Vidas
por la vida. Circular fraterna
Pedro
Casaldáliga (Obispo
de São Félix do Araguaia, M. T., Brasil.)
Esta circular, que sigue siendo fraterna, alcanza un círculo tan diferenciado que me obliga a tocar temas «mayores », dejando en la máquina y en el corazón referencias más caseras. El tono de la carta se hace también más abierto en su perspectiva, menos intraeclesiástico... Espero que este aviso previo nos ayude en la mutua comprensión.
Tres acontecimientos me dan la materia prima y el hálito
para esta carta circular: – la Romería de los Mártires de
la «Caminada»
latinoamericana, en Riberirão Cascalheira; – mi visita ad
limita e n Roma, mi escapada a Asís; – la Asamblea del
Pueblo de Dios (APD), en Colombia.
La Vida y sus testigos
Nunca como hoy la vida ha pasado a
ser el gran paradigma de referencia para reuniones, marchas,
manifiestos y para la misma teología. Parece que finalmente
hemos llegado a reconocer, con nuestro San Romero de América,
que la Vida es, de verdad, ese máximo y mínimo don de Dios.
Se habla incluso de «la cultura de la vida» frente a la mal
llamada «cultura de la muerte» (la cultura propiamente es
siempre de la vida y para la vida). La nueva fiebre por la
ecología va siendo, cada vez más, no ya una moda bucólica o
una bandera minoritaria, sino una verdadera obsesión mundial
por la vida en el universo.
Nuestros teólogos y comunidades vienen invocando más y
más a Dios –al Dios de
siempre– como el Dios de la Vida. De hecho, a lo
largo de la historia de la salvación, en nuestras escrituras
judaico-cristianas, él se revela como el único Señor de la
Vida...
Por citar algunas referencias que nos son más próximas
acerca de esa presencia persistente de la vida en documentos y
encuentros, recuerdo: «El Evangelio de la Vida», encíclica
de Juan Pablo II; «Una esperanza viva», lema de la Asamblea
del Consejo Latinoamericano de Iglesias, en Chile, el año
pasado; «El Evangelio en las culturas, camino de Vida y
Esperanza», tema del COMLA V; la Eucaristía, Vida para la
Iglesia», tema del Congreso Eucarístico Nacional que se va a
celebrar en Vitoria; «Vida
ácima de tudo», de la XI Asamblea Nacional de la
Pastoral Obrera de Brasil; Primer Encuentro sobre «la calidad
de Vida en América Latina», celebrado en Sao Paulo; «Construyendo
la Vida», lema del día nacional de la juventud brasileña;
«Tierra, madre de la Vida», como un grito primero en el «O
grito dos excluidos», realizado con tanta fuerza en nuestro
Brasil; «Opción por los pobres, opción por la Vida», del X
Seminario de formación teológica de Argentina y «Dar la
Vida en la opción por los pobres», del XI Seminario. La
organización indígena CONAI de Ecuador contestaba muy proféticamente
a un comandante general que les negaba sentido a sus
reclamaciones: «nosotros estamos luchando por la Vida, no sólo
para nosotros, el pueblo indígena, sino para todos los
ecuatorianos, los latinoamericanos, todo el pueblo de Dios »
.
El Boletín REDE , de los cristianos de clases medias,
editado en Petrópolis, subrayaba, pensando en las tendencias
ecuménicas de este final de milenio, que «no hay verdadera
presencia cristiana si la vida amenazada no es defendida,
especialmente la vida de los pobres amenazados por el (des)orden
neoliberal». Nuestro San Romero actualizaba y ubicaba el
dicho de San Ireneo, afirmando que: «la gloria de Dios es que
el pobre viva».
La «calidad de vida» que postula el primer mundo no
puede ser privilegio de unos pocos. La vida de los pobres
definirá siempre, en humano y en cristiano, la opción por la
Vida... En contrapartida, la muerte sigue haciendo estragos,
estructurales, escandalosos, en nuestra neoliberal humanidad.
