Cabeza de la estatua colosal de Constantino. Roma, Museo Capitolino.
El
emperador romano Constantino fue el gran protector de los cristianos
tras la época de persecuciones sufridas por la negativa cristiana a
cumplir el culto imperial.
Nacido
en Naissus hacia 280, se enfrentó por la corona imperial a Majencio,
venciéndole en 312. Tras su entrada triunfal en Roma, se convirtió en
emperador de la zona occidental, mientras que Licinio se mantenía en
oriente. Con él firmó en Milán el edicto que reconocía a la religión
cristiana los mismos derechos que a los cultos paganos.
En
323 se impuso a su antiguo aliado Licinio y reunificó el imperio. Su
gobierno fue marcadamente personal, reformó el ejército y la
administración experimentó un cambio significativo debido a los poderes
que fue otorgando a los obispos. Consiguió sofocar diversos desórdenes y
adjudicó a sus hijos determinadas zonas del imperio.
Como protector del cristianismo, convocó y presidió el concilio de Nicea (325), en el que se condenó el arrianismo.
Mandó
reedificar una nueva ciudad sobre el lugar de Bizancio, llamada en su
honor Constantinopla, a la que trasladó en 330 la capital del imperio.
Desde allí desarrolló una monarquía de estilo oriental, en la que el
cristianismo fue adquiriendo influencia.
En
su lecho de muerte, acaecida en Nicomedia en 337, Constantino fue
bautizado, por lo que la iglesia se convertía en el principal apoyo del
imperio.
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