martes, 13 de agosto de 2013

LAS DISCUSIONES CONCILIARES.

En los concilios de los primeros siglos del cristianismo se tomaron decisiones muy diversas acerca de lo que debía ser admitido o no. Las discusiones debieron ser muy intensas, como se deduce de esta carta del emperador Teodosio II a los obispos reunidos en el concilio de Éfeso:






Obispos y ciudad de Toledo en una miniatura del códice Albeldense, del siglo X
Obispos y ciudad de Toledo en una miniatura del códice Albeldense, del siglo X

«No está permitido que quien no forma parte de la lista de los muy santos obispos se inmiscuya en las encuestas eclesiásticas. Se debe alejar de la ciudad a los laicos y los monjes que se han reunido ya allí a causa del concilio y que pueden aún reunirse, porque no conviene que los que en nada son necesarios al examen del dogma que debe llevarse a cabo provoquen tumultos y, por este motivo, creen dificultades a las definiciones que deben ser fijadas en paz por Vuestras Santidades. Que además, Candidiano, mi representante, vigile para que ninguna disensión nacida de la antipatía vaya adelante, de forma que el examen de vuestro santo sínodo no experimente obstáculos y la investigación exacta de la verdad no se vea obstaculizada por las repercusiones que de ello pudiesen derivar, para que, finalmente, cada uno, escuchando pacientemente lo que se dice, exprese su opinión o se oponga a la opinión expuesta por otros y, de esta forma, toda cuestión planteada bajo la forma de proposición y de solución sea decidida sin tumulto alguno y por un voto común de Vuestras Santidades.»

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