lunes, 15 de julio de 2013

SEVERO.

El más famoso y más fértil de todos los escritores monofisitas. Fue patriarca de Antioquía (512-518), murió en 538. Su amigo Zacarías Escolástico escribió sobre su juventud; Juan, el superior del monasterio donde Severo había abrazado por primera vez la vida monástica, escribió una biografía completa de él poco después de su muerte. Nació en Sozópolis en Pisidia, donde su padre era senador; y descendía del obispo de Sozopolis que había asistido al Concilio de Éfeso de 431. Después de la muerte de su padre, fue enviado a estudiar retórica a Alejandría, siendo todavía un catecúmeno; era costumbre en Pisidia posponer el bautismo hasta que aparecía la barba. Zacarías, que era su condiscípulo, testimonia su brillante talento y el gran progreso que logró en el estudio de la retórica. Sentía entusiasmo por los antiguos oradores y por Libanio. Zacarías le animó a leer la correspondencia entre Libanio y San Basilio, las obras de éste y de San Gregorio Nacianceno y el poder de la oratoria cristina lo conquistó. Severo se fue a estudiar leyes a Berito en el otoño de 486, a donde le siguió Zacarías un año después. Severo fue acusado de haber sido en su juventud un adorador de ídolos y un tratante en artes mágicas (tal fue el libelo de los monjes palestinos en el concilio de 536), y Zacarías se esfuerza por refutar esta calumnia indirectamente, aunque a gran extremo, relatando historias interesantes sobre el descubrimiento de un escondite de ídolos en Menuthis en Egipto y la expulsión de los nigromantes y encantadores en Berytus; en ambos hazañas los amigos de Severo jugaron un papel importante, y Zacarías pregunta triunfalmente si ellos se hubiesen juntado con Severo si él no hubiera estado de acuerdo con ellos en el odio al paganismo y la brujería. Zacarías siguió ejerciendo influencia sobre él, por cuenta propia, y le indujo a dedicar al estudio de los Padres el tiempo libre que tenían los estudiantes los sábados por la tarde y los domingos. Otros estudiantes se unieron al piadoso grupo, del cual se volvió líder un asceta llamado Evagrio. Todas las tardes oraban juntos en la iglesia de la Resurrección. Severos fue persuadido y se bautizó. Zacarías rehusó ser el padrino porque no se comunicaba con los obispos de Fenicia, así que lo fue Evagrio, y Severo fue bautizado en la iglesia del mártir Leoncio en Trípolis.
Después del bautismo Severo renunció a tomar los baños y se dedicó al ayuno y las vigilias. Dos de sus compañeros se fueron a hacerse monjes con Pedro el Ibérico. Cuando llegó la noticias de la muerte de este famoso monje (488), Zacarías y muchos otros entraron en su monasterio de Beith-Aphthonia, en el lugar natal de Zacarías, el puerto de Gaza (conocido como Maïuma), donde Pedro había sido obispo. Zacarías no perseveró y volvió a la práctica de la ley. Severo intentó ejercer en su propio país, pero primero visitó el sepulcro de San Leoncio de Trípoli, la cabeza de San Juan Bautista en Emea y los lugares sagrados de Jerusalén, con el resultado de que se unió a Evagrio que ya era monje en Maïuma. Las grandes austeridades de ese lugar no bastaron a Severo que prefirió la vida de soledad en el desierto de Eleuterópolis. Adelgazó y se puso muy débil, por lo cual fue obligado a pasar algún tiempo en el monasterio fundado por Romano, después de lo cual volvió a la laura del puerto de Gaza, en la que estaba el convento de Pedro el Ibérico. Allí gastó lo que quedó de su patrimonio, después de sus caridades, en construir un monasterio para los ascetas que desearan vivir bajo su dirección.

