viernes, 21 de marzo de 2014

Textos de fe para aumentar la nuestra...4

Textos de fe para aumentar la nuestra...
 
Alfonso Milagro

 "En el mundo tendréis tribulación, pero ¡ánimo! Yo he vencido al mundo" Con estas palabras cierra Jesús su discurso de antes de la Pasión y con estas palabras abre ahora el evangelista Juan el relato de la Pasión del Señor.

Con ellas Jesús advierte a todos los que habrán de ser sus discípulos sobre la necesidad del sufrimiento; pero les da una palabra de aliento, para que no desfallezcan en medio de las tribulaciones y se propone a sí mismo como ejemplo para todos.

Si somos discípulos de Jesús, será imprescindible que estemos dispuestos al sufrimiento, pues todos tendremos que llevar la cruz, como la llevó el Maestro.

Sufriremos por nuestros propios defectos, que en no pocas ocasiones nos dolerán y nos humillarán; nos harán sufrir el prójimo, las enfermedades, los disgustos y sinsabores y molestias del trabajo y de la vida diaria, las humillaciones en el trato con los demás y en cien y mil otras ocasiones.

Sufriremos dolores en el cuerpo y penas en el alma; sufriremos en nosotros mismos y en las personas que queremos; sufriremos de parte de Dios, que nos quiere probar y purificar y de parte del demonio que pretende hacernos perder la paciencia y rebelarnos contra la Providencia de Dios.

Pues bien, por muchos y dolorosos que sean nuestros sufrimientos, Jesucristo sufrió más que nosotros y está junto a nosotros, sobre todo cuando sufrimos. Si esto lo tuviéramos presente, nuestros sufrimientos se nos harían más llevaderos, porque las penas repartidas con Jesucristo se alivian y suavizan.

En cambio, si pretendemos llevar la cruz nosotros solos, resulta muy pesada y difícil de soportar. En medio de nuestros sufrimientos, cualesquiera que ellos sean, no nos alejemos del Señor y no olvidemos buscar su compañía. Cristo ha vencido al dolor, tú también tienes que vencerlo y se lo vence aprendiendo a ver en él a Cristo crucificado; quien ha aprendido a unir su dolor personal al
dolor redentivo de Cristo, ése es el que ha vencido el dolor, porque le ha dado un sentido de redención de sí mismo y de los demás hombres.

El dolor es una etapa amarga, pero no es el fin, es solamente eso, una etapa. Luego vendrá la gloria, que se ha merecido por el dolor bien sufrido y eso sí que será lo definitivo. Solamente dejándonos clavar en la cruz, se llega a la resurrección En el fondo del corazón queda una felicidad indecible, cuando uno se ha decidido a pasar por el dolor con paciencia, con aceptación y con amor. Es triste sufrir, pero es más triste no saber sufrir; aprende a sufrir
postrándote a los pies de Jesús crucificado; allí aprenderás lo que Jesús ha sufrido por tí y lo que tú deberás sufrir por El.
 Alfonso Milagro

"Se fue al monte a orar..." Jesús después de la multiplicación de los panes, despidió a las gentes y aún se apartó de sus discípulos y "se fue al monte a orar"; claro ejemplo para ti, que quizás descuidas la oración, atareado con tantas cosas, preocupado por tanto problemas, tironeado por aquí y por allí con interminables tensiones, te preocupas de todo, <<menos de orar>>.

Jesús te da el ejemplo: hay tiempo para el trabajo, para el apostolado, pero debe haber también tiempo para la oración; hay tiempo para tratar con las gentes aun con motivaciones apostólicas o de evangelización , pero también debe haber tiempo suficiente para tratar a solas con Dios.Ya se ha dicho con verdad, que el que no trata con Dios en la oración, no tiene nada que decir a
los hombres, y también se nos recuerda que antes de hablar a los hombres de Dios, es preciso hablar a Dios de los hombres.

En ciertos casos las cosas no salen bien, no tanto porque no se hace lo suficiente, cuanto porque a la acción no juntamos la oración, al menos la suficiente oración.

