lunes, 24 de junio de 2013

MAGONIA.

                     Hito importante en la Historia dela creencia en espíritus naturales, la leyenda de Magonia aparece recogida por primera vez en el Liber de Grandine et Tonitruis, un tratado contra las supersticiones cuyo autor fue Agobardo de Lyon, obispo francés del s. IX.Describe una noción mantenida por "muchos hombres anegados en tan grande estupidez y abismos de necedad" que creían en el país volante de Magonia, de donde zarpaban embarcaciones que surcaban las nubes. Los magonios tenían tratos con los "brujos de las tormentas" que sabían invocar los granizos y los vientos para estropear las cosechas. Luego éstos recogían los frutos por cuenta de los navegants de las nubes, quienes pagaban con "favores" (no concretados).

                   Cuenta Agobardo un curioso incidente que le aconteció en Lyon, y fue una asonada de gentes que pretendían lapidar a tres hombres y una mujer, de quienes dijeron que se habían caído de las naves magonianas y por tanto merecían la muerte. Para un defensor dela ortodoxia, en la época, toda criatura sobrenatural que no fuese un ángel debía ser hechura del Maligno, pero Agobardo se mantuvo escéptico y persuadió a la plebe de que Magonia no existía y, por tanto, aquellos forasteros eran inocentes.

                  Un autor del s. XVII, Montfaucon de Villars, recogió la anécdota y le atribuyó una explicación más en línea con las creencias esotéricas tradicionales. Dice que los magonios pertenecían a una raza de espíritus llamados silfos. El mago Zedequías los invitó a hacerse visibles para demostrar su existencia a los incrédulos, como el mismo Agobardo. A lo cual ellos se avinieron, pero causaron tal espanto entre las masas ignorantes que los creyeron demonios aliados de los dañinos hechiceros. Para limpiar su reputación , los silfos llevaron a varios testigos humanos y les mostraron "sus bellas mujeres, su República y su sistema de gobierno", tras lo cual dichos testigos fueron devueltos a la tierra para que sirvieran de "embajadores de los silfos". Lo cual eran, en efecto, los cuatro desgraciados que mencionó Agobardo, tal como según Montfaucon declararon a la espantada multitud cuando hubieron descendido de las naves voladoras.

                  Esta historia es un poco frecuente ejemplo de supervivencia medieval de la antigua creencia en los elementales. Los magonios, al igual que otras entidades aéreas de la tradición clásica, son mortales y no siempre benévolos, en lo cual se diferencian de los ángeles según la ortodoxia cristiana. Quizá guarden relación con los "ángeles neutrales" de la leyenda del Santo Grial, un sincretismo de creencias paganas y cristianas que cobró forma en la literatura griálica del Mediodía y el centro de Francia un par de siglos después de los avistamientos de magonios. La tradición de los encuentros con seres aéreos retorna en el encuentro entre el médium isabelino Edward Kelly y un extraño enano que  viajaba "en una nubecilla ardiente" (según los diarios de John Dee); y también el gran hermético alemán Paracelso tuvo encuentros similares y dedicó un libro a la discusión acerca de su naturaleza.

                En época reciente, Jacques Vallée, un estudioso del fenómeno OVNI, ha puesto la leyenda de Magonia en relación con las apariciones contemporáneas de misteriosos objetos voladores y las abducciones de humanos con posterior retorno de éstos a la tierra. Según Vallée se trata de visitas recientes de los mismos seres de otra dimensión que causaron alborotos magonios en la Francia del S. IX.

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