EL CREDO.

 
La Santísima Trinidad en un códice medieval.

En el concilio de Nicea se sistematizaron las características de la trinidad cristiana, es decir, las relaciones entre las tres personas divinas que son «el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo». Se enfrentaban dos posiciones: la que defendía el sacerdote Arrio de Alejandría, que decía que el «padre» era eterno y por tanto el verdadero Dios creador, y el «hijo», que era una creación del «padre», tendría por tanto un carácter secundario. Y, por otro lado, el grupo opuesto estaba formado por los que pensaban que «padre» e «hijo» tenían la misma categoría y sustancia. Estas creencias quedaron resumidas en el «credo», palabra latina que significa «creo».
El emperador Constantino, que presidía el concilio, apoyó la segunda opción y amenazó con el exilio a los obispos que se le enfrentasen. Finalmente solo dos se atrevieron a tal cosa y fueron castigados. Como consecuencia de esto, el arrianismo fue declarado herejía. La fórmula del credo quedó como sigue en lo relativo al «padre» y al «hijo»:
«Creemos en un solo Dios, padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creemos en un solo señor Jesucristo, hijo único de Dios, nacido del padre antes de todos los siglos. Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó en María la virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato. Padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras. Y subió al cielo, y está sentado a la derecha del padre. Y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y a muertos, y su reino no tendrá fin.»