sábado, 22 de marzo de 2014

El libro secreto de Jaime


  
Capítulo 1:1 Jaime escribiendo a...
¡La Paz sea contigo  de la Paz! ¡El Amor del Amor! ¡La Gracia de la Gracia! ¡La Fe de la Fe! ¡La Vida de la Vida santa!  
2 Como me has pedido que te mandara un libro secreto revelado a mí y a Pedro por el Señor, no podía rechazarte ni rehusarme. Así que lo he escrito en hebreo y te lo he mandado a ti y sólo a ti.  
3 Pero, considerando que tú eres un ministro para la salvación de los santos, trata de tener cuidado de no comunicar este libro a mucha gente, pues el Salvador ni siquiera quería comunicárnoslo a todos nosotros, sus doce discípulos.
4 Sin embargo, bienaventurados los que se salvarán a través de la fe de este tratado.  
5 Hace diez meses que envié otro libro secreto que el Salvador me reveló. Piensa en este libro como una revelación a mí, Jaime.  
6 En cuanto a éste...  
7 Los doce discípulos estaban sentados juntos, y recordando lo que el Salvador le había dicho a cada uno de ellos, ya fuese en secreto o abiertamente, organizando sus recuerdos en libros. Yo, por mi parte, estaba también escribiendo mi libro.  
8 He aquí que el Salvador apareció. Nos había abandonado, y nosotros habíamos estado esperándole.  
9 Quinientos cincuenta días después de que resucitara de entre los muertos, nosotros le dijimos: «¿partiste y nos dejaste?».  
10 Jesús dijo: «No, pero volveré al lugar de donde vine. Si deseáis venir conmigo, ¡venid!».  
11 Contestaron todos ellos y dijeron: «Si tú nos lo ordenas, iremos».  
12 Él dijo: «En verdad os digo: ninguno de vosotros entrará jamás en el reino de los cielos porque yo lo ordenara, sino más bien porque vosotros mismos estáis saciados.  
13 Dejad a Jaime y a Pedro conmigo, para que yo pueda saciarlos».  
14 Después de llamar a los dos, se los llevó aparte, y ordenó a los otros que siguieran con su trabajo.  
                                                      
Capítulo 2:1 El Salvador dijo: «Habéis sido tratados bondadosamente...  
2 ... no habéis entendido– ¿no queréis ser saciados?  
3 Vuestros corazones están embriagados– ¿no queréis estar sobrios? ¡Qué vergüenza!  
4 A partir de ahora, despiertos o dormidos, recordad: Habéis visto, habéis hablado y habéis escuchado al Vástago de la Humanidad.  
5 ¡Hay de los que han visto al Vástago de la Humanidad!  
6 Bienaventurados los que no han visto, que no se han unido a, que no han hablado con, y que no han escuchado nada de este Ser Humano: ¡vuestra es la vida!  
7 «Entended esto: el Vástago de la Humanidad os curó cuando estabais enfermos, para que pudierais reinar.  
8 ¡Ay de los que han encontrado reposo en su enfermedad, porque volverán a estar enfermos!  
9 Bienaventurados los que jamás han estado enfermos, pero que han sabido del descanso antes de enfermar: ¡el reino de Dios es vuestro!  
10 «Por esta razón os digo: saciaos y que no haya espacio vacío dentro de vosotros, pues de lo contrario el que ha de venir puede reírse de vosotros».  
11 Entonces Pedro contestó: «He aquí que tres veces nos has dicho que nos saciemos, pero ya estamos saciados».  
12 El Salvador contestó y dijo: «Os he dicho que os saciéis para que no carezcáis de nada, ya que los que carecen no se salvarán. Así, estar saciado es bueno y carecer es malo.  
13 Pero también es bueno que carezcáis, pero malo para vosotros estar saciados.  
14 Porque los que están saciados también carecen, y una persona que carece no está saciada de la misma manera que otra. La que está saciada, empero, se vuelve suficientemente perfecta.  
15 Por ende, deberíais carecer cuando podéis estar saciados, y estar saciados cuando podéis carecer, pues entonces podéis ser saciados aún más.  
