domingo, 23 de marzo de 2014

EL PASTOR DE HERMAS (I)


                             
Visión Primera
[1] I. El amo que me crió me vendió a una tal Roda en Roma. Al cabo de muchos años la encontré de nuevo, y empecé a amarla como a una hermana. Después de cieno tiempo la vi bañándose en el río Tíber; y le di la mano, y la saqué del río. Y, al ver su hermosura, razoné en mi corazón, diciendo: «Cuán feliz sería si tuviera una esposa así, en hermosura y en carácter.» Y reflexioné meramente sobre esto, y nada más. Después de cieno tiempo, cuando estaba dirigiéndome a Cumas, y glorificando las criaturas de Dios por su grandeza y esplendor y poder, mientras andaba me quedé dormido. Y el Espíritu cayó sobre mí y se me llevó por un terreno sin caminos, por el cual no podía pasar nadie: porque el lugar era muy abrupto, y quebrado por hendiduras a causa de las aguas. Así pues, cuando hube cruzado el río, llegué a un país llano, y me arrodillé, y empecé a orar al Señor y a confesar mis pecados. Entonces, mientras oraba, se abrió el cielo vi a la señora, a quien había deseado, saludándome desde el cielo, diciendo: «Buenos días, Hermas». Y, mirándóla, le dije: «Señora, ¿qué haces aquí?» Entonces ella me contestó: «Se me ha traído aquí para que te redarguyera de tus pecados delante del Señor. » Le dije: «¿Es acerca de ti que me acusas?» «No», dijo ella, «pero oye estas palabras que te diré. Dios, que reside en los cielos, y creó de la nada las cosas que son, y aun las aumentó y multiplicó por amor a su santa Iglesia, está enojado contigo, porque pecaste contra mí.» Yo le contesté y dije: «¿Pequé contra ti? ¿En qué forma? ¿Te dije alguna vez alguna palabra inconveniente? ¿No te consideré siempre como si fueras una diosa? ¿No te respeté siempre como una hermana? ¿Cómo pudiste acusarme falsamente, señora, de tal villanía e impureza?» Riendo, ella me dijo: «El deseo hacia el mal entró en tu corazón. Es más, ¿no crees que es un acto malo para un justo si el mal deseo entra en su corazón? Es verdaderamente un pecado, y un pecado grande», dijo ella; «porque el justo tiene sólo propósitos justos. En tanto que sus propósitos son rectos, pues, su reputación se mantiene firme en el cielo, y halla al Señor fácilmente propicio en todo lo que hace. Pero los que albergan malos propósitos en sus corazones, se acarrean la muene y la cautividad, especialmente los que reclaman para sí mismos este mundo presente, y se jactan de sus riquezas, y no se adhieren a las cosas buenas que han de venir. Sus almas lo lamentarán, siendo así que no tienen esperanza, sino que se han abandonado a sí mismos y su vida. Pero ora a Dios, y Él sanará tus pecados, y los de toda tu casa, y de todos los santos.»
[2] II. Tan pronto como hubo dicho estas palabras se cerraron los cielos; y yo fui presa de horror y de pena. Entonces dije dentro de mí: «Si este pecado es consignado contra mí, ¿cómo puedo ser salvo? ¿O cómo voy a propiciar a Dios por mis pecados que son patentes y burdos? ¿O con qué palabras voy a rogar al Señor que me sea propicio?» En tanto que consideraba y ponderaba estas cosas en mi corazón, vi delante de mí una gran silla blanca de lana como la nieve; y allí vino una señora anciana en vestido resplandeciente, con un libro en las manos, y se sentó sola, y me saludó: «Buenos días, Hermas.» Entonces yo, apenado y llorando, dije: «Buenos días, señora.» Y ella me dijo: «¿Por qué estás tan abatido, Hermas, tú que eres paciente y bien templado, y siempre estás sonriendo? ¿Por qué estás tan caído en tu mirada y distante de la alegría?» Y le dije: «A causa de una de las palabras de una dama excelente contra la cual he pecado.» Entonces ella dijo: «¡En modo alguno sea así en un siervo de Dios! Sin embargo, el pensamiento entró en tu corazón respecto a ella. En los siervos de Dios una intención así acarrea pecado. Porque es un propósito malo e insano, en un espíritu devoto que ya ha sido aprobado, el desear algo malo, y especialmente si es Hermas el templado, que se abstiene de todo mal deseo y está lleno de toda simplicidad y de gran inocencia.
[3] III. »Con todo, no es por esto que Dios está enojado contigo, sino con miras a que puedas convenir a tu familia, que ha obrado mal contra el Señor y contra vosotros sus padres. Pero por apego a tus hijos tú no les amonestaste, sino que toleraste que se corrompieran de un modo espantoso. Por tanto, el Señor está enojado contigo. Pero Él quiere curar todos tus pecados pasados, que han sido cometidos en tu familia, jorque a causa de sus pecados e iniquidades tú has sido corrompido por las cosas de este mundo. Pera la gran misericordia del Señor tuvo piedad de ti y de tu familia, y te corroborará, y te afianzará en su gloria. Sólo que no seas descuidado, sino que cobres ánimo y robustezcas a tu familia. Porque como el herrero trabajando a martillazos triunfa en la tarea que quiere, así también el recto discurso repetido diariamente vence todo mal. No dejes, pues, de reprender a tus hijos; porque sé que si se arrepienten de todo corazón, serán inscritos en los libros de vida con los santos.» Después que hubieron cesado estas palabras suyas, me dijo: «¿Quieres escucharme mientras leo?» Entonces le dije: «Sí, señora.» Ella me dijo: «Está atento, y escucha las glorias de Dios.» Yo escuché con atención y con asombro lo que no tuve poder de recordar; porque todas las palabras eran terribles, que ningún hombre puede resistir. Sin embargo, recordé las últimas palabras, porque eran apropiadas para nosotros y suaves. «He aquí, el Dios de los ejércitos, que con su poder grande e invisible y con su gran sabiduría creó el mundo, y con su glorioso propósito revistió su creación de hermosura, y con su palabra estableció los cielos, y fundó la tierra sobre las aguas, y con su propia sabiduría y providencia formó su santa Iglesia, a la cual Él también bendijo; he aquí, quita los cielos y los montes y las colinas y los mares, y todas las cosas serán allanadas para sus elegidos, para que Él pueda cumplirles la promesa que había hecho con gran gloria y regocijo, siempre y cuando ellos guarden las ordenanzas de Dios, que han recibido con gran fe.»