Con oportuno dramatismo, el último premio Nobel de
Literatura, Seamus
Heaney, se considera «un soldado huido de la matanza». Y
en un análisis acerca de la sociedad civil y la violencia,
publicado por IBASE, Isabel Cavalho suspira por «poder salir
a la calle y exigir que al final valga la pena estar vivo».
Amnistía Internacional denunciaba que treinta y dos países
ejecutaron en un año más de dos mil personas, condenadas a
muerte, y que ciento doce estados han practicado normalmente
la tortura. Ya sabemos que más de mil millones de personas, o
sea, la quinta parte de la población mundial, malvive en
condiciones de extrema pobreza pasando materialmente hambre.
En Colombia, el narcotráfico, que financia la muerte de
tantas personas cada día, representa un ingreso de tres mil
quinientos millones de dólares por año. Son bien conocidas
las cifras de las muertes «matadas» en Sao Paulo o en Río
de Janeiro: quince, veinte por día. Entre los indios guaraní
kaiowá de Matto Grosso
do Sul, arrancados de sus tierras y condenados a trabajo
semiesclavo, en la última década se han suicidado treinta y
dos adolescentes.
Cien millones de personas–el 2 por 100 de la población
mundial– han sido desarraigadas de su hábitat. Y se calcula
que cada día unas diez mil personas aumentan la lista delos
refugiados. África es todo un continente condenado a muerte
por los conflictos poscoloniales, bajo las armas exportadas
por el primer mundo, y por el SIDA y el hambre. Varios países
africanos se transformaron hoy en antesalas de una muerte, más
que «anunciada», decretada internacionalmente.
El rabino D. Goldman, hablando de los cuerpos
desaparecidos durante la dictadura militar chilena,
pronunciaba estas dos sentencias que deberían sacudirnos a
todos, también como Iglesia, en la medida en que todos
podamos ser cómplices, al menos por amnesia: «Los muertos no
dejan dormir a nadie hasta que no se sepa la verdad. No
conocer sus muertes es educar en el desprecio de la santidad
de la vida humana.»
Dentro de este panorama de vida y muerte, la Prelatura
de Sao Félix do Araguaia va a clausurar las celebraciones de
los 25 años de su erección, con la ROMERÍA DE LOS MÁRTIRES
DE LA «CAMINADA » LATINOAMERICANA, en Ribeirao
Cascalheira, los días 27 y 28 de julio de este año de
1996. En este año conmemoramos los 20 del martirio del padre
Joao Penido Burnier, asesinado a mis pies por la policía
militar cuando los dos intentábamos liberar a dos campesinas
que estaban siendo torturadas por la policía.
Todos los amigos y amigas que nos vienen acompañando a
lo largo de estos años pueden tomar nota y marcar las fechas
en la agenda. Las celebraciones de la Romería empezarán el
27 por la tarde y terminarán el 28 con el almuerzo
comunitario . Estamos reestructurando el Santuario. Hemos
pedido a cada país de América Latina y el Caribe la fotografía
de un mártir del país respectivo para que ese Santuario sea
de verdad de los mártires de la «caminada
» latinoamericana.
De la caminada,
porque son mártires recientes y testigos de sangre de esas
causas que conforman la caminada
de nuestros pueblos y de nuestras Iglesias en el proceso de la
gran Liberación. Con ocasión del COMLA V (Congreso Misionero
Latinoamericano) que celebramos en Belo Horizonte en el pasado
mes de julio, yo tuve que exponer la experiencia de la «Memoria
y estímulo misionero a partir de los mártires de la caminada de la Patria Grande». En esa comunicación subrayaba yo
los siguientes aspectos:
– El Nuevo Testamento nos presenta los evangelizadores
primeros como «testigos ». «Seréis mis testigos», les
pide Jesús. Y ya sabemos que «testigo» hasta las últimas
consecuencias, equivale a mártir. El Apocalipsis evoca a la
comunidad de los seguidores de Jesús como aquella que ha
pasado por «la gran tribulación y ha lavado sus vestiduras
en la sangre del Cordero » .