16 Así que estad saciados de espíritu pero carentes de razón humana, pues la razón humana es sólo razón humana, y el alma, también es sólo alma».
 
Capítulo 3:1 Yo contesté y le dije: «Señor, podemos obedecer si lo deseas, pues hemos dejado a nuestros padres, a nuestras madres y nuestras ciudades, y te hemos seguido. 
2 Mas danos los medios de evitar la tentación del diablo perverso».  
3 El Señor contestó y dijo: «¿Cuál es vuestra recompensa si cumplís con la voluntad del Padre, pero no recibís lo que al Padre da a los tentados por Satanás?  
4 Pero si sois afligidos y perseguidos por Satanás, y cumplís la voluntad del Padre, Yo os digo esto:
5 el Padre os amará, y os hará mis iguales, y pensará que os habéis convertido en amados, a través del pensamiento anterior del Padre, por vuestra libre elección.  
6 «¿No abandonaréis el amor a la carne y el temor al sufrimiento? ¿No lo sabéis?  
7 Todavía no habéis sido insultados, todavía no habéis sido acusados en falso, todavía no habéis sido arrojados a la prisión, todavía no habéis sido condenados injustamente, todavía no habéis sido crucificados sin motivo, y todavía no habéis sido enterrados en el suelo, como yo lo fui por el maligno.  
8 ¿Os atrevéis a pasar sin la carne, vosotros a quienes el espíritu rodea como a una muralla?  
9 Pensad cuanto tiempo ha existido el mundo antes que vosotros, y cuánto tiempo durará después de vosotros. Entonces descubriréis que vuestra vida no dura más que un solo día, y vuestro sufrimiento más que una sola hora.  
10 Porque lo que es verdaderamente bueno jamás será parte de este mundo.  
11 Desdeñad, pues, la muerte, mas amad la vida. Recordad mi cruz y mi muerte, y viviréis».  
12 Yo contesté y le dije: «Señor, no nos hables de tu cruz y muerte, pues están lejos de ti».  
13 El Señor contestó y dijo: «En verdad os digo: nadie que no crea en mi cruz se salvará, pues el reino de Dios pertenece a aquellos que creen en mi cruz.
14 Buscad, pues, la muerte como los muertos buscan la vida, pues lo que los muertos buscan se les hace claro. ¿Qué preocupación podrían tener entonces?  
15 Cuando vosotros, del mismo modo, preguntéis por la muerte, os enseñará sobre la elección.  
16 «En verdad os digo: nadie se salvará entre los que temen a la muerte. Porque el reino de la muerte pertenece a los que se dan muerte a sí mismos.  
17 ¡Sed superiores a mí!  
                                       
Capítulo 4:1 Entonces yo pregunté: «Señor, ¿cómo podemos profetizar a los que nos piden que les profeticemos? Pues muchas personas nos lo piden, y esperan oír un sermón de nosotros».  
2 El Señor contestó y dijo: «¿No sabéis que la cabeza de la profecía fue eliminada con Juan?».  
3 Yo dije: «Señor, ¿es en verdad posible eliminar la cabeza de la profecía?».  
4 El Señor me dijo: «Cuando comprendas lo que es la cabeza, y que la profecía sale de la cabeza, entonces comprende lo que esto significa: su cabeza fue eliminada.  
5 «Al principio hablé con vosotros por medio de parábolas, mas vosotros no comprendíais. Ahora hablo con vosotros claramente, y seguís sin percibir.  
6 Sin embargo, vosotros hacíais de parábola cuando yo hablaba en parábolas, y de manifestación cuando hablaba claramente.  
7 «Haced cuanto podáis para ser salvados sin que os apremien.  
8 Más bien, espoleaos y alcanzad la meta antes que yo si podéis. Entonces el Padre os amará.  
9 «Odiad la hipocresía y el pensamiento perverso. Pues tal pensamiento produce hipocresía, y la hipocresía está lejos de la verdad.  
10 «No permitáis que el reino de los cielos se consuma. Pues es como un retoño de palmera que dejó caer sus dátiles a su alrededor. Produjo capullos, y después de que crecieran, el tallo se secó.  