[4] IV. Cuando hubo terminado de leer y se levantó de su silla, se acercaron cuatro jóvenes, y se llevaron la silla, y partieron hacia Oriente. Entonces ella me dijo que me acercara y me tocó el pecho, y me dijo: «¿Te gustó lo que te leí?» Y yo le dije: «Señora, estas últimas palabras me agradaron, pero las primeras eran difíciles y duras.» Entonces ella me habló y me dijo: «Estas últimas palabras son para los justos, pero las primeras eran para los paganos y rebeldes.» En tanto que ella me estaba hablando, aparecieron dos hombres y se la llevaron, tomándola por los brazos, y partieron hacia el punto adonde había ido la silla, hacia Oriente. Y ella sonrió al partir y, mientras se marchaba, me dijo: «Pónate como un hombre, Hermas.»

 
                                     
Visión Segunda
[5] I. Yo iba camino a Cumas, en la misma estación como el año anterior, y recordaba mi visión del año anterior mientras andaba; y de nuevo me tomó un Espíritu, y se me llevó al mismo lugar del año anterior. Cuando llegué al lugar, caí de rodillas y empecé a orar al Señor, y a glorificar su nombre, porque me había tenido por digno, y me había dado a conocer mis pecados anteriores. Pero después que me hube levantado de orar, vi delante de mí a la señora anciana, a quien había visto el año anterior, andando y leyendo un librito. Y ella me dijo:  «¿Puedes transmitir estas cosas a los elegidos de Dios?» Y yo le contesté: «Señora, no puedo recordar tanto; pero dame el librito, para que lo copie.» «Tómalo», me dijo, «y asegúrate de devolvérmelo.» Yo lo tomé, y me retiré a ciesto lugar en el campo y lo copié letra por letra; porque no podía descifrar las sílabas. Cuando hube terminado las letras del libro, súbitamente me arrancaron el libro de la mano; pero no pude vér quién lo había hecho.
[6] II. Y después de quince días, cuando hube ayunado y rogado al Señor fervientemente, me fue revelado el conocimiento del escrito. Y esto es lo que estaba escrito:  «Hermas, tu simiente ha pecado contra Dios, y han blasfemado del Señor, y han traicionado a sus padres a causa de sus grandes maldades, sí, han conseguido el  nombre de traidores de los padres, y, con todo, no sacaron provecho de su traición; y aun añadieron a sus pecados actos inexcusables y maldades excesivas; así que la medida de sus transgresiones fue colmada. Pero da a conocer estas palabras a todos tus hijos, y tu esposa será como tu hermana; porque ella tampoco se ha refrenado en el uso de la lengua, con la cual obra mal. Después que tú les hayas dado a conocer todas estas palabras, que el Señor me mandó que te revelara, entonces todos los pecados que ellos han cometido con anterioridad les serán perdonados; sí, y también a todos los santos que han pecado hasta el día de hoy, si se arrepienten de todo corazón, y quitan la doblez de ánimo de su corazón. Porque el Señor juró por su propia gloria, con respecto a sus elegidos: que si, ahora que se ha puesto este día como límite, se comete pecado, después no habrá para ellos salvación; porque el arrepentimiento para los justos tiene un fin; los días del arrepentimiento se han cumplido para todos los santos; en tanto que para los gentiles hay arrepentimiento hasta el último día. Por consiguiente, tú dirás a los gobernantes de la Iglesia, que enderecen sus caminos en justicia, para que puedan recibir en pleno las promesas con gloria abundante. Los que obráis justicia, pues, estad firmes, y no seáis de doble ánimo, para que podáis ser admitidos con los santos ángeles. Bienaventurados seáis, pues, cuantos sufráis con paciencia la gran tribulación que viene, y cuantos noiiiieguen su vida. Porque el Señor juró con respecto. a, su Hijo, que todos los que nieguen a su Señor serán rechazados de su vida, incluso los que ahora están a punto de negarle en los días venideros; pero a los que le negaron antes de ahora, a ellos les fue concedida misericordia por causa de su gran bondad.
[7] III. »Pero, Hermas, no guardes ya rencor contra tus hijos, ni permitas que tu hermana haga lo que quiera, para que puedan ser purificados de sus pecados anteriores. Porque ellos serán castigados con castigo justo, a menos que les guardes rencor tú mismo. El guardar un rencor es causa de muerte. Pero tú, Hermas, has pasado por grandes tribulaciones tú mismo, por causa de las transgresiones de tu familia, debido a que no te cuidaste de ellos. Porque tú les descuidaste, y te mezclaste a ellos con tus propias actividades malas. Pero en esto consiste tu salvación: en que no te apanes del Dios vivo, y en tu sencillez y tu gran continencia. Estas te han salvado si permaneces en ellas; y salvan a todos los que hacen tales cosas, y andan en inocencia y simplicidad. Estas prevalecen sobre toda maldad y persisten hasta la vida eterna. Bienaventurados todos los que obran justicia. Nunca serán destruidos. Pero tú dirás a Máximo: "He aquí viene tribulación (sobre ti) si tú crees apropiado negarme por segunda vez. El Señor está cerca de todos los que se vuelven a Él, como está escrito en Eldad y Modat, que profetizaron al pueblo en el desierto"»
[8] IV. Luego, hermanos, un joven de extraordinaria hermosura en su forma me hizo una revelación en mi sueño, y me dijo: «¿Quién crees que es la señora anciana, de la cual recibiste el libro?» Y yo dije: «La Sibila». «Te equivocas», me dijo, «no lo es». «¿Quién es, pues?», le dije. «La Iglesiá», dijo él. Yo le dije: «¿Por qué, pues, es de avanzada edad?» «Porque», me contestó, «ella fue creada antes que todas las cosas; ésta es la causa de su edad; y por amor a ella fue formado el mundo.» Y después vi una visión en mi casa. Vino la anciana y me preguntó si ya había dado el libro a los ancianos. Yo le dije que no se lo había dado. «Has hecho bien», me contestó, «porque tengo algunas palabras que añadir. Cuando habré terminado todas las palabras, será dado a conocer, mediante ti, a todos los elegidos. Por tanto, tú escribirás dos libritos, y enviarás uno a Clemente, y uno a Grapte. Y Clemente lo enviará a las ciudades extranjeras, porque éste es su deber; en tanto que Grapte lo enseñará a las viudas y huérfanos. Pero tú leerás (el libro) a esta ciudad junto con los ancianos que presiden sobre la Iglesia.»
