domingo, 18 de agosto de 2013

LA CRISIS ICONOCLASTA.

Icono de la Virgen de Vladimir (siglos XI-XII). Moscú, Galería Tretiakov.
 
En oriente se vivió un período de terribles persecuciones, entre los años 726 y 843, al que se llamó «la crisis iconoclasta». El enfrentamiento lo protagonizaron los partidarios de que hubiese imágenes religiosas en las iglesias y los que se oponían, llamados «iconoclastas». Terminaron venciendo los partidarios del uso de imágenes, y los iconoclastas fueron considerados herejes y perseguidos por las autoridades civiles. Entre los defensores del culto a las imágenes estuvo el monje Teófanes. En Constantinopla, en 832, defendió sus ideas, y el emperador, que era iconoclasta, le castigó ordenando que se le marcase al rojo vivo en la frente el texto de uno de sus poemas. Esta es su octava oda:

«Guardando las leyes de nuestra iglesia, pintamos imágenes y las veneramos con la boca, el corazón y el alma. Y no solo las de Cristo, sino también las de sus santos, y exclamamos: ¡Bendecid al Señor en todas sus obras!»

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