Pero su tranquilidad se vio violentamente alterada por Nefalio un antiguo dirigente de los acéfalos, del que se decía que una vez tuvo 30,000 monjes dispuestos a marchar sobre Alejandría cuando a finales de 482 Pedro Mongo aceptó el Henoticón y se hizo patriarca. Más tarde Nefalio se unió a los monofisitas más moderados, y por fin a los católicos aceptando el Concilio de Calcedonia. Hacia 507-8 llegó a Maïuma, predicó contra Severo y obtuvo la expulsión de los monjes de sus conventos. Severo se trasladó a Constantinopla con 200 monjes, permaneció allí tres años, influyendo todo lo que pudo en el emperador Anastasio a favor del Henoticon, contra los católicos por una parte y contra los irreconciliables acéfalos por otra. Se habló de él como sucesor del patriarca Macedonio que murió en agosto de 511. El nuevo patriarca, Timoteo, compartía las opiniones de Severo y éste volvió a su claustro. Al año siguiente fue consagrado patriarca de Antioquía el 6 de noviembre de 512, sucediendo a San Flaviano, que había sido desterrado a Arabia por el emperador debido a la tibieza de sus concesiones al monofisismo. Elías de Jerusalén no quiso reconocer a Severo como patriarca y otros muchos obispos también le fueron hostiles, Sin embargo, en Alejandría y Constantinopla le apoyaron y Elías fue depuesto. Severo ejerció mucha actividad en su episcopado, viviendo aún como un monje, destruyó los baños de su palacio y despidió al cocinero. Fue depuesto en septiembre de 518, cuando Justino ascendió al trono, como preparación para volver a la unión con Occidente. Severo huyó a Alejandría..

En el reinado de Justiniano recobraron las esperanzas debido al patrocinio que les concedía Teodora a los monofisitas. Severo se fue a Constantinopla donde confraternizó con el ascético patriarca Antimo que ya había intercambiado amigables cartas con él y con Teodosio de Alejandría, quien había sido depuesto por herejía por el Papa San Agapito I a su llegada a Constantinopla en 536. Su sucesor Menas reunió un gran concilio de sesenta y nueve obispos el mismo año, después que se fue el Papa, en presencia de los legados papales, oyó solemnemente el caso de Antimo reiteró su deposición. Menas conocía la mentalidad de Justiniano que estaba determinado a ser ortodoxo: “Nosotros, como sabes”, le dijo al concilio, “seguimos y obedecemos a la Sede Apostólica y aquellos que están en comunión con ella lo están con nosotros y aquellos a los que condena, nosotros les condenamos”. Los orientales fueron consecuentemente alentados a presentar peticiones contra Severo y Pedro de Apamea. Es por estos documentos que tenemos nuestro principal conocimiento de Severo desde el punto de vista de sus oponentes ortodoxos. Una petición fue de siete obispos de Siria Secunda, otras dos de noventa y siete monasterios de Palestina y Siria Secunda al emperador y al concilio. Se leyeron 518 peticiones anteriores.

Los cargos son algo imprecisos (o se supone que se conocían los hechos): asesinato, prisión, cadenas, así como de herejía. Menas pronunció la condena de estos herejes que despreciaban la sucesión apostólica en la Sede Apostólica, por despreciar la sede patriarcal de la ciudad real y su concilio, la sucesión apostólica de Nuestro Señor en los santos lugares (Jerusalén) y la sentencia de toda la diócesis de Oriens. Severo se retiró de nuevo a Egipto y a su vida eremítica. Murió el 8 de febrero de 538, rehusando bañarse, hasta para salvar su vida, aunque se le pudo persuadir de dejarse bañar con sus vestidos puestos. Se dice que tras su muerte ocurrieron maravillas y que sus reliquias obraron milagros. Ha sido venerado siempre por la Iglesia Jacobita como uno de sus principales doctores.