                                     

Visión Tercera
[9] I. La tercera visión que vi, hermanos, fue como sigue: Después de ayunar con frecuencia, y rogar al Señor que me declarara la revelación que El había prometido mostrarme por boca de la señora anciana, aquella misma noche vi a la señora anciana, y ella me dijo: «Siendo así que eres tan insistente y estás ansioso de conocer todas las cosas, ven al campo donde resides, y hacia la hora quinta apareceré ante ti, y te mostraré lo que debes ver.» Yo le pregunté, diciendo: «Señora, ¿a qué parte del campo?» «Adonde quieras», me dijo. Yo seleccioné un lugar retirado y hermoso; pero, antes de hablarle y mencionarle el lugar, ella me dijo: «Iré allí donde tú quieras.» Fui, pues, hermanos, al campo, y conté las horas, y llegué al lugar que yo había designado para que ella viniera, y vi un sofá de marfil colocado allí, y sobre el sofá había un cojín de lino, y sobre el cojín una cobertura de lino fino.
Cuando vi estas cosas tan ordenadas, y que no habla nadie allí, me asombré, y me puse a temblar, y se me erizó el pelo; y un acceso de temor cayó sobre mí, porque estaba solo. Cuando me recobré, y recordé la gloria  de Dios, y me animé, me arrodillé y confesé mis pecados al Señor una vez más, como había hecho en la ocasión anterior.
Entonces vinieron seis jóvenes, los mismos que había visto antes, y se quedaron de pie junto a mí, y me escucharon atentamente mientras oraba y confesaba mis pecados al Señor. Y ella me tocó y me dijo: «Hermas, termina ya de rogar constantemente por tus pecados; ruega también pidiendo justicia, para que puedas dar parte de ella a tu familia.» Entonces me levantó con la mano y me llevó al sofá, y dijo a los jóvenes: «Id, y edifica». Y después que los jóvenes se hubieron retirado y nos quedamos solos, ella me dijo: «Siéntate aquí.» Y yo le dije: «Señora, que se sienten los ancianos primero.» «Haz lo que te mando», dijo ella, «siéntate». Entonces, cuando yo quería sentarme en el lado derecho, ella no me lo permitió, sino que me hizo una seña con la mano de que me sentara en el lado izquierdo. Como yo estaba entonces pensando en ello y estaba triste, porque ella no me habla permitido sentarme en el lado derecho, me dijo ella: «¿Estás triste, Hermas? El lugar de la derecha es para otros, los que han agradado ya a Dios y han sufrido por su Nombre. Pero a ti te falta mucho para poder sentarte con ellos; pero así como permaneces en tu sencillez, continúa en ella, y te sentarás con ellos, tú y todos aquellos que han hecho sus obras y han sufrido lo que ellos sufrieron. »
[10] II. «¿Qué es lo que sufrieron?», pregunté yo. «Escucha», dijo ella: «Azotes, cárceles, grandes tribulaciones, cruces, fieras, por amor al Nombre. Por tanto, a ellos pertenece el lado derecho de la Santidad -a ellos, y a los que sufrirán por el Nombre-. Pero para el resto hay el lado izquierdo. No obstante, para unos y otros, para los que se sientan a la derecha como para los que se sientan a la izquierda, hay los mismos dones, y las mismas promesas, sólo que ellos se sientan a la derecha y tienen cierta gloria. Tú, verdaderamente, deseas sentarte a la derecha con ellos, pero tienes muchos defectos; con todo, serás purificado de estos defectos tuyos; sí, y todos los que no son de ánimo indeciso, serán purificados de todos sus pecados en este día.»
Cuando hubo dicho esto, ella deseaba partir; pero, cayendo a sus pies, yo le rogué por el Señor que me mostrara la visión que me había prometido. Entonces ella me tomó de nuevo por la mano, y me levantó, y me hizo sentar en el sofá en el lado izquierdo, en tanto que ella se sentaba en el derecho. Y levantando una especie de vara reluciente, me dijo: «¿Ves algo muy grande?» Y yo le dije: «Señora, no veo nada.» Ella me dijo: «Mira, ¿no ves enfrente de ti una gran torre que es edificada sobre las aguas, de piedras cuadradas relucientes?» Y la torre era edificada cuadrada por los seis jóvenes que habían venido con ella. Y muchísimos otros traían piedras, y algunos de ellos de lo profundo del mar y otros de la tierra, y las iban entregando a los seis jóvenes. Y éstos las tomaban y edificaban. Las piedras que eran arrastradas del abismo las colocaban, en cada caso, tal como eran, en el edificio, porque ya se les había dado forma; y encajaban en sus junturas con las otras piedras; y se adherían tan juntas la una a la otra que no se podía ver la juntura; y el edificio de la torre daba la impresión como si fuera edificado de una sola piedra. Pero, en cuanto a las otras piedras que eran traídas de tierra firme, algunas las echaban a un lado, otras las ponían en el edificio, y otras las hacían pedazos y las lanzaban lejos de la torre. Había también muchas piedras echadas alrededor de la torre, y no las usaban para el edificio; porque algunas tenían moho, otras estaban resquebrajadas, otras eran demasiado pequeñas, y otras eran blancas y redondas y no encajaban en el edificio. Y vi otras piedras echadas a distancia de la torre, y caían en el camino y, con todo, no se quedaban en el camino, sino que iban a parar a un lugar donde no había camino; y otras caían en el fuego y ardían allí; y otras caían cerca de las aguas y, pese a todo, no podían rodar dentro del agua, aunque deseaban rodar y llegar al agua.