– Nuestra América, en las últimas décadas, ha sido
bautizada como «el Continente de la muerte y la esperanza ».
Nuestros pueblos y nuestras Iglesias han pasado
multitudinariamente por la gran tribulación. Y somos
hijos/hijas de mártires, testigos de testigos.
Una «nube» de testigos nos precede y nos envuelve.
Podríamos citarlos en una enumeración escalofriante. Hay
calendarios, agendas, libros colectivos o monográficos, vídeos,
filmes, fechas consagradas, romerías... que recogen esa
memoria –verdadera «anámnesis
»– que quiere y debe impedir cualquier tipo de «amnesia».
– Ese martirio de nuestra América tiene, ya desde los
orígenes de la evangelización en el Continente, dos
peculiaridades. Es un martirio por el «pobre» y por el «otro».
– Entre nosotros se ha ensanchado el concepto de
martirio. Nuestros mártires son mártires por el Reino, no
solamente por la estricta confesión de un artículo de fe
cristiana. Nuestros mártires no sólo han dado la sangre «por
la Iglesia»; la han dado también «por el Pueblo». «Sangre
por el Pueblo» es el título del conocido martirologio
latinoamericano que ahora tiene ya un segundo volumen,
titulado Profetas por un nuevo mundo, ambos preparados por
Berta Arroyo.
– En su oblación por la Causa mayor del Reino,
nuestros mártires son testigos de sangre de Causas específicas,
nuevas en cierta medida y muy nuestras. El mundo indígena, su
autonomía, sus territorios; la tierra repartida; los derechos
humanos; la solidaridad; la justicia... Mártires por el Reino
de la Vida, vidas dadas por la Vida. Contra todos los dioses
de la muerte que nos acechan, tan actualizados por el lucro,
por la prepotencia, por la marginación.
– Todo lo cual nos enseña con una nueva luz que lo
consecuente no es sólo venerar a los mártires o hacerse con
sus reliquias, sino imitar a los mártires y hacerse con sus
causas. Asumir su actitud de testigos, coherentes y radicales,
y hasta las últimas consecuencias. Hacer fructificar su
sangre ya en el hoy de nuestra «caminada»,
dar razón también histórica, además de escatológica, de
su esperanza. Ni esperaron en vano ni murieron en vano.
– En una de sus asambleas –1976– la Asociación de
teólogos del Tercer Mundo se obligaba a «hacer del
compromiso el primer acto de la teología». El primer acto de
la espiritualidad , digamos, de la misión, de la pastoral.
– En aquella exposición del COMLA alertaba yo una vez
más sobre el peligro de caer en alguna de las tres
tentaciones de moda que nos acechan: renunciar a la memoria,
renunciar a la cruz, renunciar a la utopía o esperanza...
Jon Sobrino, hablando de los mártires y de las
diferentes posturas de la Iglesia hoy, advierte que el factor
decisivo de una u otra postura (complicidad, supuesta
neutralidad, compromiso) está en «saber si la Iglesia
mantiene la opción por los pobres, la denuncia de la opresión
y el servicio a los oprimidos, hasta el martirio».
Ser Iglesia de Jesús, pero de otra manera.
El año pasado nos tocó a los obispos de Brasil hacer
la visita ad limina. A las tumbas de los Apóstoles Pedro y
Pablo, al sucesor de Pedro, hoy Juan Pablo II. Esa visita, a
su tiempo, ya me dio algunos quebraderos de cabeza y de
reputación eclesiástica. Los viejos amigos recordarán.
Este año hice la visita conjuntamente con los obispos
del Ceará y del Piauí, presididos por el tan
franciscanamente fraterno dom
Aloísio Lorscheider. ¿Qué voy a decir de la visita ad
limina? Pues, sí, puede ser útil para la Iglesia. Pero,
ciertamente, debería ser de otro modo. Y conste que fuimos
muy cordialmente recibidos en todos los Dicasterios; pero la
colegialidad y la corresponsabilidad piden más que
cordialidad.
