(Vindicta
Salvatoris)
El
judío Nathan habla al rey Tito de los milagros de Jesús
I
1.En tiempo de Tiberio César,
emperador, siendo Herodes tetrarca de Galilea, el Cristo fue entregado a
Poncio Pilatos, gobernador de Judea, por los judíos.
2.
En aquella época, Tito era un pequeño rey, que, bajo la dominación
de Tiberio, mandaba en el país de Aquitania, y que había puesto su corte
en una ciudad de Libia, que se llama Burgidalla.
3.
Y Tito tenía una llaga en el rostro, a causa de un cáncer que se le había
declarado en la fosa nasal derecha, y presentaba la fisonomía desgarrada
hasta el ojo.
4.
Y un varón, llamado Nathan, hijo de Naum, oriundo de Judea, y que era
ismaelita, iba de país en país, y de mar en mar, y visitaba todas las
extremidades de la tierra.
5.
Y Nathan fue enviado de Judea hacia el emperador Tiberio, a fin de
llevarle el pacto concluido entre los judíos y la ciudad de Roma.
6.
Tiberio era un insensato, lleno de fiebres y de úlceras, y con siete géneros
de lepra en su cuerpo.
7.
Y Nathan quería recalar lo antes posible en Roma. Pero sopló un viento
del norte, que impidió su travesía, y que lo condujo al puerto de la
ciudad de Libia.
8.
Al ver llegar el buque, Tito comprendió que precedía de Judea, y todos
quedaron sorprendidos, y dijeron que jamás se había visto a un buque
llegar de aquella comarca.
9.
Y Tito ordenó a un piloto que fuese cerca del navegante, y que le
preguntase quién era. Y él le contestó: Soy Nathan, hijo de Naum, de la
raza de los ismaelitas, y estoy sometido, en Judea, a Poncio Pilatos. Y he
sido enviiado a Tiberio, emperador de los romanos, para llevarle el pacto
hecho con Judea. Pero un gran viento se hizo sentir sobre el mar, y me ha
conducido a un país que no conozco.
10.
Y Tito dijo: Si puedes encontrar algún remedio, sea un ungüento o una
hierba, que haga desaparecer la llaga que tengo en el rostro, como ves, de
modo que quede curado, y que recobre mi antigua salud, te daré grandes
riquezas.
11.
Y Nathan repuso: No sé, ni nunca he sabido hallar eso que me pides. Pero,
si hubieses vivido en jerusalén, habrías encontrado a un profeta,
elegido de Dios, que tenía por nombre Emmanuel, y que curaba al pueblo de
sus pecados. Y fue su primer milagro transformar el agua en vino, en Caná
de Galilea. Y con su palabra curaba a los leprosos, devolvía la vista a
los ciegos, sanaba a los paralíticos, y expulsaba a los demonios. Y
resucitó tres muertos, y salvó a una mujer sorprendida en delito de
adulterio, y que los judíos habían condenado a ser lapidada. Y otra
mujer, llamada Verónica, padecía de doce años atrás un flujo de
sangre, y, habiéndose aproximado a él por su espalda y tocado la franja
de su vestidura, fue curada. Y con cinco panes y cinco peces alimentó a
cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños, y aun quedaron
trozos bastantes para llenar doce canastos. Y todas estas cosas y otras
muchas se cumplieron antes de su pasión. Y, después de su resurrección,
nosotros lo hemos visto en su forma carnal, como antes estaba.
Curación
milagrosa de Tito
II
1.Y Tito preguntó: ¿Cómo
es que resucitó de entre los muertos, si estaba muerto también? Y dijo
Nathan, contestándole: Él estuvo de cierto muerto, y prendido de la
cruz, de la que fue descendido, y durante tres días, permaneció en el
sepulcro. Y resucitó luego de entre los muertos, y descendió a los
infiernos, y libertó a los patriarcas, a los profetas y a todo el género
humano. Y luego se apareció a sus discípulos, y comió con ellos, y
ellos lo vieron subir al cielo. Y todo lo que digo es la verdad. Yo lo he
visto con mis ojos, y toda la casa de Israel también.
2.
Y dijo Tito: Malhaya tú, emperador Tiberio, lleno de úlceras y envuelto
en lepra, pues que escándalo tal pasó bajo tu reinado, y pues que has
hecho leyes tales en la Judea, en la tierra de la natividad de Nuestro Señor
Jesucristo, donde se ha prendido y dado muerte al rey y al soberano de
todos los judíos, y no se lo ha dejado venir a nosotros, para curarme de
la lepra, y librarme de mi enfermedad. Y, si esos judíos estuvieran ante
mí, yo los mataría con mis propias manos, y los haría pender de cruces,
pues que han destruido a mi Señor, y mis ojos no han sido dignos de ver
su faz.