Una tentación que suele aquejarnos en determinadas ocasiones es la del desaliento. Cuando las cosas no salen bien, cuando no se cumplen nuestros deseos, que juzgamos muy legítimos, cuando salen al paso dificultades y obstáculos, cuando nos parece que no somos aceptados por los demás, al menos en la amplitud que a nosotros nos parece merecer; otras veces simplemente cuando nada nos pasa, pero se apodera de nosotros el pesimismo, la desazón, el
descontento, que ni nosotros mismos nos sabemos explicar.

En estos casos todo cambia de color, los horizontes se oscurecen, el ánimo se abate, las fuerzas nos dejan, <<es entonces más que nunca cuando debemos acudir a la oración>>.

Suele decirse que la oración es la debilidad de Dios y la omnipotencia del hombre; y esto porque con la oración todo se consigue de Dios, que no puede resistirse a la petición de sus hijos los hombres.

Pero si has de emplear la oración para conseguir de Dios lo que necesitas, también debes emplearla para que Dios consiga de ti lo que El te pide; quiero decirte, que la oración debe ser un medio para conseguir estar siempre y en todo dispuesto a que se cumpla en ti la voluntad de Dios, los planes de santificación, que Dios tiene sobre ti."
Alfonso Milagro

 "Pedid y se os dará..."

Eficacia de la oración: Dios no se hace sordo a las súplicas del hombre y eso no por egoísmo, porque lo dejen en paz, sino por amor a nosotros. Son pues, tres las afirmaciones que en mayor o menor grado se nos presentan aquí: - La oración o petición de las necesidades que tengamos; - la perseverancia para obtener las gracias que pidamos; - la seguridad de la bondad de Dios en la concesión de los bienes pedidos.

Es decir que con este evangelio se nos propone la necesidad de orar para obtener los favores del cielo y a esta oración se le garantiza su eficacia. Las tres formas o expresiones binarias: "pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá" son expresiones de tipo paralelístico y no vienen a expresar más que la idea fundamental: la necesidad de orar, para
alcanzar los favores del cielo.

En tu vida cristiana seguramente tienes un orden de tus cosas, de tus obligaciones, de tus trabajos, de tus tiempos libres; en ese ordenamiento y reglamentación de tu tiempo y aún de tu interés por las cosas, no puedes olvidar el destinar algún tiempo para la oración, en la que pedirás a Dios cuanto necesites. Cada mañana debes destinar unos pocos minutos para ponerte en la presencia de Dios y ofrecerle todas las obras del día.

A lo largo del día, en medio de tus ocupaciones cotidianas y sin necesidad de apartarte de ellas, acostúmbrate a recordar frecuentemente al Señor y elevarle tu corazón. Al atardecer sería muy hermoso y para ti muy provechoso , que le reces el Rosario a la Santísima Virgen, pidiendo su bendición a la buena Madre. Antes de acostarte dedica unos pocos minutos a la lectura espiritual, a la meditación de la Palabra de Dios, para luego terminar tu día purificándote
con un acto de arrepentimiento, un examen de tu conciencia y una breve oración, para ponerte en los brazos de Dios, tu Padre celestial y descansar en ellos durante la noche.

Dios no solamente nos concede lo que le pidamos; va más allá y se nos da a Sí mismo, nos da su propio Don, que es el Don de su divino espíritu. San Mateo cambia aquí la palabra "Espíritu" y formula más bien de esta manera: "Dios dará cosas buenas a quien se las pide". Como las "cosas buenas" en esta perspectiva religiosa son los bienes espirituales mesiánicos, San Lucas los ha sintetizado en lo que es el gran don mesiánico: la efusión del Espíritu Santo, dispensador de todo bien. Pero es muy propicia para tu reflexión la alusión al Espíritu Santo.

El Espíritu Santo es el mayor don que el Padre puede concederte, porque el Espíritu Santo es el mismo Dios que el Padre y que el Hijo; y esa tercera Persona de la Santísima Trinidad es el Amor sustancial y personal que se tienen el Padre y el Hijo, de suerte que al venir a nosotros el Espíritu Santo, vienen también el Padre y el Hijo; la donación del Espíritu es la donación del mismo Dios Uno y Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

No impidas la realización en tí de los planes de Dios, no coartes la acción del Espíritu. Cuando sientas en tí las inspiraciones para ser mejor, es la inspiración del Espíritu Santo. Cuando sientas el deseo de una propia superación, es el Espíritu Santo el que está obrando en ti; no tienes más que seguir esos impulsos. Cuando te sientas inclinado a una vida más perfecta, a
una vida de acción apostólica más intensa, no dudes de que todo eso viene del Espíritu Santo y que en consecuencia debes seguir y secundar esos deseos.

