martes, 13 de agosto de 2013

JUDEOCRISTIANOS Y HELENISTAS.

Ya en los primeros años del cristianismo fueron surgiendo interpretaciones diferentes del mensaje de Jesús, que se adaptaron progresivamente a la realidad de los grupos a los que se dirigía.

 Martirio de san Esteban, cuadro de Juan de Juanes (siglo XVI). Madrid, Museo del Prado.
 Martirio de San Esteban, cuadro de Juan de Juanes (siglo XVI). Madrid, Museo del Prado.

Tras la muerte de Jesús, comenzaron a surgir diversas ideas sobre su figura, que provocaron la división entre grupos y comunidades que entendían su mensaje de manera diferente. Dos de los principales grupos fueron el de los judeocristianos y el de los helenistas.
Los judeocristianos, es decir, los cristianos que seguían siendo judíos, se distinguían por su actitud contraria a separarse del judaísmo tradicional. Seguían respetando los mandamientos de la ley judía e incluso llegaban a dudar de que pudiese haber salvación para los que no lo hicieran, aun siendo seguidores del mensaje de Jesús. Para ellos, mantenerse fieles a la identidad judía era más importante que ser cristianos. Algunos pensaban que para que un cristiano no judío se salvase tendría que vivir como un judío, circuncidarse y cumplir la Torá.
Los helenistas, es decir, los que vivían al modo griego, eran cristianos, judíos o no, que pensaban que el cumplimiento de la Torá no era imprescindible. El primer seguidor conocido de este grupo fue Esteban, de familia judía, pero educado bajo la cultura griega. Hacia el año 36, Esteban fue hecho prisionero por las autoridades judías, ante las que expuso que Jesús era el mesías y estaba sentado a la derecha de Dios. Fue condenado a muerte y lapidado, es decir, apedreado hasta morir, por blasfemo.

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