lunes, 12 de agosto de 2013

CRISIS DEL SIGLO III.

Durante la segunda mitad del siglo III, el imperio romano se vio afectado por una profunda crisis. La expansión había llegado a su punto culminante y las fronteras dejaron de ampliarse debido a la dificultad de administrar un territorio tan extenso. Por el contrario, se volvieron puntos de clara inseguridad, lo que facilitó las primeras invasiones de los pueblos germanos (francos) en la península Ibérica, desde el año 258. Esas incursiones provocaron la destrucción de numerosas ciudades, que tuvieron que amurallarse.
Además, la sociedad se militarizó con la dinastía de los Severos y comenzó el nombramiento de emperadores por las legiones, que fue el procedimiento seguido desde la muerte de Alejandro Severo (235). Por esta causa, la autoridad se debilitó y las guerras civiles fueron casi permanentes. Poco a poco, además, la economía fue mostrando un carácter rural y las ciudades se vieron incapaces de competir con los grandes propietarios territoriales. Esto facilitó el encumbramiento de una aristocracia rural latifundista.
El gran propietario, desde su villa, dirigía la vida del latifundio atrayendo hacia él a los colonos, cuyo número fue creciendo con la llegada de hombres libres, pequeños propietarios e, incluso, de esclavos que lograban liberarse de su condición, movidos todos ellos por una permanente situación de inseguridad que requería protección.
Estas circunstancias, unidas a la expansión del cristianismo y al debilitamiento de las tradiciones clásicas, supusieron una crisis de valores y una clara inseguridad social y cultural. Los pueblos germanos, a veces pacífica y otras violentamente, fueron instalándose poco a poco dentro del imperio. Tras las incursiones francas, en el año 409 suevos, vándalos y alanos cruzaban los Pirineos asentándose en Hispania. Esto provocó a su vez una germanización de las costumbres romanas que, unida a la coyuntura política, sentó las bases de la futura sociedad medieval: una economía ruralizada y una concepción privada del poder y las relaciones sociales. En el año 416, el emperador de Occidente establecía un acuerdo de federación con los visigodos de la Galia para expulsar a los invasores de Hispania.

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