11 Esto es lo que le pasó al fruto que nació de esta raíz única. Después de ser cosechado, muchos retoños nuevos produjeron más dátiles.  
12 Ciertamente sería bueno que este nuevo crecimiento pudiera producirse ahora, para que vosotros pudierais encontrar el reino.  
13 «Fui glorificado así en una ocasión anterior. ¿Por qué, pues, me retenéis cuando ansío marcharme?  
14 Después de mi sufrimiento hicisteis que me quedara con vosotros otros dieciocho días debido a las parábolas.  
15 Para algunas personas fue suficiente escuchar mis enseñanzas y comprender estas parábolas: los Pastores, la Semilla, el Edificio, las Lámparas de las Vírgenes, los Salarios de los Obreros, las Monedas, y la Mujer.  
16 «Entusiasmaos con la palabra. Porque el primer aspecto de la palabra es la fe, el segundo es el amor, el tercero son las buenas obras, y de éstas nace la vida.  
17 «Porque la palabra es como un grano de trigo. Después de plantarlo, el agricultor tenía fe en él. Cuando echó retoños, él lo amó, pues ahora veía muchos granos en lugar de uno solo.  
18 Y después de hacer el trabajo, se salvó: preparó el grano como alimento, y guardó un poco para plantar de nuevo.  
19 «Así es también como podéis alcanzar el reino de los cielos. Si no lo conseguís a través del conocimiento, no podréis encontrarlo.  
Capítulo 5:1 «Por esto os digo: ¡vivid sobriamente! ¡No os dejéis llevar por el mal camino! A menudo os he dicho a todos juntos, y también os he dicho a solas, Jaime: ¡salvaos!  
2 Os he ordenado seguirme, y os he enseñado a actuar ante los gobernantes.  
3 «Tomad nota: bajé, hablé, fui afligido, y gané mi corona cuando os salvé.  
4 Porque bajé a morar con vosotros, para que también vosotros pudierais morar conmigo. Pero cuando me encontré con que vuestras casas estaban sin tejado, moré en otras casas que pudieron recibirme cuando bajé.  
5 «Confiad, pues, en mí, amigos míos. Comprended lo que es la gran luz.  
6 El Padre no me necesita, pues un padre no necesita un vástago.  
7 Mas bien, un vástago necesita un padre. A él voy, pues el Padre del Vástago no os necesita.  
8 «Escuchad la palabra, comprended el conocimiento, y amad la vida. Entonces nadie os perseguirá y nadie os oprimirá, a menos que vosotros os lo hagáis a vosotros mismos.  
Capítulo 6:1 «¡Vosotros, gente miserable! ¡Vosotros, desafortunados! ¡Vosotros, aspirantes a la verdad! ¡Vosotros, falsificadores del conocimiento!  
2 ¡Vosotros, pecadores contra el espíritu! ¿Por qué seguís escuchando cuando desde el principio deberíais haber estado hablando?  
3 ¿Por qué dormís cuando desde el principio deberíais haber estado despiertos, para que el reino de los cielos pudiera recibiros?  
4 En verdad os digo: es más fácil que una persona santa se hunda en la inmundicia, y que una persona iluminada se hunda en las tinieblas, que vosotros reinéis. ¿No es cierto?  
5 «Recuerdo vuestro llanto, vuestro luto, y vuestro dolor: nos van muy a la zaga.  
6 Así que ahora, vosotros que vivís fuera de la herencia del Padre, llorad cuando debáis, y lamentaos, y predicad lo que es bueno, pues el Vástago está ascendiendo, como es debido.  
7 «En verdad os digo: si yo hubiera sido enviado a personas que quisieran escucharme y hubiera hablado con ellas, jamás habría bajado a la tierra. ¡Deberíais estar avergonzados!  
8 «He aquí que os dejaré. Me iré, y no quiero estar más tiempo con vosotros, justamente como vosotros no queréis esto. ¡Daos prisa, pues, y seguidme!  
9 «Por esto os digo: Bajé por vuestra causa. Vosotros sois amados. Vosotros traeréis vida a muchas personas.  