Su producción literaria fue enorme. Assemani da un largo catálogo de sus obras. Solo se han conservado unos fragmentos en el griego original pero hay muchos en traducciones siríacas, algunas de las cuales se han impreso. Las obras iniciales contra Nefalio se han perdido. El diálogo "Filaletes", contra los que apoyaban el Concilio de Calcedonia fue compuesto durante la primera estancia de Severo en Constantinopla, 509-11. Era una réplica a una colección ortodoxa de 250 extractos de las obras de San Cirilo. Parece que Juan el Gramático de Cesarea escribió una contestación a la que replicó Severo con una “Apología para “Filaletes” (restos del ataque y contestación en Cod. Vat. Syr. 140 y Cod. Venet. Marc. 165). Una obra "Contra Joannem Grammaticum" que tuvo un gran éxito y que para los monofisitas fue siempre un gran triunfo, fue escrita probablemente en el exilio después de 519. Severo no fue un teólogo original. Había estudiado a los capadocios y dependía mucho de las falsificaciones de Apolinar; pero en lo principal seguía a San Cirilo en casi todo sin variación consciente.

En el manuscrito Addit. 17154 se conserva una controversia con Sergio el Gramático, que había ido demasiado lejos en su celo por “Una Naturaleza” y a quien Severo tacha de eutiquianismo. Esta polémica permitió a Severo definir más precisamente la posición monofisita y guardarse contra las exageraciones que era lógico que resultaran del hábito de restringir la teología a atacar a Calcedonia. En su exilio egipcio Severo se ocupó en la controversia con Julián de Halicarnaso. También oímos de obras sobre las dos naturalezas “contra Felicísimo” y “Contra los Codicilos de Alejandro”. Como todos los monofisitas, su teología se limita a las cuestiones controvertidas. Más allá de ellas no muestra su opinión. Los numerosos sermones de Severo, los que predicó en Antioquía, se citan como "Homilae cathedrales". Nos han llegado en dos versiones siríacas: una de ellas probablemente hecha por Pablo, obispo de Calínico, al principio del siglo VI, la otra por Jacobo Barandai, completada en 701. Las que se han impreso son de asombrosa elocuencia. Es muy notable una diatriba contra el hipódromo, pues es muy moderna en su denuncia de la crueldad contra los caballos de las carreras de carrozas. En el mismo sermón hay una exhortación a la Comunión frecuente. Las cartas de Severo fueron recopiladas en veintitrés libros y numeradas no menos de 3759. Todavía existe el sexto libro, el cual contiene las cartas teológicas además de muchas pruebas de las variadas actividades del patriarca en sus funciones episcopales. También compuso himnos para la gente de Antioquía, cuando vio que eran aficionados a cantar. Su correspondencia con Antimo de Constantinopla se encuentra en "Hist. Misc.", IX, XXI-XXII.

Julián, Obispo de Halicarnaso: Se unió Severo en la intriga para deponer a Macedonio del patriarcado de Constantinopla en 511. Cuando Justino ascendió al trono en 518, fue exiliado y se retiró al monasterio de Enaton a nueve millas de Alejandría. Ya entonces era un anciano. Allí escribió la obra “Contra los Difisitas” en el que hablaba incorrectamente según Severo, pero éste no replicó. Pero el mismo Julián comenzó una correspondencia con él (que se conserva en una traducción siríaca de 528 hecha por Pablo de Calínico y también, parcialmente, en "Hist. Misc.", IX, X-XIV) en la que pedía su opinión sobre la cuestión de la incorruptibilidad del Cuerpo de Cristo. Severo respondió dando una opinión, que se ha perdido, y en contestación a una segunda carta de Julián, escribió una larga epístola que Julián entendió carente de respeto, sobre todo porque había tenido que esperar un año y un mes para recibirla.