                                     


[11] III. Cuando ella me hubo mostrado estas cosas, quería irse con prisa. Yo le dije: «Señora, ¿qué ventaja tengo en haber visto estas cosas, si no sé lo que significan?» Ella me contestó y me dijo: «Tú eres muy curioso, al desear conocer todo lo que se refiere a la torre.» «Sí, señora», le dije, «para que pueda anunciarlo a mis hermanos, y que ellos [puedan gozarse más y] cuando oigan [estas cosas] puedan conocer al Señor en gran gloria.» Entonces me dijo: «Muchos (las) oirán; pero cuando oigan, algunos estarán contentos y otros llorarán. Sin embargo, incluso estos últimos, si oyen y se arrepienten, también estarán contentos. Oye, pues, las parábolas de la torre; porque te revelaré todas estas cosas. Y no me molestes más sobre la revelación; porque estas revelaciones tienen un término, siendo así que ya han sido completadas. No obstante, no cesarás de pedirme revelaciones; porque eres muy atrevido.
»La torre, que ves que se está edificando, soy yo misma, la Iglesia, a quien viste antes y ves ahora. Pregunta, pues, lo que quieras respecto a la torre, y te lo revelaré, para que puedas gozarte con los santos.» Yo le digo: «Señora, como me consideraste digno, una vez por todas, de revelarme todas estas cosas, revélamelas.» Entonces ella me dijo: «Todo lo que se te pueda revelar, se te revelará. Sólo que tu corazón esté con Dios, y no haya dudas en tu mente sobre las cosas que veas.» Le pregunté: «¿Por qué es edificada la torre sobre las aguas, señora?» «Ya te lo dije antes», dijo ella, «y verdaderamente tú inquieres diligentemente. Así que por tus preguntas descubrirás la verdad. Oye, pues, por qué la torre es edificada sobre las aguas: es porque vuestra vida es salvada y será salvada por el agua. Pero la torre ha sido fundada por la palabra del Todopoderoso y el Nombre glorioso, y es fortalecida por el poder invisible del Señor.»
[12] IV. Yo le contesté y le dije: «Señora, esto es grande y maravilloso. Pero los seis jóvenes que edifican, ¿quiénes son, señora?»
«Estos son los santos ángeles de Dios, que fueron creados antes que cosa alguna; a ellos el Señor entregó toda su creación para que la aumentaran y edificaran, y para ser señores de toda la creación. Por sus manos, pues, es realizada la edificación de la torre.». «Y ¿quiénes son los otros que acarrean las piedras?» «Son también ángeles de Dios; pero estos seis son superiores a ellos. El edificio de la torre, pues, será terminado, y todos juntos se regocijarán en el corazón (cuando estén) alrededor de la torre, y glorificarán a Dios que la edificación de la torre haya sido realizada.» Yo inquirí de ella, diciendo: «Señora, me gustaría saber con respecto al fin de las piedras y su poder, de qué clase son.» Ella me contestó y dijo: «No es que tú entre todos los hombres seas especialmente digno de que te sea revelado; porque hay otros antes que tú, y mejores que tú, a los cuales deberían haber sido reveladas estas visiones. Pero para que sea glorificado el nombre de Dios, se te ha revelado y se te revelará, por causa de los de ánimo indeciso, que preguntan en sus corazones si estas cosas son así o no. Diles, pues, que estas cosas son verdaderas, y que no hay nada apane de la verdad, sino que todas son firmes, y válidas, y establecidas sobre un fundamento seguro.
[13] V. »Oye ahora respecto a las piedras que entran en el edificio. Las piedras que son cuadradas y blancas, y que encajan en sus junturas, éstas son los apóstoles y obispos y maestros y diáconos que andan según la santidad de Dios, y ejercen su oficio de obispo, de maestro y diácono en pureza y santidad para los elegidos de Dios, algunos de los cuales ya duermen y otros están vivos todavía. Y, debido a que siempre están de acuerdo entre sí, tuvieron paz entre sí y se escucharon el uno al otro. Por tanto, sus junturas encajan en el edificio de la torre.» «Pero hay las que son sacadas de la profundidad del mar, y colocadas en el edificio y que encajan en sus junturas con las otras piedras que ya estaban colocadas; éstos, ¿quiénes son?» «Estos son los que han sufrido por el nombre del Señor.» «Pero las otras piedras que son traídas de tierra seca, me gustaría saber quiénes son éstos, señora.» Ella contestó: «Los que entran en el edificio, y todavía no están labrados, a éstos el Señor ha aprobado porque anduvieron en la rectitud del Señor y ejecutaron rectamente sus mandamientos.» «Pero los que van siendo traídos y colocados en el edificio, ¿quiénes son?» «Son jóvenes en la fe, y fieles; pero fueron advertidos por los ángeles que obren bien, porque en ellos fue hallada maldad.» «Pero los que fueron desechados y puestos a un lado, ¿quiénes son?» «Estos han pecado, y desean arrepentirse, por tanto no son lanzados a gran distancia de la torre, porque serán útiles para la edificación si se arrepienten. Los que se arrepienten, pues, silo hacen, serán fuertes en la fe si se arrepienten ahora en tanto que se construye la torre. Este privilegio lo tienen solamente los que se hallan cerca de la torre.
