En
la tercera tentación de Jesús en el desierto, según Mt 4,9, el
Enemigo/diablo, personificación del poder que tienta al hombre, propone a
Jesús que le rinda homenaje como a su dios; de ahí la respuesta de
Jesús (4,10). De modo parecido en la segunda tentación de Le (4,7s).
En
Me, se testifica en el juicio de Jesús que éste considera el templo
idolátrico (= «hecho por hombres», expresión usada para los ídolos, cf.
Lv 26,1.30; Is 2,18; 10,11; 16,12, etc.) (14,58). En Jn, el templo no es
de Dios, sino de! dinero (2,16). Los dirigentes judíos se sienten
acusados de idolatría por Jesús a n 8,41), su dios y padre es e!
Enemigo, el dinero-poder (8,44).
En
Jn 6,15, la retirada de Jesús al monte, solo, está en paralelo con la
de Moisés al Sinaí cuando el pueblo adoró al becerro de oro (Éx 343s);
la pretensión de hacerlo rey equivale a la idolatría.
En
Ef 5,5, la ambición de dinero es calificada de idolatría (cf. Mt 6,24).
En 1 Jn 5,21, e! autor precave contra los ídolos, es decir, contra las
concepciones de Dios, aunque se llamen cristianas, que no responden a la
del Dios que ha manifestado su amor a los hombres en la
muerte de Jesús.
Para
Pablo, los ídolos no son nada (1 Cor 8,4), pero participar en los
banquetes idolátricos haría suponer que los cristianos profesaban los
falsos valores representados por la religión pagana (1 Cor 10,19,21). muerte de Jesús.
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