El desarrollo del arte románico coincide con la consolidación de los
estados cristianos europeos, que se organizan bajo un sistema feudal, y
en un momento de enardecida fe religiosa.
Las
primeras experiencias artísticas románicas hay que situarlas hacia el
año 1000 y parecen bastante bien definidas hacia mediados del siglo XI, a
través de las siguientes características: sillares regularmente
tallados, escultura aplicada que obedece a un programa iconográfico,
pilares y muros articulados, bóvedas en lugar de cubiertas de madera y
construcciones monumentales, levantadas con deseos de perdurar.
El
área geográfica inicial se extiende por una franja que va a ambos lados
de los ríos Ródano y Rhin, y desde Cataluña al norte de Italia, lugares,
pues, donde la tradición tardoantigua está presente o se ha mirado con
deseos de renovación.
A
fines del siglo X cristaliza este primer momento, que culmina hacia el
1100-1125, con el llamado románico pleno, un estilo unificado en todo
Occidente gracias a las órdenes religiosas, que imponen en sus
monasterios las mismas soluciones técnicas, así como a la aplicación de
la liturgia romana en toda la cristiandad que acaba con las
particularidades de cada lugar, y al establecimiento de cauces de
intercambio a través de los caminos de peregrinación, que se abren para
venerar las reliquias de los santos. San Martín de Frómista, en
Palencia, es un ejemplo característico.
Hacia
mediados del siglo XII, se produce un románico tardío, que coincide en
el tiempo con la expansión cisterciense y las primeras experiencias
góticas.
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