10 Acudid al Padre, rogad a Dios frecuentemente, y Dios os dará.  
11 Bienaventurado quien os haya visto con Dios, cuando Dios sea proclamado entre los ángeles y glorificado entre los santos: ¡la vida es tuya!  
12 Sed felices y alegraos como hijos de Dios. Cumplid la voluntad de Dios, para que podáis ser salvados. Aceptad correctivos de mí, y salvaos.  
13 Yo estoy intercediendo por vosotros ante el Padre, y el Padre os perdonará muchas cosas».  
                                             
Capítulo 7:1 Cuando oímos estos comentarios, nos entusiasmamos, pues nos habíamos entristecido a causa de lo que describimos antes.  
2 Mas cuando el Señor vio que éramos felices, dijo: «¡Hay de los que no tenéis quien os ayude! ¡Ay de los que necesitéis la gracia!  
3 Bienaventurados los que se han vuelto confiados y han encontrado la gracia por sí mismos!  
4 «Comparaos con forasteros. ¿Cómo los ven en vuestra ciudad? ¿Por qué ansiáis desterraros y vivir lejos de vuestra ciudad?  
5 ¿Por qué desalojáis vuestra vivienda y la preparáis para los que quieren vivir en ella? ¡Vosotros, exiliados y fugitivos!  
6 ¡Ay de vosotros, pues seréis capturados!  
7 «¿Qué creéis? ¿Que el Padre es un amante de la Humanidad? ¿Que influyen en él las plegarias? ¿Que es gracioso con una persona debido a otra? ¿O que tolera a cualquiera que esté buscando?  
8 «Porque el Padre sabe del deseo, y de lo que la carne necesita: la carne no anhela el alma.  
9 Porque el cuerpo jamás peca aparte del alma y el alma nunca se salva aparte del espíritu.  
10 Pero si el alma se salva del mal, y el espíritu también se salva, entonces el cuerpo es libre de pecado.  
11 Porque el espíritu anima el alma, pero el cuerpo mata el alma. Dicho de otro modo, el alma se mata a sí misma.  
12 «En verdad os digo: el Padre ciertamente no perdonará el pecado del alma o la culpa de la carne.  
13 Pues nadie que haya llevado la carne se salvará. ¿Creéis que muchos han encontrado el reino de los cielos?  
14 ¡Bienaventurado el que se imagina a sí mismo como el cuarto en el cielo!».  
Capítulo 8:1 Cuando oímos estos comentarios, nos entristecimos. Pero cuando el Señor vio que estábamos tristes, dijo: «Por esto os digo que podéis conoceros a vosotros mismos.  
2 «Porque el reino de los cielos es como una espiga que crece en un campo. Cuando estuvo madura, esparció sus semillas, y llenó el campo de espigas para otro año.  
3 «Lo mismo vosotros: apresuraos a cosechar para vosotros mismos una espiga viva, para que podáis saciaros del reino.  
4 «Mientras yo esté con vosotros, escuchadme y confiad en mí. Mas cuando esté lejos de vosotros, recordadme.  
5 Recordad que estuve con vosotros y vosotros no me conocisteis.  
6 ¿Bienaventurados los que me han conocido!  
7 ¿Ay de los que han oído pero no han creído!  
8 ¡Bienaventurados los que no han visto pero, pese a ello, han creído!  
9 «Una vez más os insto: Estoy apareciendo ante vosotros y construyendo una casa que os es muy útil.  
10 Podéis encontrar cobijo en ella, y permanecerá en pie junto a la casa de vuestros vecinos cuando su casa amenace con derrumbarse.  
11 «En verdad os digo: ¡Ay de aquellos por quienes fui enviado abajo!  
12 ¡Bienaventurados los que han de ascender hasta el Padre!  
13 «Otra vez os amonesto, a vosotros que existís: sed como los que no existen, para que podáis morar con los que no existen.  
14 «No dejéis que este reino de los cielos se vuelva un desierto dentro de vosotros. No os enorgullezcáis a causa de la luz que trae iluminación.  
15 Mas bien comportaos con vosotros mismos como también yo me comporté con vosotros: me puse a mí mismo bajo una maldición por vuestra causa, para que pudierais salvaros».  