                                     

[14] VI. »Pero, ¿quisieras saber acerca de los que son hechos pedazos y lanzados fuera de la torre? Estos son los hijos del libertinaje. Estos recibieron la fe hipócritamente, y no hubo maldad que no se hallara en ellos. Por tanto, no tienen salvación, porque no son útiles para edificar, por razón de su maldad. Por tanto son desmenuzados y tirados por causa de la ira del Señor, porque le provocaron a ira. En cuanto al resto de las piedras que tú has visto echadas en gran número y que no entran en el edificio, de ellas, las que son mohosas son las que conocieron la verdad, pero no permanecieron en ella ni se mantuvieron adheridos a los santos. Por lo tanto, son inservibles.»
«Pero las que están resquebrajadas, ¿quiénes son?» «Estos son los que tienen discordia en su corazón el uno respecto al otro, y no hay paz entre ellos; tienen una apariencia de paz, pero cuando se separan el uno del otro, los malos pensamientos permanecen en sus corazones. Éstas son las rajas que tienen las piedras. Pero las que están cortadas y son más pequeñas, éstos han creído, y tienen su mayor parte en justicia, pero hay en ellos partes de iniquidad; por tanto, son demasiado pequeñas, y no son perfectas.»
«Pero, ¿quiénes son, señora, las piedras blancas y redondas que no encajaron en el edificio?» Ella me contestó: «¿Hasta cuándo vas a seguir siendo necio y obtuso, y lo preguntarás todo, y no entenderás nada? Éstos son los que tienen fe, pero también tienen las riquezas de este mundo. Cuando viene la tribulación, niegan a su Señor por razón de sus riquezas y sus negocios.» Y yo contesté y le dije: «¿Cuándo serán, pues, útiles en el edificio?» Ella me contestó: «Cuando les sean quitadas las riquezas que hacen descarriar sus almas, entonces serán útiles a Dios. Porque tal como la piedra redonda, a menos que sea cortada y pierda alguna parte de sí misma, no puede ser cuadrada, del mismo modo los que son ricos en este mundo, a menos que sus riquezas les sean quitadas, no pueden ser útiles al Señor. Aprende primero de ti mismo. Cuando tenías riquezas no eras útil; pero ahora eres útil y provechoso para vida. Sé útil a Dios, porque tú mismo también eres sacado de las mismas piedras.
[15] VII. »Pero las otras piedras que viste echadas lejos de la torre y que caen en el camino y van a parar fuera del camino a las regiones en que no hay camino, éstos son los que han creído, pero por razón de su corazón indeciso han abandonado el verdadero camino. De esta manera, ellos, pensando que pueden hallar un camino mejor, se extravían y son gravemente afligidos, cuando andan por las regiones en que no hay camino. Pero los que caen en el fuego y son quemados, éstos son los que finalmente se rebelaron contra el Dios vivo, y ya no entró más en sus corazones el arrepentirse, por causa de sus deseos atrevidos y de las maldades que han obrado. Pero los otros, que caen cerca de las aguas y, con todo, no pueden rodar al agua, ¿quieres saber cuáles son? Estos son los que han oído la palabra y quisieran ser bautizados en el nombre del Señor. Luego, cuando recapacitan sobre la pureza requerida por la verdad, cambian de opinión y vuelven a sus malos deseos.» Así terminó ella la explicación de la torre. Siendo yo importuno todavía, le pregunté aún si para todas aquellas piedras que fueron rechazadas y no encajaban en el edificio de la torre había arrepentimiento y un lugar en esta torre. «Pueden arrepentirse», me dijo, «pero no pueden encajar en esta torre. Serán encajados en otro lugar mucho más humilde, pero no hasta que hayan sufrido tormentos por esta razón y hayan cumplido los días de sus pecados. Y serán sacados por esta razón, porque participaron en la Palabra justa; y entonces serán aliviados de sus tormentos si se arrepienten de los actos malos que han cometido; pero si éstos no les llegan al corazón, no son salvos a causa de la dureza de sus corazones.»
                                     

[16] VIII. Cuando cesé de preguntarle sobre todas estas cosas, pues, ella me dijo: «¿Quisieras ver otra cosa?» Teniendo deseos de contemplarla, me gocé en gran manera de poder verla. Ella me miró, y sonrió, y me dijo: «¿Ves a siete mujeres alrededor de la torre?» «Las veo, señora», le dije. «Esta torre es sostenida por ellas, según orden del Señor. Oye ahora sus ocupaciones. La primera, la mujer de las manos fuertes, se llama Fe, por medio de la cual son salvados los elegidos de Dios. Y la segunda, la que está ceñida y tiene el aspecto enérgico de un hombre, se llama Continencia; es la hija de la Fe. Todo el que la sigue, pues, será feliz en su vida, porque se abstendrá de todo acto malo, creyendo que, si se abstiene de todo mal deseo, heredará la vida eterna.» «Y las otras, señora, ¿quiénes son?» «Son hijas la una de la otra. El nombre de la primera es Sencillez; el de la siguiente, Conocimiento; la próxima es Inocencia; la otra, Reverencia; la siguiente, Amor. Cuando tú, pues, hagas todas las obras de su madre, podrás vivir.» «Me gustaría saber, señora», le dije, «qué poder tiene cada una de ellas.» «Escucha, pues», dijo ella, «los poderes que tienen. Sus poderes son dominados cada una por la otra, y se siguen una a otra en el orden en que nacieron. De Fe nace Continencia; de Continencia, Simplicidad; de Simplicidad, Inocencia; de Inocencia, Reverencia; de Reverencia, Conocimiento; de Conocimiento, Amor. Sus obras, pues, son puras y reverentes y divinas. Todo aquel que sirva a estas mujeres, y tenga poder para dominar sus obras, tendrá su morada en la torre con los santos de Dios.» Entonces le pregunté, con respecto a las sazones, si la consumación es ya ahora. Pero ella gritó en alta voz: «Necio, ¿no ves que la torre va siendo construida? Cuando la torre haya sido edificada, habrá llegado el fin; pero será edificada rápidamente. No me hagas más preguntas: este recordatorio es suficiente para ti y para los santos, y es la renovación de vuestros espíritus. Pero no te fue revelado sólo a ti, sino para que puedas mostrar estas cosas a todos. Después de tres días -porque tú has de entender primero, y te encargo, Hermas, con las palabras que voy a decirte- (a ti te encargo) di todas estas cosas a los oídos de los santos, para que las oigan y las hagan y puedan ser purificados de sus maldades, y tú mismo con ellos.
