domingo, 23 de marzo de 2014

Fragmentos del Libro de las Revelaciones de los Esenios


                             
 
He aquí que el Ángel del Aire lo traerá y todos los ojos lo verán y la  Hermandad, toda la vasta Hermandad de la Tierra, levantará su voz como uno y  cantará debido a El. Así es, así sea.
Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el que es, el que fue y el que  vendrá.
Y la voz hablaba y giré para ver la voz que hablaba conmigo girando, vi siete  lámparas doradas y en medio de su luz brillante vi a uno como el Hijo del  Hombre, vestido de blanco, blanco como la nieve. Y su voz llenaba el aire con un  sonido como de agua tempestuosa y en sus manos tenía siete estrellas, llenas de  la Luz ardiente de los cielos, de donde ellas venían.
Y cuando El habló, su rostro se llenó de luz, brillando y dorando como mil soles  y les dijo: no temáis, Yo soy el primero y el último, Yo soy el principio y el  fin. Escribe las cosas que has visto y las cosas que son y las cosas que serán  de aquí en adelante, el misterio de las siete estrellas que llenan mis manos y  los siete candelabros dorados que resplandecen con Luz eterna. Las siete  estrellas son los ángeles del Padre Celestial y las siete llamas son los ángeles  de la Madre Terrenal.
Y el espíritu del hombre es la llama que fluye entre la luz de las estrellas y  la lámpara resplandeciente; un punto de Luz santa entre el Cielo y la Tierra.
Estas cosas dijo el que sostenía las siete estrellas en sus manos, quien camina  en medio de las llamas de las siete lámparas doradas.
El que tenga oídos que oiga lo que el espíritu dice: al que venciere Yo le daré  de comer del Arbol de la Vida, que está plantado en medio del Paraíso brillante  de Dios.
Y luego El miró y he aquí, que una puerta se abrió en el cielo y una voz que  retumbaba por todas partes, como una trompeta, me habló: Sube aquí y te mostraré las cosas que van a suceder a partir de ahora. E  inmediatamente estuve allí, en espíritu, en la entrada de la puerta abierta. Y  crucé por la puerta abierta, penetrando a un Mar de Luz radiante. Y en la mitad  del océano enceguecedor de resplandor había un trono; y sobre el trono estaba  uno cuyo rostro estaba oculto y había un arco iris rodeando al trono, parecía  como una esmeralda.
Y alrededor del trono había trece sillas y sobre los asientos vi trece ancianos  vestidos con capas blancas y sus rostros estaban cubiertos por una nube de luz  que giraba.
Y siete candelabros de fuego ardían delante del trono, el fuego de la Madre  Tierra. Y las siete estrellas del cielo brillaban enfrente del trono, el fuego  del Padre Celestial.
                                      
Y delante del trono había un mar transparente como un cristal y reflejados allí  estaban todas las montañas y valles y océanos de la Tierra y todas las criaturas  que habitan en ella.
Y los trece ancianos se inclinaban ante el esplendor de el que estaba sentado en  el trono, cuyo rostro estaba oculto y ríos de luz fluían de sus manos, de la una  a la otra y ellos alababan diciendo: Santo, Santo, Santo, Señor Dios  todopoderoso, el que era, el que es y el que ha de venir, tu eres digno, oh  Señor, de recibir la gloria, el honor y el poder; pues Tu has creado todas las  cosas.
Y luego vi a la diestra del que estaba sentado en el trono, cuyo rostro estaba  oculto, un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos. Y vi  a un ángel pregonando con voz fuerte: ¿Quién es digno de abrir el libro y de  quitar los sellos de él?
Y ningún ser en el cielo, ni en la Tierra, ni debajo de la Tierra, fue capaz de  abrir el libro, ni aún de mirar encima de él. Y me afligí porque el libro no  podía ser abierto, ni yo era capaz de leer lo que había escrito.
Y uno de los ancianos me dijo: No te aflijas, extiende tu mano y toma el libro,  si, precisamente el libro con los siete sellos y ábrelo, pues fue escrito para  ti, quien eres a la vez el más bajo de los bajos y el más alto de los altos.
Y extendí mis manos y toqué el libro. Y he aquí que la tapa se levantó y mis  manos palparon las páginas doradas y mis ojos contemplaron el misterio de los  siete sellos.
Y observé y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono. Y el número era  diez mil veces diez mil y miles de miles, diciendo con voz fuerte: Toda la  gloria y la sabiduría y la fortaleza y el poder siempre y por siempre a El quien  revelará los misterios de misterios. Y vi las nubes de luz dorada que giraban  extendiéndose como un puente de fuego entre mis manos y las manos de los trece  ancianos y los pies del que estaba sentado en el trono, cuyo rostro estaba  oculto.  Y quité el primer sello y vi y observé al Ángel del Aire. Y de sus labios fluía  el aliento de vida. Y El se inclinó sobre la Tierra y le dio al hombre los  vientos de la sabiduría. Y el hombre respiró; y cuando exhaló, el espacio se  oscureció y los aromas se volvieron hediondos y fétidos y nubes de maldad  aparecieron sobre la Tierra. Y giré mi rostro con vergüenza.
Y quité el segundo sello y vi y observé al ángel del Agua. Y de sus labios fluía  la Luz de la Vida y El se inclinó sobre la Tierra y le dio al hombre un océano  de amor. Y el hombre entró a las aguas claras y relucientes. Y cuando tocó el  agua, las corrientes claras se opacaron y las aguas de cristal se volvieron  turbias y con lama. Y los peces agonizaban en la oscuridad inmunda y todas las  criaturas murieron de sed. Y giré mi rostro con vergüenza.
                                      

