domingo, 12 de enero de 2014

ESPÍRITU COMO SÍMBOLO RELIGIOSO.

 

Tan acostumbrados estamos al significado de la palabra “espíritu” (gr. pneuma) como opuesto a “materia” y connotando alfo fuera de este mundo, que sorprende saber que, tanto en griego como en hebreo, el término “espíritu” (de “espirar”, “soplar”) significa primariamente “viento” o “aliento”; “viento” implica “fuerza”; “aliento”, “interioridad vital”; secundariamente designa realidades no perceptibles por los sentidos.

En el AT, el término hebreo rûah denota con frecuencia el viento, que, siendo intangible, tiene a Dios por causa inmediata (Gn 8,1: “Dios hizo soplar el viento sobre la tierra”; Am 4,13: “Él creó el viento”). Otras veces designa el “aliento” o “hálito” de Dios, su vida, que es su “espíritu” (Is 44,3: “Voy a derramar agua sobre el sediento…, voy a derramar mi aliento/espíritu sobre tu estirpe y mi bendición sobre tus vástagos”). En muchos casos denota el aliento del hombre o de los animales (Ez 37,8.10; Eclo 3,19.21, etc.). El “espíritu” expresa la fuerza vital del individuo (Jue 15,19: “Sansón bebió, recuperó las fuerzas [volvió su espíritu] y revivió”).

Mientras el “corazón” denota los objetivos de un hombre, sus resoluciones, su valor, el “espíritu”, en cambio, denota la dirección en la que fluye la vitalidad del hombre, la actividad que sale de su interior y expresa su ser. Nunca se usa “espíritu” en el AT para significar la cualidad del hombre que lo pone por encima de los animales.

La fuerza/espíritu de Dios puede irrumpir en un hombre (Jue 14,6: “El espíritu del Señor invadió a Sansón, que descuartizó al león como quien descuartiza a un cabrito”; 1 Sm 16,13: “En aquel momento invadió a David el espíritu del Señor, etc.), entrar en él (Ez 2,2: “Penetró en mí el espíritu mientras me estaba hablando y me levantó en pie”, etc.), bajar sobre él (Is 11,2: “Sobre él se posará el Espíritu del Señor”). Todo esto indica la poderosa acción de Dios sobre un hombre, capacitándolo para hechos extraordinarios.

Bajo el influjo de la cosmología persa, los textos de Qumran desarrollaron la teoría de los ángeles o espíritus, uno de “rectitud” o “luz”, el otro de “iniquidad” o “tinieblas”, enzarzados en perpetuo conflicto en este mundo.

En general, puede decirse que “espíritu”, en todas sus acepciones, es siempre “fuerza”. En los evangelios puede denotar el espíritu del hombre, el Espíritu de Dios o un espíritu impuro/inmundo.

a) En el lenguaje de los evangelistas, el espíritu del hombre no es sinónimo de “alma”. Por oposición a “corazón”, que denota la interioridad estable o permanente del hombre (convicciones o ideología, actitudes o disposiciones, amores u odios), “espíritu” denota la misma interioridad en cuanto dinámica, es decir, en cuanto se manifiesta al exterior con actos puntuales (acto de conocimiento o de voluntad, expresión de sentimiento). Así, “conocer con su espíritu” (Mc 2,8) significa “intuir”; “los pobres por el espíritu” (Mt 5,3) son “los pobres por propia decisión”; “suspirar por el espíritu” (Mc 8,12) equivale a expresar un sentimiento de pena, dar un profundo suspiro.

b) El Espíritu Santo o Espíritu de Dios es, por tanto, la fuerza vital de Dios, que, por ser amor, comunica amor y produce vida. Los símbolos del Espíritu, “el agua”, “el perfume”, “el vino” son términos que iremos trabajando en artículos posteriores.

c) El espíritu inmundo/impuro es también una fuerza, en este caso maléfica, y representa una ideología destructora. Punto ya desarrollado con anterioridad.

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