Se formaron grupos: los julianistas mantenían la incorruptibilidad del cuerpo de Cristo, queriendo decir que Cristo no estaba naturalmente sujeto a las necesidades ordinarias de hambre, sed, cansancio, dolor etc. pero que las asumió por libre voluntad por nuestra causa. Admitían que Él es “consustancial con nosotros”, contra Eutiques, pero los seguidores de Severo los acusaban de eutiquianismo, maniqueísmo y docetismo, y les pusieron los nombres de fantasistas, aftartodocetas o incorruptícolas. Ellos replicaron llamando a los Severino ftartólotras (corruptícolas) o ktistólatras, porque Severo enseñaba que el Cuerpo del Señor era “corruptible” por su propia naturaleza; eso apenas era consistente puesto que solo puede ser por si mismo “corruptible” si se considera aparte de la unión, y los monofisitas rehusaban considerar la Naturaleza Humana de Cristo aparte de la unión. Justiniano, que en su vejez quería más que nunca reconciliar a los monofisitas (a pesar de su fracaso en complacerlos al condenar los “Tres Capítulos”), probablemente fue llevado a favorecer a Julián porque era oponente de Severo, que era considerado universalmente como el enemigo de la ortodoxia. El emperador emitió un edicto en 565 haciendo la “incorruptibilidad” una doctrina obligatoria, a pesar del hecho de que Julián había sido anatematizado por el Concilio de Constantinopla en 536, en cuya fecha ya llevaba varios años de muerto.

Un comentario de Julián al Libro de Job, en una versión latina, se imprimió en París en una vieja edición de Orígenes (ed. Genebrardus, 1574). Angelo Mai menciona un manuscrito del original griegoel cual se cita abundantemente en la catena sobre Job de Nicetas de Heraclea. La gran obra de Julián contra Severo parece perdida; permanecen diez anatematismos. Moisés Barkepha (P.G., CXI, 551) cita uno de sus comentarios sobre Mateo. Es de esperar que algunas de las obras de Julián se recuperen de las traducciones del siríaco o copto. Una catena antijulianista en el Museo Británico (manuscrito Addit. 12155) menciona los escritos de Julián. Un tratado escrito por él “Contra los Eutiquianistas y maniqueos”, muestra que Julián, como su gran oponente Severo, tenían que estar en guardia contra monofisitas extravagantes. Parte del tratado que Pedro de Calínico, patriarca de Antioquía (578-591), escribió contra los damianistas se ha conservado en manuscritos siríacos (Ver los catálogos de Assemani y Wright).

Juan Filopono de Cesarea: Los escritores de la secta triteista demandan a continuación nuestra atención. El principal entre ellos era Juan Filopono de Cesarea, patriarca de los triteístas en Alejandría a principios del siglo VI, quien fue el principal escritor de su grupo. Era un gramático, un filósofo y astrónomo así como teólogo. Su principal obra teológica Diaitetes e peri henoseos, en 10 libros, se ha perdido. Trataba de las controversias cristológicas y trinitarias de su tiempo y se pueden encontrar algunos fragmentos en Leoncio (De sectis, Oct. 5) en San Juan Damasceno (De haer., I, 101-107, ed. Le Quien) y en Niceph. Call., XCIII (ver Mansi, XI, 301). Una traducción siríaca completa existe en manuscritos del Museo Británico y del Vaticano. Otra obra teológica perdida, peri anastaseos, describía la teoría del autor sobre la creación de nuevos cuerpos en la resurrección universal; la mencionan Focio (cod. 21-23), Timoteo Presbítero y San Nicéforo.