Y quité el tercer sello y vi y observé al Ángel del Sol y de sus labios fluía la  Luz de la Vida y El se inclinó sobre la Tierra y le dio al hombre el fuego del  poder. Y la fortaleza del solpenetró en el corazón del hombre y este tomó el  poder e hizo con él un falso sol y, he aquí, que él espació los rayos de la  destrucción, quemando los bosques, acabando con los valles de verdor, dejando  sólo los huesos carbonizados de sus hermanos. Y giré mi rostro con vergüenza.
Y quité el cuarto sello y vi y observé al Ángel del Regocijo y de sus labios  fluía la música de la Vida, y El se inclinó sobre la Tierra y le dio al hombre  el canto de paz. Y la Paz y el Regocijo, como la música, fluían a través del  espíritu del hombre. Pero el hombre oyó unicamente la estridencia de la tristeza  y el descontento y levantó su espada y cortó las manos de los pacificadores y la  levantó una y otra vez y cortó las cabezas de los cantores. Y giré mi rostro con  vergüenza.
Y quité el quinto sello y vi y observé al ángel de la Vida, y de sus labios  fluía la Alianza Santa entre Dios y el hombre y El se inclinó sobre la Tierra y  le dio al hombre el don de la creación. Y el hombre creó una segadora de hierro  con forma de serpiente y la cosecha que recogió, fue de hambre y muerte. Y giré  mi rostro con vergüenza.
Y quité el sexto sello y vi y observé al Ángel de la Tierra y de sus labios  fluían el río de la vida eterna y El se inclinó sobre la Tierra y le dio al  hombre el secreto de la eternidad y le dijo al hombre que abriera sus ojos y  guardara los misterios del Arbol de la Vida en el Mar Eterno. Pero el hombre  levantó su mano y sacó sus propios ojos y dijo que no había eternidad. Y giré mi  rostro con vergüenza.
Y quité el séptimo sello y vi y observé al Ángel de la Madre Terrenal y El me  envió con Ella un mensaje de luz flameante del Padre Celestial. Y este mensaje  era para los oidos del hombre que estaba solo, el que camina entre el cielo y la  tierra. Y en el oido del hombre estaba susurrando el mensaje. Y no oía. Mas yo  giré mis rostro con vergüenza.
¡Mirad!, extendí mi mano hacia las alas del ángel y dirigí mi voz al cielo  diciendo: Dime el mensaje; para que pueda comer del fruto del Arbol de la Vida  que crece en el Mar de la Eternidad. Y el Ángel me miró con gran tristeza y hubo  silencio en el cielo. Y entonces oí una voz, que era como el sonido de una  trompeta, diciendo: Oh hombre, ¿quisieras tu mirar la maldad que has hecho,  cuando volteaste tu rostro del trono de Dios, cuando no hiciste uso de los dones  de los siete ángeles de la Madre Terrenal y de los siete ángeles del Padre  Celestial?
Y un dolor terrible se apoderó de mi cuando sentí dentro de mi los espíritus de  todos aquellos que se habían enceguecido ellos mismos, como para ver unicamente  sus propios deseos de la carne. Y vi los siete ángeles que estaban delante de  Dios y a ellos les fueron dadas siete trompetas. Y otro ángel vino y se colocó  ante el altar, portando un incensario dorado y se le había dado bastante  incienso, que debería ofrendar con las oraciones de todos los ángeles en el  altar dorado que estaba delante del trono. Y el humo del incienso ascendía hasta  Dios, lejos de los ángeles. Y el Ángel tomó el incensario, lo llenó con el fuego  del altar y lo arrojó a la Tierra y hubo voces y truenos y relámpagos y  tormentas.
                                      

