El
ladino, probablemente una deformación de «latino», es la lengua de los
judíos sefarditas que fueron obligados a abandonar España o Sefarad, y
que llevaron consigo en su diáspora. Al ser expulsados de España en
1492, muchos conservaron las llaves de su casa, tal vez con la esperanza
de un pronto regreso a Sefarad.
En
realidad, el ladino es el español hablado en España en la Edad Media,
que, dependiendo del lugar de acogida de sus hablantes, iba recibiendo
la influencia de la lengua de esos países. Muchos judeo-españoles se
establecieron en Grecia, sobre todo en Salónica; en Turquía, los
Balcanes y Marruecos.
El
ladino, también llamado judeo-español o Djudezmo, es el nexo de unión
entre los sefarditas repartidos por todo el mundo, que preservan su
cultura con celo y nostalgia. Se calcula que todavía hablan ladino unas
400.000 personas.
Existen,
además, diversos medios de comunicación y de cultura que ayudan a
conservar esta antigua lengua, como periódicos, emisoras de radio y
televisión, revistas y editoriales.
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