martes, 20 de agosto de 2013

RENACIMIENTO, HUMANISMO Y DESARROLLO DE LA CIENCIA.

Erasmo de Rotterdam (1523), por Hans Holbein el Joven. París, Museo del Louvre.
Erasmo de Rotterdam (1523), por Hans Holbein el Joven, París, Museo del Louvre.

A finales del siglo XV surgió una forma de entender el mundo que se conocería con el nombre de Renacimiento, porque sus seguidores estimaban que la cultura y la sociedad renacían tras la oscuridad medieval. Esta nueva mentalidad se plasmó en el arte con la recuperación de los estilos griego y romano, y se reflejó en la ciencia y la religión.
Durante la Edad Media, el principal protagonista fue Dios, pero los intereses renacentistas se centraron en el ser humano. Los grandes arquitectos del Renacimiento no solo trabajaron en la realización de templos religiosos, sino que también desplegaron todos sus recursos en la construcción de universidades, palacios y edificios públicos.
Entre los intelectuales y científicos, este punto de vista se materializó en un nuevo movimiento cultural llamado humanismo, que se caracterizó por el racionalismo y la crítica a las principales tradiciones filosóficas medievales. Las claves del conocimiento se buscaban en los filósofos y pensadores del mundo clásico.
La crítica humanística afectó a la religión, y en este campo, a comienzos del siglo XVI, destacó Erasmo de Rotterdam, que planteaba que la verdadera forma de vivir la religión estaba en los evangelios, pero en el marco de un modelo en el que primaba la razón. Tuvo muchos seguidores, y uno de los principales fue Juan Luis Vives (1492-1540), que nació en Valencia, pero que viajó por toda la Europa de su tiempo.
La separación cada vez mayor entre los avances científicos y lo que la iglesia católica consideraba correcto a partir de una lectura literalista de la Biblia provocó enfrentamientos tan conocidos como el de Galileo. En 1633, en Roma, Galileo tuvo que abjurar de sus ideas astronómicas ante los inquisidores. Gracias a las nuevas técnicas en el pulido de lentes, Galileo disponía de telescopios que le permitían observar con mayor detalle el firmamento, y que le dieron la posibilidad de comprobar que la teoría geocéntrica era errónea. El centro del universo no era la Tierra, según se creía, sino que lo correcto era el planteamiento de la teoría heliocéntrica, que sostenía que el Sol se sitúa en el centro y la Tierra se mueve alrededor del astro describiendo una elipse. Ante la presión de las autoridades religiosas, temiendo por su vida, Galileo juró lo siguiente:
«Yo, Galileo Galilei, a los 70 años, y ante vosotros, muy eminentes y reverendos cardenales, inquisidores generales de la República Cristiana Universal contra la herejía, en virtud de lo ordenado por este santo Oficio abandono la idea falsa de que el Sol es el centro del universo. Abjuro y maldigo los errores anteriores y toda herejía contra la Iglesia Sagrada.»
Se cuenta que, en voz baja y en italiano, dijo eppur si muove, que se puede traducir como «y a pesar de todo, se mueve», haciendo referencia al movimiento de la tierra alrededor del sol.

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