miércoles, 28 de agosto de 2013

RADICALISMOS.

El ayatolá Jomeini saluda a sus seguidores en Irán en febrero de 1979. El ayatolá Jomeini saluda a sus seguidores en Irán en febrero de 1979.
 
Desde el baluarte iraní, Jomeini intentó consolidar una opción anti-occidental que superase la dicotomía chiitas-sunitas, presentando un nuevo enfrentamiento en el que los «reformistas» aparecían como el verdadero enemigo. La guerra irano-iraquí resultó un paradigma del enfrentamiento entre la opción fundamentalista y un reformismo que buscaba su identificación en el militarismo expansivo y en el panarabismo político.
En otro extremo aparecen los integrismos, que presentan por lo menos dos vías. Por una parte, está el fundamentalismo ético y religioso pero teñido de pragmatismo en relación con occidente, que preconiza Arabia Saudí y que parece corresponderse con países enriquecidos con el petróleo.
Otro fundamentalismo, militante y radicalmente anti-occidental, ha surgido en países como Egipto, Argelia, Afganistán, Pakistán, o la Palestina ocupada, entre otros. En estas zonas viven en la miseria amplios grupos de población, jóvenes sin expectativas, para los que el modo de vida del primer mundo es inalcanzable. Buscan en los preceptos islámicos la seguridad que ofrece la tradición, y además el medio de canalizar la protesta frente a la injusticia, que se refleja en un odio hacia el no musulmán, tanto por su riqueza como por su calidad de infiel. Sin embargo, esa violencia no se dirige hacia la escandalosa riqueza de ciertos países musulmanes protegidos por un particular fundamentalismo.
El problema palestino y la consolidación del estado de Israel como baluarte de los intereses occidentales en pleno territorio islámico han provocado un recrudecimiento del nacionalismo árabe, que muestra una gran diversidad de vías. En la posición más radicalizada están los grupos fundamentalistas como Hezbolá o Yihad Islámica, Takfir o al-Qaeda, que están ahondando la tensión en tres zonas conflictivas, el Magreb, Palestina y Asia central.
El caso argelino también ha resultado muy complejo. El espíritu de la guerra de la independencia se mantuvo vivo y el imparable ascenso del Frente Islámico de Salvación (FIS) y la descomposición del Frente de Liberación Nacional condujeron a una situación de guerra civil que durante los años noventa se cobró más de ciento veinte mil vidas. La subida al poder de Abdelaziz Buterflika en 1999 ha estabilizado la situación.
El mundo islámico resulta así, por tanto, un complejo panorama en el que la religión y la geoestrategia se entremezclan creando un escenario de conflicto.

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