                                   
Capítulo 9:1 Pedro contestó a estos comentarios y dijo: «Señor, a veces nos instas a seguir hacia el reino de los cielos, pero otras veces nos rechazas.  
2 A veces nos alientas, nos empujas hacia la fe, y nos prometes vida, pero otras veces nos arrojas del reino de los cielos».  
3 El Señor contestó y nos dijo: «Os he presentado la fe muchas veces. Y, Jaime, me he revelado a ti, pero tu no me conociste.  
4 Ahora vuelvo a ver que a menudo eres feliz. Pero aunque estás encantado con la promesa de vida, estás triste y pesimista cuando recibes enseñanza sobre el reino.  
5 «Sin embargo, has recibido vida a través de la fe y el conocimiento. No hagas caso, pues, de las palabras de rechazo cuando las oigas.  
6 Pero cuando oigas hablar de la promesa, alégrate más aún.  
7 «En verdad os digo: quien reciba vida y crea en el reino nunca abandonará el reino, ni siquiera si el Padre desea expulsar a tal persona.  
8 «Esto es todo lo que voy a deciros. Ahora ascenderé al lugar del que vine.  
9 Cuando ansiaba ir, vosotros me expulsasteis, y en lugar de acompañarme, me perseguisteis.  
10 «Estad atentos a la gloria que me está esperando. Cuando hayáis abierto vuestros corazones, escuchad los himnos que me aguardan en el cielo.  
11 Porque hoy debo ocupar mi lugar a la diestra de mi Padre.  
12 «Os he dicho mi última palabra. Me voy: un carro  espiritual me ha subido, y ahora me desnudaré para poder vestirme.  
13 «¡Estad atentos! Bienaventurados los que predicaron el evangelio acerca del Vástago antes de que el Vástago bajase: porque cuando vine, pude ascender otra vez.  
14 Bienaventurados tres veces los que fueron proclamados por el Vástago antes de que nacieran: porque vosotros podéis compartir la salvación con ellos».  
Capítulo 10:1 Cuando el Señor dijo esto, se fue. Nosotros (yo y Pedro) nos pusimos de rodillas y dimos gracias, y elevamos nuestros corazones al cielo.  
2 Oímos con nuestros oídos y vimos con nuestros ojos el ruido de guerras, un trompetazo, y un gran tumulto.  
3 Cuando pasamos aquel lugar, enviamos nuestras mentes más lejos.  
4 Vimos con nuestros ojos y oímos con nuestros oídos himnos, alabanzas angélicas, y Angélico regocijo. Majestades celestiales estaban cantando himnos, y también nosotros nos regocijamos.  
5 De nuevo después de esto deseamos elevar nuestros espíritus hacia la majestad divina. Después de ascender, sin embargo, no se nos permitió ver u oír nada.  
6 Porque los otros discípulos nos llamaron y nos preguntaron: «¿Qué oísteis del Maestro? ¿qué os dijo? ¿Adónde fue?».  
7 Nosotros les contestamos: «Ascendió: nos dio su mano derecha, y prometió vida para todos nosotros; nos mostró niños que se venían detrás de nosotros , y nos ordenó que los amásemos, toda vez que por ellos debemos ser salvados».  
8 Cuando los discípulos oyeron esto, creyeron la revelación, pero se enfadaron por aquellos que nacerían.  
9 Yo no quise ofenderles, así que envié a cada uno de ellos a un lugar diferente.  
10 Yo mismo subí hasta Jerusalén y rogué que pudieran compartir la salvación con los amados que han de aparecer.  
11 Ruego que esto empiece con vosotros.  
12 De esta manera puedo salvarme, dado que las personas de quienes hablo serán iluminadas a través de mí por mi fe, y a través de otra fe todavía mejor que la mía. Porque yo quiero que la mía sea una fe inferior.  
13 Procurad, pues, ser como estas personas, y rogad que podáis compartir la salvación con ellas. Porque el Salvador nos dio la revelación por las personas que he mencionado.  
14 Por cuenta de ellas nosotros, a nuestra vez, proclamamos una parte en la salvación con ellas, aquellas para quienes el mensaje fue proclamado, aquellas a quienes el Señor ha hecho vástagos suyos.

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