Encontré al Papa muy acogedor, eso sí, sus manos en
mis manos, escuchándonos, preguntándonos, riéndose con
humor, estimulándonos incluso a urgir de los dicasterios y
del nuncio. Físicamente Juan Pablo II, aquel gigante polaco,
está bastante decaído. El atentado, el parkinson... A veces
me daba incluso la impresión de un abuelo ya de vuelta pero
cariñoso. Los Papas también envejecen.
Sin embargo, es interesante recoger del boletín Adista
–21 de octubre de 1995– el titular que dedica al último
viaje del Papa a EE.UU. y a su discurso en la ONU: «El Viaje
de Gulliver: EE.UU. nos devuelve un Papa gigante». Por su enérgica
condenación del etnicismo y el racismo, por su defensa de la
legítima identidad nacional, por su demanda de una Carta de
los derechos de las naciones, por su claridad al abordar los
temas candentes del gran país anfitrión: el aborto, la
familia, el consumismo, el deber de la solidaridad, la multiculturalidad.
Llega a afirmar Adista que apareció allí «la imagen de un
gigante en un mundo de liliputienses, de una única
incomparable personalidad en un panorama humano de mediocres
».
En la visita ad
limina, como es de rigor, nos encontramos con los varios
Dicasterios o «ministerios» y secretariados del Papa.
Honestamente, uno sale entre decepcionado y angustiado de esas
visitas. La Curia romana debería ser otra cosa. Reclama a
gritos una profunda renovación.
La sentí, una vez más, como pesada y pasada. Nosotros,
los obispos, hacíamos preguntas
bien concretas y pastoralmente apremiantes. Las respuestas de
los Dicasterios eran normalmente vagas y dilatorias. A veces
nos sentíamos chutados, como balones brasileños, de un
Dicasterio para otro. Y así se lo dijimos al Papa.
Me
atrevería a calcular –porque también soy Iglesia y por
amor a la Iglesia– que un 70 por 100 de lo que se adjudica
la Curia romana podría resolverse mejor en las Iglesias
particulares y en las Conferencias Episcopales. No puedo
entrar en detalles, porque no estoy escribiendo un nuevo código
de derecho canónico. Evidentemente el Vaticano debería dejar
de ser Estado. Ésta es una convicción que crece en mí con
los años y la experiencia eclesiástica. Ya es ejemplo típico,
también, el problema de la elección de los obispos. Sé, de
información directa, que el mismo Papa, refiriéndose a una
elección manipulada por un
señor cardenal, en nuestro Brasil, llegó a ponderar: «¡Así nadie nos cree!». Por hablar de mi
España –y podría hablar de otros países, y de casos
recientes– está claro que habría sido más inculturado y
pastoral nombrar para Bilbao un obispo vasco. Y por hablar de
nuestra Centroamérica, es más que comprensible que nos haya
chocado a muchos que para suceder como pastor en la iglesia de
don Romero, mártir a manos de la derecha y del ejército
salvadoreños, se haya elegido a un capellán de ese ejército
y de línea pastoral marcadamente otra.
Acaba de salir en París un libro, dirigido por René Luneau y Patrick Michel, con este significativo título: Ya no
llevan a Roma todos los caminos. Los cambios actuales del
catolicismo. Las reformas que pidieron recientemente los católicos
alemanes y austriacos a través de la iniciativa popular de la
Iglesia (el famoso Kirchen
Volksbegheren) no deben estar tan fuera de lugar cuando
recogen demandas que vienen resonando en estas últimas décadas
en todas las partes del mundo católico:
1. Construcción de una Iglesia fraterna.
2. Plena igualdad de derechos
de la mujer.
3. Libre elección entre
formas de vida celibatarias y no celibatarias.
4. Valoración positiva de la
sexualidad como parte importante del ser humano creado y
aceptado por Dios.
5. Mensaje de alegría en vez
de mensaje de amenaza. Esos católicos añaden, y yo lo firmo,
que «una crisis puede contener el germen de un ocaso, pero
también la oportunidad de un renacimiento lleno de futuro».
