Se
dispone de muy pocos datos de los numerosos grupos que existieron en el
cristianismo más antiguo, ya que fueron desapareciendo con el tiempo, y
sus ideologías se consideraron contrarias a lo que estimaban correcto
los cristianos posteriores.
A
Cerinto, un cristiano de finales del siglo I, lo conocemos por sus
críticos. Por ejemplo Ireneo, obispo de Lyon de finales del siglo II, en
su obra Contra los herejes (I, 26, 1), expone las ideas que tenía Cerinto sobre Jesús.
«Un
tal Cerinto enseñó que Jesús no nació de una virgen, lo que parecía
imposible, sino que era hijo de María y de José, de la misma manera que
nacen todos los seres humanos, aunque los superó a todos en justicia,
prudencia y sabiduría. Decía que después del bautismo, descendió Cristo
sobre él en figura de paloma. [...] A partir de entonces, anunció al
Padre y realizó milagros. Al final Cristo salió de nuevo de Jesús, y
Jesús sufrió en la cruz. [...] Cristo en cambio no sufrió por existir
espiritualmente.»
Según
Cerinto, Cristo y Jesús son diferentes, no corresponden a la misma
persona. Cristo no siempre estuvo en el interior de Jesús. El Credo
cristiano plantea que Jesucristo es a la vez hombre y Dios, por tanto
Jesús y Cristo son la misma persona en contra de la opinión de
cristianos como Cerinto y otros que defendían posturas distintas. Serán
los concilios ecuménicos los que marcarán un hito importante en la
normalización de creencias, pero, a la par, determinarán el surgimiento y
consolidación de grupos contrarios a esta normalización.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.