3.
Y, cuando Tito hubo hablado así, la llaga de su rostro desapareció, y se
encontró perfectamente curado. Y cuantos enfermos estaban presentes
fueron curados al mismo tiempo.
4.
Y Tito, con todo el pueblo, exclamó en alta voz: Mi Dios y mi rey, tú, a
quien nunca he visto, y que me has curado, dispón que yo vaya por el mar
a la tierra donde naciste, a fin de que tome venganza de tus enemigos, y
ayude, Señor, a destruirlos y vengar tu muerte, y entrégalos en mis
manos.
5.
Y, cuando hubo hablado así, se hizo bautizar, para lo cual llamó a
Nathan y le dijo: ¿Cómo has visto tú bautizar a los que creen en el
Cristo? Ven a mí, y bautízame en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Amén. Porque yo creo firmemente, con todo mi corazón y con toda
mi alma, en nuestro Señor Jesucristo, porque no hay en el mundo otro que
me haya creado, y que me haya curado.
6.
Y, cuando hubo dicho esto, envió emisarios a Vespasiano, pidiéndole que
viniese a toda prisa con soldados muy valerosos y bien equipados para la
guerra.
7.
Y Vespasiano, con cinco mil hombres armados, fue a juntarse a Tito. Y,
cuando hubieron llegado a la ciudad de Libia, preguntó a Tito: ¿Por qué
me has hecho venir? Y Tito contestó: Sabe que Jesús ha venido al mundo,
que nació en Judea en un lugar que se llama Bethlehem, y que fue
entregado a los judíos, y azotado y crucificado en el Calvario. Y que al
tercer día resucitó de entre los muertos, y sus discípulos lo vieron en
la misma cama en que había nacido, y se manifestó a ellos, que creyeron
en él. Y nosotros queremos ser discípulos suyos. Vamos, y destruyamos a
sus enemigos, para que se sepa que nada es comparable a Dios Nuestro Señor
sobre la faz de la tierra.
Venganza
de Tito y de Vespasiano
III
1.Y, habiendo celebrado
consejo, salieron de la ciudad de Libia, que se llama Burgidalla, y
entraron en los buques, y llegaron a Jerusalén y atacaron el reino de los
judíos, y comenzaron a destruirlo. Y, oyendo los reyes de los judíos las
depredaciones que hacían, tuvieron gran pavor y se turbaron
extremadamente.
2. Entonces Arquelao se turbó en su discurso, y dijo a su hijo: Hijo mío, recibe mi reino y dirígelo, y aconséjate con los demás reyes que existen en la tierra de Judá, para que podáis escapar de vuestros enemigos.
3. Y cuando hubo hablado así, sacó su espada, e inclinándose hacia abajo, se clavó en el pecho su aguda punta, y murió.
2. Entonces Arquelao se turbó en su discurso, y dijo a su hijo: Hijo mío, recibe mi reino y dirígelo, y aconséjate con los demás reyes que existen en la tierra de Judá, para que podáis escapar de vuestros enemigos.
3. Y cuando hubo hablado así, sacó su espada, e inclinándose hacia abajo, se clavó en el pecho su aguda punta, y murió.
4.
Y su hijo se unió a los otros reyes que estaban bajo su jerarquía, y
celebraron consejo, y fueron a Jerusalén con los jefes de aquellos que en
dicho consejo se hallaban, y allí estuvieron siete años.
5.
Y Tito y Vespasiano tomaron el acuerdo de bloquear la ciudad, y lo
hicieron. Y, cuando pasaron siete años, el hambre se hizo extremada, y
los sitiados, faltos de pan, comenzaron a comer tierra.
6.
Y los soldados, que obedecían a cuatro reyes, se reunieron entre sí y
dijeron: ¿No hemos de morir? ¿Qué hará Dios por nosotros, y qué nos
importa la vida, ya que los romanos han venido a tomar nuestro país, y a
destruir nuestra nación? Preferible es que nos matemos unos a otros a que
los romanos puedan decir que nos han dado ellos la muerte, y que han
logrado plena victoria sobre nosotros.
7.
Y sacaron sus espadas, y se hirieron, y así murieron doce mil de aquellos
hombres. Y los cadáveres extendieron una gran infección por toda la
ciudad.
8.
Y los reyes sintieron un espanto de muerte, y no podían soportar el hedor
de los cadáveres, ni sepultarlos, ni arrojarlos fuera de la ciudad.