[17] IX. »Oídme, hijos míos. Os crié en mucha simplicidad e inocencia y reverencia, por medio de la misericordia del Señor, que instiló justicia en vosotros, para que pudierais ser justificados y santificados de toda maldad y perversidad. Ahora pues, oídme y haya paz entre vosotros, y tened consideración el uno al otro, y ayudaos el uno al otro, y no participéis de lo creado por Dios a solas en la abundancia, sino también compartid con los que están en necesidad. Porque algunos, a causa de sus excesos en la comida, acarrean debilidad a la carne, y dañan su carne, mientras que la carne de los que no tienen nada que comer es dañada por no tener suficiente nutrición, y su cuerpo es echado a perder. Este exclusivismo, pues, es perjudicial para vosotros los que tenéis y no compartís con los que tienen necesidad. Advenid el juicio que viene. Así pues, los que tenéis más que suficiente, buscad a los hambrientos, en tanto que la torre no está terminada; porque una vez que la torre haya sido terminada, desearéis hacer bien y no hallaréis oportunidad de hacerlo. Mirad, pues, los que os alegráis en vuestra riqueza, que los que están en necesidad no giman, y su gemido se eleve al Señor, y vosotros con vuestra [abundancia de] cosas buenas halléis cerrada la puerta de la torre. Ahora, pues, os digo a vosotros los que gobernáis la Iglesia y que ocupáis sus asientos principales, no seáis como los charlatanes. Los charlatanes, verdaderamente, llevan sus drogas en cajas, pero vosotros lleváis vuestra droga y vuestro veneno en el corazón. Estáis endurecidos, y no queréis limpiar vuestros corazones, y mezclar vuestra sabiduría en un corazón limpio, para que podáis conseguir misericordia del Gran Rey. Mirad, pues, hijos, que estas divisiones no os priven de vuestra vida. ¿Cómo es posible que queráis instruir a los elegidos del Señor, en tanto que vosotros no tenéis instrucción? Instruíos unos a otros, pues, y tened paz entre vosotros, que yo también pueda estar contento delante del Padre, y dar cuenta de todos vosotros a vuestro Señor.»
[18] X. Así pues, cuando ella hubo cesado de hablarme, los seis jóvenes que edificaban vinieron y se la llevaron a la torre, y otros cuatro levantaron el sofá y se lo llevaron también a la torre. No les vila cara a éstos, porque la tenían vuelta al otro lado. Y cuando ella se iba, yo le pedí que me revelara qué significaban las tres formas en que ella se me había aparecido. Ella me contestó y dijo: «Con respecto a estas cosas has de preguntar a otro, para que puedan serte reveladas.» Pues yo la vi, hermanos, en mi primera visión del año pasado, como una mujer muy anciana y sentada en una silla. En la segunda visión su rostro era juvenil, pero su carne y su cabello eran añosos, y me hablaba estando de pie; y ella estaba más contenta que antes. Pero en la tercera visión era del todo joven y de extraordinaria hermosura, y sólo su cabello se veía de edad; y estaba contenta en gran manera y sentada sobre un sofá. Y yo estaba muy deseoso de saber la revelación de estas cosas. Y veo a la anciana en una visión de la noche, diciéndome: «Toda pregunta requiere humildad. Ayuna, pues, y recibirás del Señor lo que has pedido.» Así que ayuné un día; y aquella noche se me apareció un joven y me dijo: «Siendo así que insistes pidiendo revelaciones, vigila que con tu mucho preguntar no dañes tu carne. Bástente estas revelaciones. ¿No puedes ver otras revelaciones más poderosas que las que has visto?» Y yo le dije en respuesta: «Señor, sólo pregunto una cosa, con respecto a las tres formas de la anciana: que me sea concedida una revelación completa.» El me dijo como respuesta: «¿Hasta cuándo serás sin entendimiento? Es tu ánimo indeciso que hace que no tengas entendimiento, y que tu corazón no esté puesto hacia el Señor.» Yo le contesté y le dije de nuevo: «De ti, Señor, sabré las cosas con más precisión.»


                                     

[19] XI. «Escucha», me dijo, «con referencia a las tres formas sobre las cuales preguntas. En la primera visión, ¿por qué no se te apareció como una anciana y sentada en una silla? Porque tu espíritu era añoso, y ya decaído, y no tenía poder por razón de tus debilidades y actos de indecisión. Porque como un anciano, no teniendo ya esperanza de renovar su juventud, no espera nada sino caer dormido, así vosotros también, siendo debilitados con las cosas de este mundo, os entregáis a lamentaciones, y no echáis vuestros cuidados sobre el Señor, sino que vuestro espíritu está quebrantado, y sois achacosos con vuestras aflicciones.» «¿Por qué, pues, estaba sentada en una silla, quisiera saber, Señor?» «Porque toda persona débil se sienta en una silla por causa de su debilidad, para que sea sostenida la debilidad de su cuerpo. Así que tú tienes el simbolismo de la primera visión.