Y los siete ángeles que tenían las siete trompetas se prepararon para tocarlas.
El primer Ángel tocó y hubo granizo y fuego mezclado con sangre, que fueron  arrojados en la Tierra y los bosques verdes y los árboles se quemaron y todo  pasto verde e volvió cenizas.
Y el segundo Ángel tocó y cuando esto ocurrió una gran montaña ardiendo en fuego  estaba precipitándose en el mar y sangre se levantó desde la Tierra como un  vapor. ...
Y el cuarto Ángel tocó y he aquí que hubo un gran terremoto y el sol se volvió  negro como un mechón de pelo y la luna se convirtió en sangre.
Y el quinto Ángel tocó y las estrellas del cielo cayeron cobre la Tierra, así  como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un viento fuerte.
Y el sexto Ángel tocó y el cielo se recogió como un papiro que se enrolla y no  hubo un árbol sobre toda la Tierra, ni una flor, ni una brizna de hierba. Y yo  estaba de pie sobre la Tierra y mis pies se hundieron en el suelo blando y  embotado en sangre, extendiéndose tan lejos como mis ojos podían ver, Y sobre  toda la Tierra hubo silencio.
Y el séptimo Ángel tocó y vi un ser poderosos que descendía del cielo envuelto  en una nube y un arco iris estaba sobre su cabeza y su rostro era como el sol y  sus pies como columnas de fuego. Y tenía en sus manos un libro abierto y colocó  su pie derecho sobre el mar y su pie izquierdo sobre la Tierra y clamó con gran  voz, que era maravilloso oír: ¿Oh hombre, desearás tu tener la visión de lo que  ha de ocurrir?
Y yo respondí, Tu sabes, Oh Unico Santo, que no desearía nada, con tal que estas  terribles cosas no ocurrieran. Y El dijo: El hombre ha creado estos poderes de  destrucción. El los ha creado con su propia mente. El se ha distanciado de los  ángeles del Padre Celestial y de la Madre Terrenal y ha moldeado su propia  destrucción. Y yo le dije: ¿Entonces no hay esperanza, luminoso ángel?
Y una luz flameante fluyó como un río de sus manos y respondió: Siempre hay una  esperanza, oh tu para quien el cielo y la Tierra fueron creados.
Y entonces el ángel que estaba sobre el mar y la Tierra levantó su mano al cielo  y juró por el que vive para siempre, por siempre, quien creó el cielo y las  cosas que están en él y el mar y las cosas que están en él, que el tiempo no  será más; pero en los días de la voz del séptimo ángel, cuando El comience a  tocar, el misterio de Dios deberá ser revelado a aquellos que hayan comido del  Arbol de la Vida, que está por siempre en el Mar eterno.
Y la voz habló de nuevo diciendo: Ve y toma un libro que está abierto en la mano  del ángel que está sobre el mar y sobre la Tierra.
                                      

