lunes, 5 de agosto de 2013

LA DESDICHA DE ESTAR LEJOS DE JERUSALÉN.

El salmo 137 de la Biblia narra la tristeza y el rencor de los judíos deportados en Babilonia y su determinación de no olvidar su capital, Jerusalén.

SALMOS.
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1Junto a los canales de Babilonia
nos sentamos y lloramos
con nostalgia de Sión.
2En los sauces de su recinto
colgábamos nuestras Cítaras.
3Allí los que nos deportaron
nos invitaban a cantar,
nuestros opresores a divertirlos:
«Cantadnos un cantar de Sión».
4¡Cómo cantar un canto del Señor
en tierra extranjera!

5Si me olvido de ti, Jerusalén
que se me olvide la diestra,
6que se me pegue la lengua al paladar
si no te recuerdo,
si no exalto a Jerusalén
como colmo de mi alegría.
7Toma cuentas, Señor, a los idumeos
del día de Jerusalén,
cuando incitaban: ¡Desnudadla,
desnudad la hasta los cimientos!

8¡Capital de Babilonia, destructora!
¡Dichoso el que pueda pagarte
el mal que nos has hecho!
9iDichoso el que agarre y estrelle
tus hijos contra la peña!

137 He aquí una lamentación o elegía, la única del salterio. Hay una voz que introduce el poema desde cierta distancia. Distancia temporal, usando perfectos; distancia espacial, diciendo "altí". La voz introduce dos grupos que apuntan un diálogo. No es imposible que el autor haya establecido una segunda distancia, que haya compuesto su poema después del destierro, ya repatriado. Pero el salmo se entiende mejor si se supone compuesto en Babilonia, para uso de los desterrados.
Vamos a repartir a los desterrados en tres grupos: los asimilados a Babilonia; los desesperados o resignados inertes que piensan que todo ha terminado; los fieles al pasado político y religioso que cultivan la esperanza. Cuando Ciro promulgó su decreto, los últimos volvieron a la patria. Concibo el salmo como el canto de la resistencia espiritual de los desterrados: los protegió de la asimilación, los confortó en la esperanza. ¡Por encima de todo, Jerusalén! No es un programa de acción, sino lírica en que se desahogan sentimientos.
La composición no es arquitectónica, sino lírica. El poema discurre en breves escenas encadenadas. Dos versos describen una escena y establecen una tonalidad de pena y añoranza (1-2). Entran unos babilonios y piden a los desterrados que canten (3); en vez de acceder, pronuncian un juramento imprecatorio de fidelidad a Jerusalén (4-6) y una imprecación contra los idumeos por su aportación a la tragedia (7); cumplidos esos ritos, los desterrados acceden a la petición de los
"cautivadores": con dedicatoria a Babilonia, le cantan una bienaventuranza sarcástica (8- 9). Según mi explicación, el final no es una oración dirigida a Dios, sino una respuesta "merecida" a la petición burlona y humillante del v. 3.
Descuella este poema por la concentración, la intensidad de la pasión sin sentimentalismo, el proceso rápido y coherente de los afectos, el escenario abarcado y el refinamiento sonoro.
137,1-2 Hay que imaginar el escenario apacible: cfr. Sal 46,20s; el recuerdo: cfr. Is 43,18s; el llanto: cfr. Lam 1,2.16.
137,3-4 Con mezcla de curiosidad por lo exótico y burla a los vencidos, les piden que sustituyan el llanto por "alegría". Pero los cantos de Sión son cantos en honor de Yhwh; Babilonia sigue siendo tierra extranjera.
137,5-6 Paralizados y mudos, como Ezequiel: Ez 3,25s. El olvido puede ser fuente de apostasía; ningún gozo supera al de la ciudad amada: cfr. Ez 24,25.
137,7 Sobre la intervención de los idumeos léase Abd 11-14. "Desnudadla" como a una matrona (Is 3,17; 47,3; Ez 23,29; Lam 1,8), "hasta los cimientos" como a una ciudad.
137,8-9 "Destructora": creo que el original le daba el título de "devastadora"; cuando le tocó a ella (Is 33,1), cambiaron las vocales, y resultó "devastada" en el texto actual. Bienaventuranza retorcida: la dicha no es para ella, sino para quien pueda vengarse de ella. Aunque es explosión verbal, no acción ni proyecto, expresa una pasión violenta: mencionan la acción 2 Re 8,12; Is 13,16; Nah 3,10.

Trasposición cristiana.
¿Es posible cristianizar este salmo? Sí, tomando Babilonia como hace el Apocalipsis y una larga tradición. Ya no es una nación y un imperio, sino signo de la ciudad opuesta a la Ciudad de Dios; y no coincide con un territorio geográfico, sino que coexiste con todas las sociedades y está dentro de cada hombre.

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