No te dejes engañar por el pensamiento de que la espiritualidad laical propia tuya no exige esos medios de espiritualidad. Esta misma vocación te obligará a no dejar las cosas temporales, pero no menos te obligará a cristianizar y santificar esas cosas materiales y nada más efectivo para ello, que una vida de intensa espiritualidad.

Un cristiano es un hombre que está en continua tensión hacia Dios; esa tensión lo aparta de lo terreno y lo acerca a lo celeste, lo aleja de la materia terrena y lo aproxima al espíritu; por eso un cristiano auténtico es un hombre, que es cada vez menos hombre, porque es cada vez más Dios. Aunque en realidad, cuanto el hombre se aproxima más a Dios, se hace más hombre, un
hombre más perfecto, porque es un hombre enraizado en Dios, proyectado a la perfección infinita que es Dios.

Por eso, a fin de llegar a ser más hombre y llegar a ser más Dios, debes llevar una vida en constante contacto con Dios nuestro Señor; y ese contacto se realiza por medio de la oración, que te hace hablar con Dios, que te dispone para escuchar a Dios y en ese hablar y escuchar a Dios se fundamenta tu vida de oración. Porque a Dios no solamente le debes pedir lo que tú
necesitas, sino también lo que El necesita de ti; El necesita de tu colaboración personal para tu salvación y santificación, como dice San Agustín: "Aquel que te hizo sin ti, no te salvará sin ti"
 
Michel Quoist


"Todo lo pintas negro, mascullas lamentos, te desentiendes de todo. Ya no crees en el esfuerzo, ¿para qué luchar? -no lo lograré nunca- -siempre ocurre lo mismo-. El desaliento te inmoviliza, te paraliza, te impide reaccionar. Ya no eres tú quien dirige tu vida. ¡Ya no vives!

¿Estás desanimado? Es porque confiabas en tí y compruebas con dolor que no puedes contar contigo. Si tienes confianza en Dios, sufrirás con tu falta, pero no te desanimarás. Pues Dios es tan poderoso y te ama tanto después de la falta como antes. El desaliento es siempre una prueba de demasiada confianza en sí mismo y de muy poca confianza en Dios. No trates de escapar de un modo artificial a tus dificultades, tus malas costumbres, tus pecados inesperados.
"Si hubiese podido no hacer eso." "Si fuera posible volver atrás." "Si se pudiera volver a empezar." "No es normal que yo tenga tantas dificultades." "No es justo." "Es una cuestión de temperamento, no lo puedo evitar."

Si quieres triunfar frente al pecado, tu primera actitud ha de ser la de reconocer el mal que habita en tí. No andes con rodeos, no te disculpes, no trates de borrar, olvidar, negar, así no lo vas a destruir. Acepta esta falta de hoy, acepta también la tentación de mañana, la tiranía de esa costumbre, esas ocasiones de pecado que no puedes evitar. Jesucristo no vino para quitarnos las tentaciones, ni para suprimir la posibilidad de pecar, sino para perdonarnos los pecados.
Tranquilízate, los Santos tampoco fueron dispensados de la lucha contra el mal. San Pablo escribía a los Romanos:"...no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco... no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero... queriendo hacer el bien, es el mal que se me presenta...Pues me complazco en la ley de Dios según el hombre interior, pero advierto otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi razón y me esclaviza a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte?..."

A los ojos de Dios, el valor profundo de un hombre no se mide por la debilidad de sus tentaciones, ni por el escaso número de sus caídas, ni siquiera por la ausencia de culpa materialmente grave, sino ante todo por su confianza total en la omnipotencia del Salvador, por su amor y por su voluntad de esfuerzo constante.

Mientras permanezca en tí una partícula de agotamiento, de tristeza, de duda en el alma, quiere decir que no crees suficientemente en el perdón del Señor, pues ese perdón debe darte la paz, la alegría. Cuando el hijo pródigo vuelve a su casa, el padre quiere que todos olviden el pasado. Ordena un festín para invitar a la Alegría. "Hay más Alegría en el cielo por un pecador que se
arrepiente, que por noventa y nueve justos que perseveran".