Y fui donde el ángel y le dije: Dadme el libro, para que yo pueda comer del  Arbol de la Vida que está en la mitad del Mar eterno. Y el ángel me dio el libro  y abrí el libro y leí allí lo que siempre había sido, lo que era ahora y lo que  vendría.
Y vi el holocausto en el que se sumergía la Tierra y la gran destrucción que  ahogaría a todos los habitantes en océanos de sangre y vi también la eternidad  del hombre y el perdón infinito del Todopoderoso.
Las almas de los hombres eran como páginas blancas en el libro, siempre listas  para que una nueva canción fuera escrita.
Y levanté mi rostro hacia los site ángeles de la Madre Terrenal, hacia los siete  ángeles del Padre Celestial y sentí que mis pies tocaban la fuente sagrada de la  Madre Terrenal y mis dedos tocaban los pies sagrados del Padre Celestial y  escribí un himno de acción de gracias: Te agradezco Padre Celestial, porque me has colocado en una fuente de arroyos  fluidos, en un manantial de vida en una tierra de sequía, irrigando un jardín  eterno de prodigios; el Arbol de la Vida, misterio de misterios, que extiende  sus ramas infinitamente, pues, el plantío eterno sumerge sus raíces en el arroyo  de vida de una fuente eterna. Y Tu, Padre Celestial, proteges sus frutos con los  ángeles del día y de la Noche y con llamas de Luz eterna ardiendo por doquier.
Y la voz habló de nuevo y de nuevo mis ojos se apartaron del esplendor del Reino  de la Luz.
¡Atiende oh hombre!, tu puedes avanzar por el sendero correcto y caminar en la  presencia de los ángeles. Tu puedes avanzar por el sendero correcto y caminar en  la presencia de los ángeles. Tu puedes glorificar a la Madre Terrenal en el día  y al Padre Celestial en la noche y por tu ser, corre el arroyo de la Ley.
Pero ¿dejarías tu hundirse a tus hermanos en el abismo de sangre, como el  destruido por dolor tiembla y gime bajo las cadenas de piedra?
¿Puedes tu beber el cáliz de Vida eterna cuando tus hermanos mueren de sed?
Y mi corazón estaba henchido de compasión y miré y he aquí que apareció una gran  señal en el cielo. Una mujer vestida de sol, y con la luna bajo sus pies y sobre  su cabeza una corona de siete estrellas. Y supe que Ella era la fuente de los  arroyos que fluían y la Madre de los bosques.
Y me paré sobre la arena del mar y vi subir del mar una bestia y de sus fosas  expulsó aire fétido, repugnante y el mar de donde él se levantó tornó sus aguas  limpias en fango. Y sus cuerpos estaba cubierto de roca negra y humeante.  Y la mujer vestida con el sol extendio sus manos hacia la bestia y la bestia se  arrastró y la abrazó. Y he aquí que su piel de nácar se marchitó con su fétido  aliento y su espalda se partió por sus brazos de roca.
                                      

Y con lágrimas de sangre ella se sumergió en el charco de fango y de la boca de  la bestia salieron ejércitos de hombres blandiendo espadas y peleando el uno con  el otro. Y peleaban con una furia terrible y cortaron sus propios miembros  viriles y extrajeron sus propios ojos hasta que se sumieron en el abismo de  lodo, gritando en agonía y dolor.
Y me acerqué a la orilla del charco y metí mis manos y pude ver el remolino de  sangre y los hombres allí atrapados como las moscas en una telaraña y hablé en  voz alta diciendo: Hermanos, dejad vuestras espadas y sujetaos de mi mano. Dejad este desacato y  profanación de Ella, quien te ha dado tu nacimiento y de El, que te ha dado tu  herencia. Pues tus días de compra y yisita se han terminado y se han acabado  además los días de persecución y matanza. Pues el que va en cautividad, irá en  cautiverio y el que mata con la espada será matado con la espada.
Y los mercaderes de la Tierra se lamentarán y llorarán, pues ningún hombre  compra su mercadería nunca mas. Las mercaderías de oro, de plata, de piedras  preciosas, de perlas, de lino fino, de púrpura y de seda y de escarlata y de  mármol y de bestias y de ovejas, de caballos y carros y de esclavos y espíritus  de los hombres, todas estas cosas no pueden ser compradas ni vendidas, pues todo  es sepultado en un mar de sangre porque tu le has dado la espalda a tu Padre y a  tu Madre y adoraste la bestia que solo construye un paraíso de piedra.
Alejad vuestras espadas, hermanos míos y sujetaos de mi mano y entrelacemos  nuestros dedos.
Y vi en la distancia una gran ciudad blanca y brillante en el horizonte lejano,  de alabastro brillante y hubo voces y truenos y relámpagos y hubo un gran  terremoto como no ha habido jamás desde que los hombres existen en la Tierra,  así de poderoso y así de grande. Y la gran ciudad estaba dividida en tres partes  y las ciudades de las naciones cayeron. Y la gran ciudad vino a la mente de  Dios, para darle a ella el cáliz del vino del ardor de su ira.
Y todas las islas huyeron y las montañas desaparecieron y cayó del cielo sobre  los hombres una enorme granizada, todos los granizos del peso de un talento.
Y un ángel cogió una piedra como una gran piedra de molino y la arrojó al mar  diciendo: Así con violencia la gran ciudad será derribada y nunca más será  hallada.
Y la voz de los arpistas, músicos y de cantantes y trompetistas, no se oirán  nunca más en ti y ningún artista, sea cual fuere su arte, se hallará nunca mas  en ti, ni el ruido de una piedra de molino se oirá nunca mas en ti, la luz de  una lámpara no brillará mas en ti, ni la voz del esposo y de la esposa serán mas  oídas en ti; pues tus mercaderes fueron los grandes hombres de la Tierra, pues  por tus brujerías todas las naciones fueron engañadas y en ellas se halló la  sangre de los profetas y de los santos y de todos los que han sido muertos en la  Tierra. Y mis hermanos se asieron de mi mano y salieron del agua de fango y  estuvieron entrando en el mar de arena y los cielos se abrieron y bañaron sus  cuerpos desnudos con la lluvia.
                                      

