc 1,15 par.). El, como
Mesías, es la esperanza de las naciones (Mt 12,21; cf. Rom 15,12; Col
1,27).
II.
También en Jn el término «esperanza» está ausente. La única vez que
utiliza e! verbo «esperar» (5,45) se aplica a los dirigentes judíos, que
ponían su esperanza en Moisés.
En
la comunidad de Jesús, las realidades escatológicas están ya presentes:
los que le han dado su adhesión no están sometidos a juicio (3,18;
5,24); la vida definitiva, propia de! mundo futuro, no es objeto de
esperanza, sino de posesión (5,24; 6,54); el discípulo vive en unión
íntima con Jesús (10,14s; 15,1ss) y e! Padre (14,23; 17,3), participando
de su gloria (e! Espíritu/amor, 1,16; 17,22). La salvación no es, pues,
objeto de esperanza, sino de experiencia, la de! amor de Jesús,
presente en el de los hermanos.
III. En
las cartas, la resurrección de Jesús, que prueba la victoria de la vida
sobre la muerte, es el fundamento de la fe y de la esperanza (1 Cor
15,12-20; Ef 1,19s; 1 Pe 1,3.21); la esperanza da la certeza de
la salvación (Rom 5,10; 8,31-39; cf. 1 Cor 1,8s). La Escritura, fuente
de esperanza (Rom 15,4).
La
fe incluye la esperanza (Rom 4,18; Heb 11,1), aunque también se
distingue de ella (1 Cor 13,13). Como la fe, la esperanza nace del
llamamiento de Dios (Ef 1,18; 4,4), de la buena noticia (Col 1,23). No
defrauda, pues e! Espíritu da la experiencia interior del amor de Dios
(Rom 5,4s). Ella es e! orgullo de! cristiano (Rom 5,2; Heb 3,6) y fuente de su ánimo (Heb 6,11.18s; 10,23; 1 Tes 5,8). Los que no tienen a Dios no tienen esperanza (Ef 2,12; 1 Tes 4,13).
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