Como filósofo, Filópono era aristotélico y discípulo del comentarista aristotélico Amonio, hijo de Hermeas. Sus propios comentarios a Aristóteles fueron impresos por Aldus en Venecia (en "De generatione et interitu", 1527; "Analytica posteriora", 1534; "Analytica priora", 1536; "De nat. auscult.", I-IV, y "De anima", 1535; "Meteorologica", I, 1551; "Metaphysica", 1583). También escribió mucho contra el Epicheiremata de Proclo, el último gran neoplatónico: dieciocho libros sobre la eternidad del mundo (Venecia, 1535), compuesto en 529 y peri kosmopoitas (impreso por Corderius, Viena, 1630, y en Gallandi, XII; nueva ed. por Reichert, 1897), sobre el Hexamerón en el que sigue a San Basilio y otros Padres, y muestra un amplio conocimiento de la literatura y ciencia accesible en su tiempo. Esta última obra está dedicada a un cierto Sergio que puede quizás ser identificado con Sergio el Gramático, el corresponsal de Severo de tendencias eutiquianas. La obra fue quizás escrita hacia el 517 (porque 617 de las ediciones es evidentemente un error clerical). Una "Computatio de Pascha", impresa después de su obra arguye que la Última Cena fue el 13 de Nisan y no fue una verdadera Pascua. Miguel el Sirio (Crónica, II, 69) resume una obra teológica perdida titulada tmemata. Focio (cod. 55) menciona un libro contra el Concilio de Calcedonia y la obra “Contra Andream” se ha conservado en un manuscrito siríaco. Existe otra obra “Contra los Acéfalos” en un manuscrito y puede ser la obra de Filopono que escribió en la controversia con Severo. Su maestro en gramática fue Romano y lo que queda de sus obras sobre el tema se basa sobre el katholike de Herodiano (tonika paraggelmata, ed. Dindorf, 1825; peri ton diaphoros tonoumenon, ed. Egenolff, 1880).

Hay que distinguir a este monofisita del siglo VI de un gramático anterior, también llamado Filópono, que floreció bajo Augusto y Tiberio. Poco se sabe de su vida. Justiniano le llamó a Constantinopla a dar cuenta de sus ideas triteistas, pero se excusó por su edad y enfermedad. Dirigió al emperador un tratado “De divisione, differentia, et numero", que parece ser el mismo del que se ha mencionado como "De differentia quae manere creditur in Christo post unionem"; pero se ha perdido. Dedicó a Atanasio Monachus un ensayo sobre el triteismo y por ello fue condenado en Alejandría. En una disputa celebrada por orden del emperador en Alejandría ante el patriarca de Constantinopla Juan Escolástico, Conon y Eugenio representaban a los triteístas. Juan condenó a Filópono y el emperador emitió un edicto contra la secta (Focio cod. 24). En 568 Filópono aún vivía, pues publicó un panfleto contra Juan que Focio describe con gran severidad (cod. 75). El estilo de Filópono, dice, es siempre claro pero sin dignidad y su argumentación es pueril (respecto a las ideas teológicas de la secta ver {{Triteístas]]).

Conon, obispo de Tarso, aunque era triteísta, y con Eugenio, un seguidor de Juan Filópono ante el emperador, no estaba de acuerdo con ese escritor sobre la igualdad de las Tres Personas de la Santísima Trinidad (v. triteístas) y junto con Eugenio y Temistios escribió un libro kata Ioannou, contra sus posturas sobre la Resurrección. Juan de Éfeso llama a Eugenio obispo cilicio, pero Bar Hebreo le hace obispo de Seleucia en Isauria. Temistios, llamado Calónimo, era un diácono de Alejandría que se separó de su patriarca, Timoteo IV (517-535), y fundó la secta de los agnoetas. Escribió un libro contra Severo llamado “Apología por el difunto Teofobio” al que contestó un tal Teodoro, monje severiano; y la contestación de Temisto fue de nuevo refutada por Teodoro en tres libros (Focio, cod. 108). San Máximo Confesor hace referencia a otras obras de Temistios, [[Gian Domenico Mansi|Mansi (X, 981 y 1117) cita otros fragmentos. Stephen Gobarus, el triteista es conocido solamente porque Focio (cod. 232) da un elaborado análisis de su libro; era un "Sic et Non" como el de Pedro Abelardo, que proveía autoridades para una proposición y luego para la contraria. Al final había algunos comentarios sobre ideas curiosas de algunos Padres. Como hace notar Focio, evidentemente era una obra de más trabajo que utilidad.

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