martes, 13 de agosto de 2013

HEREJÍAS Y PERSECUCIONES.


Los primeros siglos del cristianismo se caracterizaron por la gran cantidad de grupos que planteaban interpretaciones diferentes de la figura de Jesús y de su mensaje. Por ejemplo, algunos pensaban que solo era un ser humano, aunque excepcional; otros, sin embargo, consideraban que era Dios; y otros creían que las dos naturalezas formaban parte de él.
Estas diferencias escondían en ocasiones enfrentamientos entre grupos y personas, que intentaban solucionarse en reuniones de obispos, llamadas concilios.
Poco a poco se fueron estableciendo las opiniones que la mayoría estimó correctas y se criticó a los que defendían puntos de vista diferentes. Estos últimos recibieron el nombre de herejes y fueron perseguidos.
Por otra parte, también los cristianos sufrieron persecuciones por parte de los no cristianos. Las más sangrientas fueron ordenadas por emperadores romanos como Nerón, Decio o Diocleciano. Acusaban a los cristianos de traición a Roma, porque se negaban a realizar el culto imperial.
Algunos cristianos murieron en las persecuciones y se les llama mártires, que en griego significa «testigos». Algunos de los santos que se representan en las iglesias católicas actuales se dice que fueron mártires, y por ello se venera su memoria. A pesar de estas persecuciones, el cristianismo fue creciendo y ganando seguidores en todo el mundo romano, y en el siglo IV era el grupo religioso más activo y organizado.

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