Reunión elegante en el jardin de los melocotoneros, pintura de Xie Huang, Dinastía Ming (1588-1644). Nueva York, Museo Metropolitano. Los melocotoneros son un símbolo de inmortalidad, según el taoísmo.
Con
la consolidación del confucianismo como religión de estado los taoístas
perdieron el interés por la práctica del gobierno; en cambio, se
concentraron en mejorar las técnicas para alcanzar la longevidad y la
inmortalidad. El impacto budista llevó a partir del siglo VIII al
desarrollo de un monacato taoísta.
El taoísmo diversificó su mensaje, se multiplicaron los ritos mágicos, la confección de talismanes (fu),
las recetas médicas, las técnicas de geomancia, los consejos morales.
Se transforma en una religión popular, ajena a los círculos de sabios y
pensadores.
La
teología, cada vez más compleja, se puebla de dioses y seres inmortales
que pueden comunicar los secretos para alcanzar la sabiduría que vence a
la muerte, así como recetas para confeccionar talismanes y objetos
mágicos. De este modo, los Inmortales comunicadores de secretos vuelven
al interior del adepto taoísta en vez de pulular por el mundo exterior, y
la fisiología mística marca la vía para superar la muerte.
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