miércoles, 15 de enero de 2014

ALDEA Y CIUDAD COMO SÍMBOLO RELIGIOSO.



Al lado de las figuras heredadas del AT, como las que acabamos de exponer, encontramos otras creadas por los evangelistas. Comencemos por una que es propia de Marcos.

Se trata del término “aldea” (gr kôme). “La aldea”, en singular y con artículo, aparece en Mc en tres ocasiones, dos en el episodio del ciego de Betsaida (8,23.26), y la tercera antes de la entrada en Jerusalén (11,2). En el episodio del ciego, “la aldea” es el lugar del que Jesús lo saca (8,23) y al que le prohíbe volver (8,26). Más tarde, cuando Jesús se acerca a Jerusalén, menciona “la aldea” como algo que está “frente a”, “enfrentada con” sus discípulos (11,2); en ambos casos tiene, por tanto, sentido peyorativo.

Obsérvese que, si se interpreta el pasaje (Mc 8,22b-26) en sentido meramente histórico, la terminante prohibición de Jesús al ciego curado de volver a la aldea (8,26) resulta inexplicable; una vez recobrada la vista, lo mismo daría que estuviese en un lugar o en otro. La prohibición sólo tiene sentido si indica que el obstáculo para la visión consistía precisamente en permanecer en la aldea, es decir, que sólo saliendo de ella le era posible al ciego recuperar la vista, y quedando fuera de ella, conservarla.

Esta sospecha inicial del sentido peyorativo de “la aldea” queda confirmada por la alusión que hace el texto de Jr 31,32, donde Dios dice al pueblo de Israel: “Cuando los agarré de la mano para sacarlos de Egipto”. Marcos utiliza los mismos términos griegos que Jeremías: “[Jesús,] agarrando la mano del ciego lo sacó fuera de la aldea” (8,23). De este modo, el evangelista pone en paralelo Egipto, la antigua tierra de esclavitud, y “la aldea”, que resulta ser así una nueva tierra de opresión, y es natural que Jesús prohíba volver a ese lugar.

Según esto, “la aldea” produce la ceguera, es decir, impide la visión. En este contexto representa el lugar donde domina una falsa concepción del Mesías, y cuyo influjo hace incapaces a los discípulos de reconocerlo en Jesús, a pesar de las muestras de su mesianismo que ha dado en los episodios de los panes (Mc 6,35-46; cf. 6,51s: “Su estupor era enorme, pues no habían entendido cuando lo de los panes; es más, su mente había quedado obcecada”; 8,17-21; cf 8,19-21: “Cuando partí los cinco panes para los cuatro mil, ¿cuántos cestos llenos de sobras recogisteis?” Le contestaron: “Doce”… Él les dijo: “Y ¿todavía no entendéis?”).

De este modo, en relación con “la ciudad” (Mc 11,19; 14,13). Jerusalén, sede del poder y centro donde se enseña la doctrina nacionalista, “la aldea” representa el ámbito popular que profesa la doctrina de la institución, cuyo ideal mesiánico “el de los hombres”, se opone al de Dios (8,33). Es figura de una parte del pueblo, que está dominada por la institución y es partidaria de ella.
Con esto se explica el pasaje de Mc 11,2: “la aldea que está frente a vosotros / enfrentada con vosotros”; los adictos a la ideología del judaísmo son hostiles a los discípulos, están enfrentados a ellos.

En cambio, cuando Marcos habla de “las aldeas”, en plural, designa lugares adonde va Jesús y donde puede enseñar (6,6b; cf 6,56; 8,27). Por la identidad del término y la contraposición entre “la aldea” y “las aldeas”, hay que ver en estas comunidades judías que no participan de esos ideales mesiánicos ni del apego a las instituciones. El contraste entre singular y plural podría indicar, además, que, según Marcos, la mayoría del pueblo no comparte la ideología de la institución.

Entre las aldeas se mencionan en particular las que se encuentran fuera del territorio judío (8,27: “a las aldeas de Cesarea de Filipo”), aludiendo con toda probabilidad a grupos israelitas en el extranjero.

El término “ciudad”, por su parte, se encuentra en singular y con artículo designando Cafarnaún (1,33: “La ciudad entera estaba congregada a la puerta”) y la ciudad / capital de la región gerasena (5,14: “Los porquerizos salieron huyendo, lo contaron en la ciudad y en las fincas…”), además de Jerusalén (11,19: “Cuando anocheció, salieron fuera de la ciudad”; cf. 14,13.16). Esta última es el centro desde donde domina la institución judía que crea el ámbito de “la aldea”; en Cafarnaún es donde están “asentados” los letrados, maestros de la doctrina oficial (2,6: “Pero estaban allí sentados unos letrados…”); desde la “ciudad / capital” de Gerasa acude gente que antepone el dinero a la liberación del hombre y pide a Jesús que se marche de la región (5,15-17). En Jerusalén está el centro de la institución y allí tienen su sede las escuelas teológicas que enseñan la doctrina oficial. En los tres casos, “la ciudad” denota un poder ideológico opresor.

En 1,45, “ciudad” (en singular) denota cualquier ciudad donde Jesús no pude entrar manifiestamente por causa de su acción con el leproso; esto indica que estas ciudades son lugares donde está vigente la ideología discriminatoria estampada en la Ley; centros donde impera el fariseísmo, como a continuación se ve en Cafarnaún (2,6).

En cambio, “las ciudades en plural (traducidas por “pueblos”, dada la escasa población del tiempo) son lugares desde donde la gente acude a Jesús (6,33: “Desde todos los pueblos fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron”) o que Jesús visita (6,56: “En cualquier parte que entraba, aldeas, pueblos o caseríos”). Como en el caso de “la aldea”, la distinción entre el singular “ciudad (oposición a Jesús) y plural “ciudades/pueblos” (aceptación de Jesús) hace ver que Marcos estimaba que la mayoría del pueblo judío del tiempo estaba al margen de la institución y de su doctrina.

“La aldea” judía y “la ciudad” (Jerusalén) son, pues, figuras correlativas, indicando, respectivamente, el ámbito sometido a la ideología de la institución y su centro. Contrapuestas a ambas aparecen “las aldeas”, “las ciudades / pueblos” y “los campos / caseríos / fincas”, que denotan las zonas periféricas de donde la gente acude a Jesús, que él visita y donde se acepta su enseñanza.

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