Jesucristo es severo con el pecado, pero bueno con el pecador. Si eres víctima del pecado, el Señor llega a tí para amarte más y para salvarte. Misterio infinito del amor. Deja que llegue, estarás más unido al Señor después del pecado que antes. De este modo toda falta es una seña, una invitación para ofrecerse a Jesucristo Salvador.

Te sientes cada vez más débil, a merced de la primera tentación. Descubres que hay en tí cada vez más egoísmo y orgullo. Ves con mayor claridad en tu vida la falta de amor, las dudas, las negativas. No te desanimes, alégrate, el Señor vino por tí. Si te arrojas en sus brazos, podrá perdonarte, salvarte; Pues, ¿como quieres que te perdone si no encuentras nada que tenga que serte perdonado? ¿Cómo quieres que te salve si no te entregas para que te salve?

No pienses en conseguir la paz mientras estés cada vez más seguro de tí mismo, de tu vida honesta, de tu cómoda virtud. Esa tranquilidad sería la peor ilusión, puesto que entonces no necesitarías del Señor y estarías solo, terriblemente solo y vulnerable, sin El.
"No vine por el justo, sino por el pecador". "Vine para salvar lo que estaba perdido". "No son los sanos quienes necesitan de un médico, sino los enfermos".

Desconfía del desaliento característico que acarrean las faltas contra la castidad. La vida física que éstas crean, el malestar psicológico que las acompaña, la impresión de tiranía del instinto todopoderoso confunden tu juicio, deformando tu culpabilidad. Las faltas contra la carne no son las más graves, sino las faltas contra la fe, la esperanza y la caridad. La costumbre limita tu libertad, limita también tu responsabilidad frente al pecado. Si la costumbre te paraliza con sus lazos, debes reconquistar tu libertad con paciencia y perseverancia.

Comprobar tu debilidad no es desalentador si paralelamente vas descubriendo la omnipotencia del Amor divino. El Amor no te fallará nunca, eres tú quien no cree suficientemente en el Amor.

Es grave quedarse en el suelo cuando uno se cae, pero también lo es quedarse sentado a la vera del camino creyendo haber llegado. Tus faltas deben convencerte de la verdad de tu fragilidad, te permiten convertirte en un niño y a reemprender la marcha de la mano del Padre.

"Pongo al Señor ante mí sin cesar; porque él está a mi diestra no vacilo. Por eso se me alegra el corazón, mis entrañas retozan y hasta mi carne en seguro descansa"
Michel Quoist

 "Señor, Tú me has cautivado y no he podido resistirte. Largo tiempo escapé, pero me perseguías, yo corría en zigzags, pero Tú lo sabías. Me alcanzaste. Y yo me debatí. ¡Me venciste!

Y hoy heme aquí, Señor: he dicho "sí" cansado y sin aliento, a pesar mío casi. Yo estaba allí, temblando, como un vencido a merced del vencedor, cuando Tú pusiste sobre mí tu mirada de Amor.

Ya está hecho, Señor, ya no podré olvidarte, en un instante Tú me has conquistado, en un instante Tú me has cautivado, has barrido mis dudas, mis temores volaron. Te reconocí sin verte, te sentí sin tocarte, te comprendí sin oírte. Ya estoy marcado con el fuego de tu amor, ya está hecho: nunca podré olvidarte.

Ahora yo te sé presente junto a mí y trabajo en paz bajo tu mirada de Amor, ya no he vuelto a saber lo que es tener que hacer esfuerzos para orar: me basta con levantar los ojos de mi alma hacia Tí para encontrar tus ojos y no hace falta más: nos comprendemos, todo está claro, todo es paz.

En algunos momentos -oh, gracias Señor- vienes irresistible a invadirme como un brazo de mar que lento inunda la playa. O bruscamente me coges como el amante estrecha a la esposa que se abandona a él. Y yo no evito nada: cautivo como estoy, te dejo hacer, seducido, contengo la respiración y todo el mundo se desvanece, Tú detienes el tiempo. ¡Ah, como quisiera que estos minutos durasen horas y horas! Cuando Tú te retiras dejándome encendido, trastornado de gozo, yo no sé cosas nuevas, pero sé que Tú me posees más aún, alguna nueva fibra de mi ser queda herida, la quemadura ha crecido y yo estoy un poco más cautivo de tu amor.

