martes, 11 de junio de 2013

HIJO.

I. «Hijo» traduce dos términos griegos: téknon, nacido de, e hyiós, hijo. El primero se usa para indicar la descendencia carnal (Mt '7,11 par.; Lc 16,25; Jn 8,39) o metafórica (Mt 3,9 par.; 23,37; 1 Jn 3,10); también como expresión de afecto (Mc 2,5 par.; 10,24; Jn 13,33, «hijitos»; 1 Cor 4,14.17; 2 Cor 6,13; Gál 4,19; 2 Tim 1,2; Flm 10); «hijos de Dios» (Rom 8,16s; 1 Jn 3,1s).


El gr. pais, chico, (4,51) y su diminutivo paidion, chiquillo/niño (Mt 18,2-4; Mc 9,36s; 10,14s; Lc 9,47s; Jn 4,49: 16,21) denotan ante todo la poca edad, implicando inferioridad y dependencia, comunes al hijo menor de edad y al siervo; paidarion, muchacho Jn 6,9), se usa de cualquier servidor adulto (cf. Jue 17,7s; 2 Sm 1).

Hyiós, se emplea de un hijo genérico Un 5,19); se aplica a Jesús, «el Hijo», sin más determinación (Mc 13,32 par.; Jn 3,17.35.36; 5,20ss; 6,40; 8,35s; 14,13; 17,1); también determinado como «el Hijo de Dios» (Mt 16,16; 26,63; Jn 1,34.39; 5,25; 10,36; 11,4.27; 17,1: «tu Hijo» 20,31; d. 19,7; Mc 1,11 par., voz del cielo; 9,7 par.; cf. 15,39) o «el Hijo del Hombre/el Hombre» (Mc 2,10.28 par.; 8,31 par; Jn 1,51; 3,13s; 6,27.53.62; etc.; cf. 5,27: «hijo de hombre» = «hombre»).

Existe un modismo semítico común que utiliza el morfolexema ben (hebr.) o bar (aram.), que, en su uso lexemático, significan "hijo», para expresar una relación estrecha entre dos realidades (en gr. con téknon o hyiós). La relación expresada puede ser muy varia: destino: «hijo de la perdición», el que va a la perdición Jn 17,12; 2 Tes 2,3; cf. Mt 23,15; Ef 2,3); participación: «hijos de la rebeldía» (Ef 2,2: rebeldes); estado, condición: «hijos de luz» (Ef 5,8 ; Jn 12,36: los que viven iluminados); dedicación: «hijos del tálamo», los amigos íntimos del novio, que cuidan de todo lo relativo a la boda (Mc 2,19 par.); pertenencia: «hijo de hombre» Jn 5,27: individuo de la raza humana), u otras. También por semitismo, «hijo» puede significar «discípulo» (Mt 11,19; 17,11; Mc 10, 46; Lc 7,35; Ap 2,23).

«El Hijo del hombre/el Hombre» indica la condición humana (cf. Jn 5,27: hijo de hombre/hombre) realizada en Jesús con la excelencia y plenitud que lo constituye en el modelo de hombre, la cumbre de la humanidad .

Dos veces, aplicada a Jesús, aparece en Jn la expresión «el Hijo único de Dios» (3,16.18). «Unigénito/Único» (gr. monogenési, sobrentendiendo «hijo» aparece en 1,14; con «Dios» (gr. theós), en 1,18: «un Hijo único, Dios».

«Hijo» se emplea para varios personajes: Jesús «hijo de José» Jn 1,45; 6,42) o de María (Mc 6,3); Simón el hijo de Jonás/Juan (Mt 16,17; Jn 1,42; 21,15-17); «hijos de Zebedeo» (Mt 27,56); de Jacob Un 4,5.12); el discípulo respecto a la madre Jn 19,26).

II. En los evangelios, la relación padre/madre - hijo/hija se usa como figura de la de dominador-dominado (Mc  5,21ss par.: la hija de Jairo; 7,25ss par.: la hija de la sirofenicia; Jn 4,46b ss: el hijo de! funcionario), de la de englobante-englobado (Lc 7,12: madre viuda [Israel] e hijo muerto [pueblo», o ambas desdoblan una más genérica (Mc 9,14ss par.: e! padre y e! hijo representan dos aspectos de la multitud, la esperanza y la desesperación).

III. a) En Juan, la denominación más usada por Jesús para designarse es «e! Hijo» (17 veces), que resume e! significado de «el Hijo del hombre/el Hombre» (12 veces) y «e! Hijo de Dios» (9 veces) o «e! Hijo único de Dios» (2 veces).

«El Hijo de Dios» designa a Jesús como al que posee la plenitud del Espíritu de Dios, denotando la relación particular y plena que tiene Jesús con e! Padre. La expresión se encuentra por primera vez en boca de Juan Bautista, expresando el efecto de la bajada del Espíritu sobre
Jesús (1,32.34). A esta consagración con e! Espíritu asocia Jesús mismo su calidad de Hijo de Dios (10,36).

La denominación «el Hijo único de Dios» (3,16.18; cf. 1,14) alude al episodio de Abrahán, que acepta la muerte de Isaac (Gn 22,2ss); el Padre acepta la de Jesús por amor a la humanidad (3,16). La condición divina de! Hijo único se afirma en 1,18: «un Hijo único, Dios» y, simbólicamente, en el  pasaje donde Jesús camina sobre e! mar (6,19; cf. Job 9,8).

La calidad de la relación de Jesús con el Padre se expresa en 5,18: «llamaba a Dios su propio Padre» (cf. 1,41: «su propio hermano/su hermano carnal»). La relación no es exclusiva (ausencia de artículo en gr.): a través de Jesús, todo discípulo participará de ella, pues el Padre
los ama a ellos como a él (17,23; cf. 20,17: «mis hermanos»).

b) El término «el hijo» denota un hijo adulto (cf. Gál 4,4-7), a quien el Padre hace igual a sí comunicándole toda su riqueza/gloria (1,14), dándole libre disposición de lo que posee (3,34) y enseñándole todo lo que sabe; lo capacita así para ejercer una actividad igual a la suya (5,19). La relación padre-hijo es, pues, una relación entre adultos e iguales. Jesús aparece así desde el principio como igual al Padre, quien se le ha comunicado enteramente con el Espíritu; por poseer la misma capacidad de amar que el Padre, que es Espíritu (4,24), posee la condición divina.

IV. Los que aceptan la Palabra/proyecto de Dios hecho carne y venido al mundo nacen de Dios y reciben la capacidad de hacerse hijos de Dios (1,12s). Para Jn, por tanto, «ser hijo de Dios» no se identifica simplemente con «nacer de Dios». «Ser hijo» significa parecerse al padre por la semejanza de conducta y actividad: el hombre se hace hijo de Dios a medida que va siendo capaz de un amor gratuito y generoso como el del Padre; al amor total corresponde la plena condición de hijo.

El mandamiento de Jesús (13,34), que propone como meta un amor igual al suyo, invita a hacerse hijo de Dios. Otra imagen para expresar la realización progresiva de la filiación es la del
«camino hacia el Padre», que es Jesús mismo (14,6).

La condición de hijo es la de libre, por oposición al descendiente esclavo que no participa de la herencia (8,35s). La muerte de Jesús constituirá el nuevo pueblo, integrado por el resto del antiguo y por «los hijos de Dios dispersos» (11,52), pertenecientes a otros pueblos (cf. 10,16).

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