[20] XII. »Pero en la segunda visión la viste de pie, y con el rostro más juvenil y más alegre que antes; pero su carne y su cabello eran añosos. Escucha esta parábola también», me dijo. «Imagfnate a un anciano que ha perdido toda esperanza de sí mismo, por razón de su debilidad y su pobreza, y no espera nada más que su último día en la vida. De repente le dejan una herencia. Oye las noticias, se levanta y, lleno de gozo, se viste con energia, y ya no está echado, sino de pie, y su espíritu, que estaba quebrantado hace un momento por razón de sus circunstancias anteriores, es renovado otra vez, y ya no está sentado, sino que se siente animoso; así también era contigo, cuando oíste la revelación que el Señor te reveló. Porque Él tuvo compasión de ti, y renovó tus ánimos, y puso a un lado tus dolencias, y te vino fuerza, y fuiste hecho poderoso en la fe, yel Señor se regocijó en verte fortalecido. Y, por tanto, El te mostró la edificación de la torre; si, y también otras cosas te mostrará si de todo corazón tenéis paz entre vosotros.
[21] XIII. »Pero en la tercera visión la viste más joven y hermosa y alegre, y su forma hermosa. Porque tal como uno que está lamentándose, al recibir buenas noticias, inmediatamente olvida sus penas anteriores y no admite nada sino las noticias que ha oído, y es fortalecido por ellas en lo que es bueno, y su espíritu es renovado por razón del gozo que ha recibido, del mismo modo también vosotros habéis recibido una renovación de vuestros espíritus al ver estas cosas buenas. Y si la viste sentada en un sofá, la posición es firme; porque el sofá tiene cuatro patas y se mantiene firme; porque el mundo también es sostenido por medio de cuatro elementos. Así pues, los que se han arrepentido plenamente serán jóvenes de nuevo, y afianzados firmemente, siendo así que se han arrepentido de todo su corazón. Ahí tienes la revelación entera y completa. No pidas más revelaciones; pero si aún te falta algo, te será revelado.»
Visión Cuarta
[22] I. La cuarta visión la vi, hermanos, veinte días después de la anterior que había tenido, y era un tipo de la tribulación inminente. Yo andaba por la Vía de la Campania, hacia el campo. Desde la carretera (al lugar adonde iba) hay unos diez estadios; el terreno es fácil de andar. Iba solo, y rogaba al Señor que completara las revelaciones y las visiones que me había mostrado por medio de su santa Iglesia, para que Él me fortaleciera a mí mismo y diera arrepentimiento a sus siervos que han tropezado, para que su Nombre grande y glorioso pueda ser glorificado, pues me había considerado digno de mostrarme sus maravillas. Y mientras le daba gloria y acción de gracias, me contestó como si fuera el sonido de una voz: «No dudes en tu mente, Hermas.» Empecé a preguntarme y decirme: «¿Cómo puedo dudar en mi mente siendo así que he sido tan firmemente afianzado por el Señor y he visto cosas gloriosas?» Y seguí un poco adelante, hermanos, y he aquí, vi una nube de polvo que se levantaba hacia el cielo, y empecé a decirme: «¿Es posible que sea ganado que se acerca, y levanten una nube de polvo?», porque estaba.a un estadio de distancia. Cuando la nube de polvo se fue haciendo cada vez mayor, sospeché que se trataba de algo sobrenatural. Entonces el sol brilló un poco, y he aquí, vi una gran bestia como un monstruo marino, y de su boca salían langostas de fuego. Y la bestia tenía unos cien pies de longitud, y su cabeza era como si fuera de arcilla. Y empecé a llorar y a rogar al Señor que me rescatara de ella. Y recordé la palabra que había oído: «No tengas dudas en tu mente, Hermas.» Así que, hermanos, habiéndome revestido de la fe del Señor y recordado las obras poderosas que Él me había enseñado, cobré ánimos y me dirigí hacia la bestia. Ahora bien, la bestia se acercaba con tal furia que podría haber dejado en ruinas una ciudad. Llegué cerca de ella, y aunque el monstruo era enorme, se tendió en el suelo, y meramente sacó la lengua y no se movió en lo más mínimo hasta que yo hube pasado por su lado. Y la bestia tenía en su cabeza cuatro colores: negro, luego color de fuego y sangre, luego oro, luego blanco.
                                     

[23] II. Así pues, una vez hube pasado la bestia y avanzado unos treinta pasos, he aquí, vino hacia mí una virgen ataviada como si saliera de la cámara nupcial, toda blanca y con sandalias blancas, velada hasta la frente, y la cobertura de su cabeza era un turbante, y su cabello era blanco. Sabía por visiones anteriores que era la Iglesia, y me alegré algo. Ella me saludó y me dijo: «Buenos días, buen hombre»; yo la saludé a mi vez: «Buenos días, señora.» Ella me contestó y me dijo: «¿No has encontrado nada?» Yo le dije: «Señora, una bestia enorme, que podría haber destruido pueblos enteros; pero, por el poder del Señor y por su gran misericordia, escapé de ella.» «Tú escapaste de ella, cieno», dijo ella, «porque pusiste en Dios todos tus cuidados, y abriste tu corazón al Señor, creyendo que puedes ser salvado sólo por medio de su Nombre grande y glorioso. Por tanto, el Señor envió a su ángel, que está sobre las bestias, cuyo nombre es Segri, y le cerró la boca para que no pudiera causarte daño. Tú has escapado de una gran tribulación por causa de tu fe, y porque, aunque viste una bestia tan inmensa, no dudaste en tu mente. Ve, pues, y declara a los elegidos del Señor sus obras poderosas, y diles que esta bestia es un tipo de la gran tribulación que ha de venir. Por tanto, si os preparáis de antemano, y os arrepentís (y os volvéis) al Señor de todo corazón, podréis escapar de ella si vuestro corazón es hecho puro y sin mácula y si durante el resto de los días de vuestra vida servís al Señor de modo intachable. Echa tus cuidados sobre el Señor y Él se hará cargo de ellos. Confiad en el Señor, hombres de poco ánimo, porque El puede hacer todas las cosas, sí, puede apanar su ira de vosotros, y también enviar sus plagas sobre vosotros los que sois de ánimo indeciso. Ay de aquellos que oyen estas palabras y son desobedientes; sería mejor para ellos que no hubieran nacido.»