9.
Y dijeron: ¿Qué hemos de hacer? Hemos entregado el Cristo a la muerte, y
ahora somos entregados a la muerte nosotros. Humillemos nuestras cabezas,
y demos a los romanos las llaves de la ciudad, puesto que Dios nos ha
entregado a la muerte.
10.
Y subieron a las murallas, y dijeron a gran voz a Tito y a Vespasiano:
Recibid las llaves de la ciudad, que os son donadas por el Mesías, a
quien llaman el Cristo.
11.
Y se pusieron en manos de Tito y Vespasiano, diciéndoles: Juzgadnos, pues
que nosotros hemos juzgado al Cristo, y lo hemos llevado a la muerte sin
motivo ninguno.
12.
Y Tito y Vespasiano hicieron lapidar a parte de ellos, y a otros los
crucificaron, con los pies hacia arriba y la cabeza hacia abajo, y los
hirieron a lanzadas.
13.
Y vendieron a otros como esclavos y se repartieron a los demás, haciendo
cuatro divisiones, como ellos con las vestiduras del Señor.
14.
Y Tito y Vespasiano dijeron: Ellos vendieron a Cristo por treinta dineros
de plata, y nosotros venderemos treinta de ellos por un solo denario.
Y lo hicieron así, y luego tomaron Jerusalén y todas las tierras de
Judea.
15.
Y empezaron a buscar la faz de Cristo. Y hallaron a una mujer, llamada Verónica,
que la tenía.
16.
Y apresaron a Pilatos, y lo pusieron en prisión, encargando a cuatro
piquetes de once soldados cada uno que lo guardaran y vigilaran la puerta
de su encierro.
17.
Y mandaron emisarios a Tiberio, emperador de Roma, pidiéndole que les
enviase a Velosiano.
18.
Y Tiberio le dijo: Toma cuanto sea preciso para andar por el mar, y baja a
Judea, y busca a uno de los discípulos de aquel que se llamaba el Cristo
y el Señor, para que venga a mí y, en nombre de su Dios, me cure de la
lepra y de las enfermedades, que me afligen cada día más, y de las
llagas, que cada día me atormentan más vivamente. Y lleva contra los
reyes de los judíos que están sometidos a mi imperio todas tus fuerzas y
terribles máquinas de guerra, y condénalos a muerte, ya que ellos han
matado a Jesucristo, Nuestro Señor. Y si encuentras un hombre que me
pueda curar de mi enfermedad, yo creeré en Cristo, hijo de Dios, y
me haré bautizar en su nombre.
19.
Y Velosiano dijo: Señor emperador, si yo encuentro un hombre que pueda
ayudarnos, y libertarnos de las enfermedades, ¿qué recompensa le
prometeré? Y dijo Tiberio: Yo le donaré la mitad de mi Imperio, y él la
tendrá en sus manos.
20.
Y Velosiano se puso en camino y, tomando un buque, se dio a la vela, y
navegó a través del mar. Y estuvo en el mar un año y siete días, después
de cuyo plazo llegó a Jerusalén.
21.
Y ordenó que ciertos judíos vinieran a rendirle homenaje, y procuró
informarse con ciudado de los actos de Nuestro Señor Jesucristo.
22.
Y José de Arimatea y Nicodemo se reunieron allí. Y dijo Nicodemo: Yo lo
he visto, y sé que verdaderamente era el Salvador del mundo. Y dijo José:
Y yo lo he descendido de la cruz, y lo he puesto en un sepulcro reciente,
que había sido tallado en la roca, y los judíos me tuvieron encerrado el
día dr Pascua hasta la tarde, y mientras yo estaba preso, la casa fue
sostenida por los cuatro rincones, y yo vi al Señor Jesucristo
resplandeciendo con una luz como la de las estrellas. Y caí por tierra
lleno de terror.
23.
Y él me dijo: Mírame, soy Jesús, a quien tú has enterrado en su tumba.
Y yo le dije: Muéstrame el sepulcro en que yo te he colocado. Y Jesús,
tomando mi mano con la suya derecha, me condujo al lugar en que yo lo había
depositado.
24.
Y vino la mujer llamada Verónica, y dijo: Yo, entre la multitud, toqué
la franja de su vestido, porque padecía desde doce años antes un flujo
de sangre, y me curé. Y entonces Volosiano dijo a Pilatos: Impío y
cruel, ¿por qué has hecho morir al hijo de Dios?
25.