Señor, sigues haciendo el vacío en torno a mí, pero ahora de un modo muy distinto: es que Tú eres demasiado grande y eclipsas todas las cosas. Todo cuanto yo amaba ahora me parece bagatela, mis deseos humanos se funden como cera bajo el fuego de tu Amor. ¡Qué me importan las cosas! ¡Qué me importa mi bienestar! ¡Qué me importa mi vida! Ya no deseo más que a Tí. Tan sólo a Tí te quiero.

Los demás van diciendo <<Está loco>>. Pero son ellos, Señor, los que lo son. Ellos no te conocen, ellos no saben de Dios, ellos no saben que no se le puede resistir. Pero a mi... a mí me ha cautivado, Señor y yo estoy seguro de Tí. Tú estás aquí y yo salto de gozo, el sol lo invade todo y mi vida resplandece como una joya, todo es fácil, todo es luminoso, todo es puro, ¡todo canta!

Gracias, Señor, gracias.

¿Por qué a mí, por qué me has escogido a mí?

¡Oh, alegría, alegría, lágrimas de alegría!"
Michel Quoist

 "Me da miedo decir "sí". ¿Adónde me acabarás llevando? Me da miedo sacar la paja más larga, me da miedo firmar la hoja en blanco, me da miedo decir un "sí" que traerá cola. Y con todo no puedo vivir en paz. Tú me sigues, me cercas por todos lados. Y yo busco el ruido porque me da miedo oírte, pero Tú te deslizas en el menor silencio. Yo cambio de camino cuando te veo venir pero al fin de este nuevo sendero Tú me estás esperando. ¿Dónde me esconderé? En
todas partes te encuentro: ¡ No hay modo de escaparse de Ti !

Y yo tengo miedo de decir <<sí>>, Señor. Tengo miedo de darte la mano: te quedarías con ella. Tengo miedo de cruzarme con tu mirada: eres un seductor. Tengo miedo de tu exigencia: eres un Dios celoso. Estoy acorralado y trato de esconderme. Estoy cautivo, pero me debato y lucho sabiéndome vencido. Tú eres más fuerte, Señor. Tú posees el mundo y me lo quitas. Cuando extiendo la mano para coger a una persona o una cosa, todas se desvanecen delante de mis ojos. Y no, no es agradable eso de no poder cogerse nada para uno: si corto una flor se me marchita entre los dedos, si lanzo una carcajada se me hiela en los labios, si danzo un vals me quedo jadeante y nervioso. Y todo me parece vacío, todo se me hace hueco. En torno a mí Tú has hecho el desierto. Y tengo hambre y sed y el mundo no podría alimentarme.

¡Pero si yo te amaba, Señor! ¿Qué es, entonces, lo que yo te he hecho? Yo trabajaba por Tí y yo me entregaba. Oh gran Dios terrible, ¿qué más quieres? 
Hijo mío, Yo quiero más de tí y del mundo. Antes tú me dabas tu acción y eso no me sirve para nada. Tú me invitabas a bendecirla, me invitabas a sostenerla, querías interesarme en tu trabajo. Pero fíjate bien, al hacerlo hijo mío, tú invertías el juego. Yo antes veía tu buena voluntad, te seguía
con los ojos, pero ahora quiero más: no se trata de que tú hagas tu acción, sino la voluntad de tu Padre del cielo. Di <<sí>> hijo mío. Necesito tu <<sí>> como necesité antaño el de María para venir al mundo, porque soy Yo quien debe meterse en tu trabajo, entrar en tu familia, en tu barrio, Yo, y no tú. Porque es mi mirada la que penetra y no la tuya, es mi palabra la que arrastra y no
la tuya, es mi vida la que transforma y no la tuya. Dame todo, ponlo todo en mis manos. Yo necesito tu <<sí>> para desposarme contigo y descender a la tierra, necesito tu <<sí>> para seguir salvando al mundo.

Oh, Señor, tus exigencias me dan miedo, pero ¿quién puede resistirte?

Para que tu Reino llegue y no el mío, para que se cumpla tu voluntad y no la mía, ayúdame a decir "sí"

 (Alfonso Milagro y  Michel Quoist)
 

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