[24] III. Le pregunté con respecto a los cuatro colores que la bestia tenía sobre la cabeza. Entonces ella me contestó y me dijo: «Otra vez eres curioso sobre estas cosas.» «Sí, señora», le dije, «hazme saber qué son estas cosas.» «Escucha», me dijo; «el negro es este mundo en el cual vivís; y el fuego y el color del fuego y la sangre muestran que este mundo perecerá a sangre y fuego; y el dorado son los que han escapado de este mundo. Porque así como el oro es probado por el fuego y es hecho útil, así también vosotros [que habitáis en él] sois probados. Los que permanecen y pasan por el fuego serán purificados por él. Porque como el oro pierde su escoria, así vosotros también vais a desprenderos de toda aflicción y tribulación, y seréis purificados, y seréis útiles para la edificación de la torre. Pero la parte blanca es la edad venidera, en la cual residirán los elegidos de Dios; porque los elegidos de Dios serán sin mancha y puros para la vida eterna. Por lo tanto, no ceses de hablar a los oídos de los santos. Ahora tenéis el simbolismo también de la tribulación que se avecina potente. Pero si estáis dispuestos, no será nada. Recordad las cosas que han sido escritas de antemano.» Con estas palabras partió, y no vi en qué dirección había partido; porque se hizo un ruido; y me volví atemorizado, pensando que la bestia venía hacia mí.
Visión Quinta
[25] Mientras oraba en la casa y estaba sentado en el sofá, entró un hombre de rostro glorioso, vestido como un pastor, envuelto en una piel blanca, y con su zurrón al hombro y un cayado en la mano. Y me saludó, y yo le devolví el saludo. E inmediatamente se sentó a mi lado y me dijo: «Me ha enviado el ángel más santo, para que viva contigo el resto de los días de tu vida.» Yo pensé que había venido a tentarme y le dije: «¿Por qué?, ¿quién eres? Porque sé», le dije, «a quién he sido confiado.» Él me dijo: «¿No me reconoces?» «No», le contesté. «Yo», me dijo, «soy el pastor a quien has sido confiado.» En tanto que me estaba hablando, su forma cambió, y le reconocí como el mismo a quien había sido confiado; e inmediatamente quedé confundido, y el temor se apoderó de mí, y quedé anonadado por la aflicción de haberle contestado de modo tan malvado e insensato. Pero él me contestó y dijo: «No te quedes azorado, sino sé confirmado en los mandamientos que estoy a punto de darte. Porque yo he sido enviado», dijo, «para mostrarte de nuevo las cosas que viste antes, en especial las que sean convenientes para ti. Ante todo, escribe mis mandamientos y mis parábolas; y las otras cosas las escribirás según te mostraré. Y me dijo: La razón por la que te mando que escribas primero los mandamientos y las parábolas es que puedas leerlas sobre la marcha, y así puedas guardarlas.» Así que escribí los mandamientos y las parábolas, tal como me mandó. Por tanto, si, cuando las oís, las guardáis y andáis en ellas, y las hacéis con el corazón puro, recibiréis del Señor todas las cosas que Él ha prometido; pero si, cuando las oís, no os arrepentís, sino que añadís todavía a vuestros pecados, recibiréis del Señor lo opuesto. Todas estas cosas me mandó que escribiera el pastor, el ángel del arrepentimiento.
                                     

Primer Mandato
[26] «Ante todo, cree que Dios es uno, y que Él creó todas las cosas y las puso en orden, y trajo todas las cosas de la no existencia al ser, que comprende,todas las cosas siendo Él solo incomprensible. Cree en Él, pues, y témele, y en este temor ejerce dominio sobre ti mismo. Guarda estas cosas, y te verás libre de toda maldad, y serás revestido de toda excelencia y justicia, y vivirás para Dios si guardas este mandamiento.»
Segundo Mandato
[27] Y me dijo: «Mantén la simplicidad y la inocencia, y serás como un niño pequeño, que no conoce la maldad que destruye la vida de los hombres. Ante todo, no digas mal de ningún hombre, ni tengas placer en escuchar a un calumniador. De otro modo, tú que escuchas serás también responsable del pecado de aquel que habla mal, si crees la calumnia que oyes; porque, al creerla, tú también tendrás algo que decir contra tu hermano. Así que serás responsable del pecado del que dice el mal. La calumnia es mala; es un demonio inquieto, que nunca está en paz, sino que siempre se halla entre divisiones. Abstente, pues, de ella, y tendrás paz en todo tiempo con todos los hombres. Pero revístete de reverencia, en la cual no hay tropiezo, sino que todas las cosas son suaves y alegres. Haz lo que es bueno, y de todas tus labores, que Dios te da, da a todos los que están en necesidad generosamente, sin hacer preguntas sobre a quién has de dar y a quién no has de dar. Da a todos, porque Dios desea que todos reciban de su abundancia. Los que reciben, pues, tendrán que dar cuenta a Dios de por qué lo han recibido y a qué fin; porque los que reciben en necesidad no serán juzgados, pero los que reciben con pretextos simulados recibirán el castigo. Así pues, el que da es inocente; porque como recibe del Señor el servicio a ejecutar, lo ha ejecutado en sinceridad, sin hacer distinción entre a quién da y a quién no da. Esta ministración, pues, cuando es ejecutada sinceramente, pasa a ser gloriosa a la vista de Dios. El que ministra así sinceramente, pues, vivirá para Dios. Por tanto, guarda este mandamiento que te he dado: que tu propio arrepentimiento y el de tu casa puedan ser hallados sinceros, y [tu] corazón puro y sin mancha.»


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