Epifanía (h. 1330), pintura mural de Teresa Díez Toro, Zamora, Iglesia de San Sebastián de los Caballeros.
La
festividad de los Reyes Magos procede de los relatos de la infancia de
Jesús que solo se cuentan en los evangelios de Lucas y Mateo. Según
estos, Jesús no nació en Nazaret, sino en Belén, cerca de Jerusalén,
porque sus padres se habían desplazado allí para ser censados por los
romanos. Cuenta Lucas (2, 1-20) que no encontraron un lugar en la posada
de la aldea y se instalaron en un pesebre de animales, donde nació
Jesús. Se aparecieron unos ángeles a unos pastores y les dijeron dónde
encontrarían al mesías que acababa de nacer y fueron a adorarle al
pesebre. La narración de Lucas acaba aquí.
Por
su parte, Mateo no dice nada de que Jesús naciese en un pesebre ni de la
visita de los pastores, pero cuenta que quienes adoraron a Jesús fueron
unos magos de Oriente, que le regalaron oro, incienso y mirra y que
llegaron guiados por una estrella.
Hasta
el medievo no se les dan los nombres que conocemos, Melchor, Gaspar y
Baltasar, ni se dice que fueran reyes. Pero antes había opiniones
diferentes: unos decían que eran doce y otros que dos o cuatro.
Esta
fiesta también hace patente la pervivencia de la religión cristiana en
nuestra sociedad occidental, en las tradiciones y festividades. Una
herencia cultural que sigue presente, independientemente de que se crea
en ella o no.
Adoración de los Magos, detalle de la predela de La Anunciación (1431), obra de Fra Angelico. Madrid, Museo del Prado.
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