El
muro de las iglesias románicas es grueso, a veces reforzado por
contrafuertes; en él se abren vanos pequeños, pero siempre está
articulado, es decir, obedece a una lógica constructiva, donde todos los
elementos se encadenan: vanos, líneas de imposta, columnas, remates.
Las puertas y ventanas se abocinan y reciben esculturas en las
arquivoltas, que apoyan sobre columnas. La cornisa puede tener elementos
clásicos y suele llevar canecillos decorados. Los empujes se
distribuyen a través de columnas, que pueden ser exentas, adosadas o
semicolumnas formando un núcleo, en torno a un pilar, más o menos
complejo. Conserva las mismas partes que la columna corintia del mundo
romano, aunque las proporciones son distintas, y el capitel suele ser
historiado.
En
las cubiertas se utiliza la bóveda de cañón, a menudo reforzada con
arcos fajones, en especial en la nave central, la bóveda de arista,
sobre todo en las naves laterales, y la de horno. En el crucero suelen
levantarse cúpulas, sobre pechinas o trompas.
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