Las peregrinaciones a diferentes lugares considerados
santos tuvieron una gran repercusión entre los cristianos a lo largo de
toda la Edad Media.
Atención a peregrinos, relieve del baldaquino de la iglesia de San Juan de Ortega, Burgos (siglo XII), en el camino de Santiago
Atención a peregrinos, relieve del baldaquino de la iglesia de San Juan de Ortega, Burgos (siglo XII), en el camino de Santiago
La
peregrinación era un medio para conseguir el perdón de los pecados o
para cumplir una penitencia impuesta tras cometer un pecado grave.
Había
pequeñas peregrinaciones locales y regionales en las que los creyentes
se desplazaban a lugares cercanos, como iglesias y monasterios o a
lugares que habían sido visitados por algún santo. Pero también existían
grandes peregrinaciones, como las que se dirigían a Roma (donde residía
el máximo representante de la iglesia), a Jerusalén o a Santiago de
Compostela, que marcaron la vida religiosa de muchos cristianos. Además
fueron una manera de transmitir la cultura y de avivar la economía.
Los
grandes movimientos artísticos, como el románico, se extendieron por
Europa a través de los caminos trazados por los peregrinos. Un ejemplo
de ello es el llamado «camino de Santiago», que se dirigía desde los
Pirineos franceses por el norte de la península Ibérica hasta Santiago
de Compostela. Muchas pequeñas ciudades crecieron gracias a los
peregrinos que las transitaban y compraban sus productos, de modo que se
avivó el comercio.
La
mayor peregrinación que podía realizar un cristiano durante la Edad
Media era la de Jerusalén, que llevaba a Tierra Santa, a los lugares
donde Jesús vivió y enseñó. Esta visita otorgaba al peregrino el perdón
de todos sus pecados.
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