Y Pilatos respondió: Las gentes de la nación y los pontífices Anás y
Caifás me lo habían entregado. Y dijo Velosiano: Impío y cruel, mereces
la muerte y una pena severa. Y lo hizo entrar de nuevo en la prisión.
26.
Y Velosiano preguntó por el rostro o la faz del Salvador. Y cuantos allí
estaban dijeron: La mujer que se llama Verónica es la que tiene en su
casa la faz del Salvador.
27.
Y él ordenó que la condujesen ante sí. Y le preguntó: ¿Tienes la faz
del Salvador en tu casa? Y ella lo negó.
28.
Y Velosiano ordenó que se le diese tormento hasta que entregase la imagen
del Señor. Y, cediendo a la violencia, Verónica dijo: Yo la tengo en un
lienzo, y la adoro a diario. Y diciéndole Velosiano: Muéstramela, ella
mostró el rostro del Señor.
29.
Y viéndola, Velosiano, se posternó en tierra y, con fe sincera y corazón
encendido, la tomó, la envolvió en una tela dorada, la cerró en una
caja, y la selló con su anillo. E hizo un juramento: Por el Dios vivo y
por la salud del César, que no verá su faz nadie hasta que vea yo la de
mi señor, Tiberio.
30.
Y, cuando hubo hablado así, los jefes de la Judea tomaron a Pilatos para
conducirlo a un puerto de mar. Y Velosiano, con el rostro del Señor, y
seguido de todos sus discípulos y satélites, se embarcó el mismo día.
31.
Y Verónica abandonó, por el amor de Cristo, cuanto poseía, y siguió a
Velosiano. Y él le dijo: Mujer, ¿qué buscas, o qué quieres?
32.
Y ella contestó: Busco la faz de Nuestro Señor Jesucristo, que me ha
iluminado no por mis merecimientos, sino por su piadosa misericordia. Devuélveme
la imagen de Nuestro Señor Jesucristo, porque me mata el dolor de no
tenerla. Si no me la devuelves, yo no te abandonaré hasta que no vea dónde
la has depositado, pues quiero, miserable de mí, servirla todos los días
de mi vida. Porque creo que es mi redentor, y que vive en la eternidad.
33.
Y Velosiano ordenó que se admitiese a Verónica con él en el buque. Y,
desplegando las velas, comenzaron a navegar en el nombre del Señor y
avanzaron a través del mar. Y Tito y Vespasiano habían quedado en Judea
sometiendo el país a su dominación.
34.
Pasado un año, Velosiano llegó la ciudad de Roma. Y orientó su barco
hacia el río que llaman el Tíber, y entró en ella. Y despachó un
emisario a su señor el emperador Tiberio, para anunciarle su feliz
llegada.
Conversión
de Tiberio
VI
1.Y Tiberio, oyendo al
emisario, fue invadido de extremada alegría, y ordenó que Velosiano se
presentara ante él.
2.
Y le dijo a Velosiano: ¿Cómo has venido, y qué has visto en el país de
Judea, que concierna al Señor Cristo y a sus discípulos? Indícame cómo
debo curarme de la lepra, y yo pondré todo mi imperio en tu poder y en el
suyo.
3.
Y Velosiano dijo: Mi señor y emperador, yo he encontrado en Judea a tus
servidores Tito y Vespasiano, temerosos del Señor, y están curados de
sus úlceras y dolencias. Y he hallado que, por orden de Tito, todos los
príncipes y soberanos de la Judea habían sido crucificados. Anás y Caifás
han sido lapidados. Y a Pilatos yo mismo lo he enviado a Damasco,
encadenado, y prisionero bajo una buena guardia. Y me he informado de que
los detestables judíos hirieron a Jesús con espadas y con palos, y que
lo hicieron crucificar, a él, que vino a salvarnos. Y José de Arimatea y
Nicodemo vinieron llevando aceite de olivar y mirra, con un peso de cerca
de cien libras, para ungir el cuerpo de Jesús, y lo descendieron y lo
sepultaron en un sepulcro nuevo. Y al tercer día resucitó de entre los
muertos, y se mostró a sus discípulos en la misma envoltura carnal en
que había nacido. Y cuarenta días más tarde lo vieron elevarse al
cielo. Y Jesús hizo muchos milagros antes de su pasión y después de
ella. Cambió el agua en vino, curó leprosos, resucitó muertos, hizo ver
a los ciegos y oír a los sordos, sanó paralíticos, expulsó demonios, y
devolvió el habla a los mudos. Y resucitó a Lázaro, que llevaba muerto
y sepultado cuarenta días, y curó a Verónica, que sufría de doce años
antes un flujo de sangre, y que tocó el borde de su vestidura. Y plugo al
Señor de los cielos que el Hijo de Dios, que ha sido enviado a este mundo
y ha muerto sobre la tierra, enviase a un ángel, y diése órdenes a Tito
y a Vespasiano, a quienes yo he conocido aquí mismo, donde está tu
trono. Y plugo a Dios Todopoderoso que ellos fuesen a Judea y a Jerusalén,
y apresasen a sus altos dignatarios, y los sometiesen a juicio, como ellos
habían hecho a Jesús.
