Ese mismo año 373 entró en contacto con el maniqueísmo, secta con la que permaneció vinculado durante diez años por creer encontrar en ella la explicación más satisfactoria del origen del mal. Otros elementos míticos, irracionales, del maniqueísmo, en conflicto con las enseñanzas de la sabiduría filosófica -astronomía-, se le presentaron más tarde, determinando su posterior abandono de la fe maniquea. Concebido el mal como una realidad positiva, como una fuerza activa, Agustín aceptó como la mejor explicación racional de su presencia la doctrina maniquea de un Dios bueno, pero de poder limitado.
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