Y oí una voz del cielo, como el estruendo de muchas aguas y como la voz de un  gran trueno. Y oí la voz de los arpistas tocando sus arpas y cantaron como si  fuera un nuevo canto delante del trono.
Y vi a otro ángel volar por al mitad del cielo, portando los cánticos del día y  de la noche y el Evángelio perpetuo pronunciar a todos los que moran en la  Tierra, a ellos que han ascendido del abismo del fango y permanecen desnudos y  bañados por la lluvia delante del trono.
Y el ángel clamó: Temed a Dios y dadle gloria a El, pues la hora del juicio ha  llegado; y adoradle que El ha hecho el cielo y la Tierra y el mar y las fuentes  de aguas.
Y vi abrirse los cielos y observé un caballo blanco y el que lo montaba era  llamado Fiel y Verdadero y con justicia El juzgaba. Sus ojos eran como una llama  de fuego y sobre su cabeza había muchas coronas y estaba envuelto en una luz  resplandeciente y sus pies estaban desnudos. Y su nombre era la Palabra de Dios.  Y la Hermandad Santa le siguió en caballos blancos, vestidos en lino fino,  blanco y puro y ellos entraban al edén infinito, en cuya mitad está el Arbol de  la Vida.
Y la multitud desnuda bañada por la lluvia cruzó al frente de ellos, temblando,  para recibir su juicio.
Pues sus pecados eran muchos y habían deshonrado la Tierra. Pues habían  destruido las criaturas del mar y de la Tierra, envenenado el campo, contaminado  el aire y quemado viva la Madre que les dio a luz.
Pero no vi que pasó con ellos, pues mi visión cambió y vi un cielo nuevo y una  Tierra nueva, ya que el primer cielo y la primera Tierra habían desaparecido. Y  no hubo más mar.
Y vi la ciudad santa de la Hermandad bajando del cielo, desde Dios, preparada  como una novia adornada para su esposo y oí una voz fuerte del cielo que decía:  Ved la montaña de la casa del Señor, está en la cumbre de la montaña y es  exaltada sobre las colinas y toda la gente irá a ella. Venid y vamos a la  montaña del Señor, la casa de Dios y El nos enseñará sus caminos y caminaremos  por sus senderos en compañía de la Hermandad Santa y en observancia de la Ley.
He aquí, el tabernáculo de Dios está con los hombres y El vivirá en ellos y  ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Y Dios  enjugará toda lágrima de sus ojos y no habrá mas muerte ni congoja ni llanto ni  habrá ningún dolor, porque las primeras cosas pasarán.
Aquellos que provocaron la guerra, convertirán sus espadas en rejas de arado y  sus lanzas en podadores. Las naciones no levantarán su espada contra otras  naciones, ni harán la guerra nunca mas, porque las primeras cosas pasarán.
                                      

Y El habló otra vez: He aquí, Yo creo todas las cosas nuevas. Yo soy el alfa y  la omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, Yo le daré de la fuente del  agua de la Vida. El que venciere heredará todas las cosas y Yo seré su Dios y el  será mi Hijo.
Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas y todos los  farsantes, cavarán su propia tumba que arde con fuego y azufre.
Y de nuevo mi visión cambió y oí las voces de la Hermandad Santa entonando  cánticos y diciendo: Venid vosotros y caminemos al amparo de la Ley. Y vi la  ciudad santa. Y los Hermanos desfilaron por ella.  La ciudad no tenía necesidad del sol ni de la luna para la iluminara, pues la  gloria de Dios le daba Luz. Y vi el río puro del Agua de Vida, claro como el  cristal, proveniente del trono de Dios y en medio del río, plantado el Arbol de  Vida, que daba catorce clases de frutos y daba su fruto a aquellos que deberían  comer de él. Y las hojas del Arbol eran para la salvación de las naciones.
Y no habrá allí mas noche y no tendrán necesidad de luz de lámpara, de luz de  sol, porque Dios el Señor los iluminará y reunirá por los siglos de los siglos.
He alcanzado la visión interna y a través de tu espíritu en mi he oído tu  secreto maravilloso.
A través de tu mística mirada has hecho que una fuente de conocimiento more  dentro de mí, una fuente de poder, fluyendo aguas de Vida.
Una abundancia de amor y de sabiduría abrazadora como el esplendor de Luz  Eterna.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.