4.
Y Vespasiano dijo: ¿Qué haremos de los que quedan? Y Tito repuso:
Ellos han crucificado a Nuestro Señor sobre un madero verde, y lo han
herido con una lanza. Colguémoslos nosotros de un madero seco, e hirámoslos
con una lanza. Y así lo hicieron. Pero dijo Vespasiano: ¿Qué haremos
con los que quedan aún? Y respondió Tito: Ellos dividieron en cuatro
partes la túnica de Nuestro Señor Jesucristo. Apresémoslos nosotros, y
dividámoslos en cuatro partes: una para ti, otra para mí, otra para tus
soldados y otra para mis hijos. Y lo hicieron así. Y dijo Vespasiano: ¿Qué
haremos con los que quedan aún? Y Tito respondió: Los judíos vendieron
a Nuestro Señor por treinta monedas de plata. Y lo hicieron de esa guisa.
5. Y prendieron a Pilatos, y me lo entregaron, y yo lo encerré en una prisión en Damasco. Y puse cuatro centuriones para guardarlo. Y envieron comisarios para buscar con gran interés el rostro del Señor, y encontraron una mujer llamada Verónica, que poseía la efigie del Señor.
5. Y prendieron a Pilatos, y me lo entregaron, y yo lo encerré en una prisión en Damasco. Y puse cuatro centuriones para guardarlo. Y envieron comisarios para buscar con gran interés el rostro del Señor, y encontraron una mujer llamada Verónica, que poseía la efigie del Señor.
6.
Y el emperador Tiberio dijo a Velosiano: ¿Dónde tienes esa efigie? Y
contestó Velosiano: La tengo en un lienzo de tela de oro, envuelta en un
manto. Y el emperador Tiberio le dijo: Extiéndela ante mí, para que yo
me ponga de hinojos, y la adore en tierra.
7.
Y Velosiano desplegó su manto, que envolvía la tela de oro en que iba la
imagen del Señor. Y el emperador Tiberio la vio.
8.
Y adoró con ferviente corazón la imagen del Señor, y su carne curó, y
fue como la de un niño pequeño. Y todos los ciegos, los leprosos, los
cojos, los mudos, los sordomudos y cuantos sufrían distintas enfermedades
fueron curados y librados de sus males.
9.
Y el emperador Tiberio, con la cabeza baja y dobladas las rodillas, exclamó:
Feliz el vientre que te ha llevado y el seno que te ha nutrido. Y se
dirigió al Señor, con gemidos y lágrimas, diciendo: Dios del cielo y de
la tierra, no permitas que yo peque, sino confirma mi alma y mi cuerpo, y
llévame a tu reino, que yo pondré siempre toda mi confianza en tu
nombre. Líbrame de todos mis males como libraste a los tres jóvenes
hebreos de los suyos en un horno ardiente.
10.
Y el emperador Tiberio preguntó a Velosiano: ¿Has visto hombres que
hayan conocido al Cristo? Y Velosiano repuso: Los he visto. Y Tiberio
dijo: ¿Has preguntado cómo se bautiza a los creyentes en Jesús?
11. Y Velosiano le dijo: Señor, tenemos aquí uno de los discípulos del Cristo. Y Tiberio ordenó que Nathan viniese a él. Y Nathan vino, y lo bautizó en el nombre del padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
11. Y Velosiano le dijo: Señor, tenemos aquí uno de los discípulos del Cristo. Y Tiberio ordenó que Nathan viniese a él. Y Nathan vino, y lo bautizó en el nombre del padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
12.
Y, cuando el emperador Tiberio se halló curado de todos sus males, subió
a su trono y dijo: Bendito seas, Señor, Dios omnipotente y digno de
alabanza, tú, que me has libertado de la muerte, y que me has purificado
de todas mis miserias, porque yo he pecado mucho en tu presencia, y no soy
digno de ver tu faz. Y así el emperador Tiberio fue instruido plenamente,
y creyó con sinceridad en todos los artículos de la fe.
Fuente:
Los Evangelios Apócrifos, por Edmundo González Blanco
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.