El Papa ha hecho hincapié en subrayar, como saliendo al
paso de muchas reclamaciones, la voluntad de la Iglesia de
reconocer la igualdad social y eclesial de la mujer. Sin
embargo, la respuesta de la Congregación para la Doctrina de
la Fe, del 28 de octubre de 1995, asumida por el Papa,
confirma la prohibición tajante de pensar en el futuro acceso
de la mujer al sacerdocio. Se trata –dice el documento– de
«una declaración formal que debe ser mantenida siempre, en
todas partes y por todos los fieles, ya que pertenece al depósito
de la fe».Evidentemente, el debate eclesial en torno a este
problema no se cierra con este documento de la congregación
para la doctrina de la fe. Inmediatamente después ya han
surgido réplicas, bien fundadas, que la Iglesia en el futuro
no podrá pasar por alto. El Espíritu seguirá hablando.
Otra confidencia, aun a sabiendas de que uno siga siendo
tachado de menos eclesial, o eclesiástico. Si los obispos no
hablamos en la Iglesia, no sé quién podrá hablar... La
Congregación para la Educación Cristiana nos mandó retirar
del texto actualizado de la Reglamentación de la formación
sacerdotal que elaboramos en la CNBB, estos dos párrafos que
transcribo. Y los transcribo porque me parecen indispensables
para una auténtica formación cristiana sacerdotal.
No entiendo cómo se pueda prescindir de lo que reivindican
estos dos números tan inspiradamente redactados:
Núm. 123: La identificación
con Cristo Pastor y Siervo de sus hermanos «conduce a la
persona al sometimiento de toda la vida al Espíritu, en
actitud filial con el Padre y en vinculación fiel con la
Iglesia» (PDV 45). Lleva a una espiritualidad de
desprendimiento, de encarnación en la vida concreta del
pueblo y de solidaridad con sus causas, a la luz del plan de
Dios, como en Jesús de Nazaret (VMPPV 297), que se vació y
se hizo servidor (Flp 2,5-11) ungido por el Espíritu para
anunciar la Buena Noticia a los pobres» (Lc 4,18).
Núm. 124: «Esta
espiritualidad sostiene al presbítero en la misión
evangelizadora de nuestra realidad latinoamericana, llevándolo
a buscar, cada vez más profundamente, la fidelidad a los
signos de la presencia y acción del Espíritu, el servicio de
la palabra de la verdad, la edificación de la comunidad y de
la comunión, el amor preferencial y la solicitud para con los
pobres, en fin, aquellas virtudes características de una
espiritualidad liberadora: el sentido de misericordia, la
firmeza y paciencia en las tribulaciones y persecuciones, la
alegría de saberse ministro del Evangelio» (DP 378-383). En
esos textos tan evangélicos, ¿molestan los pobres, el
pueblo, la espiritualidad liberadora, las persecuciones...? ¿Molestan
por ser tan latinoamericanos?
Ya he citado el COMLAV, que fue, sin duda, un gran momento
misionero continental, con la participación además de muchas
Iglesias del mundo. La prensa misionera, sobre todo, se ha
hecho bastante eco de ese congreso. Yo quisiera subrayar un
tema que mereció en el mismo mucho debate y luz: las
fronteras de la misión. Me parece que quedó claro, en la línea
de la inculturación
en los varios pueblos y ambientes y frente a los desafíos de
la marginación social, que la misión debe afrontar las
diferentes fronteras y no sólo las geográficas. Fronteras
culturales, económicas, sociales, psicológicas,
religiosas...
Y he dicho que hice también
una escapada a Asís. Asís,
Francisco, «el Evangelio sin glosa», siempre le sacuden a
uno. Puesto a pedir, sólo pude pedirle a San Francisco
bastante más gratuidad. Falta nos hace. En medio de tantos
intereses y susceptibilidades y desalientos. Dios sigue siendo
siempre Gracia. Y nosotros deberíamos ser siempre, sobre
todo, gratuidad que recibe y gratuidad que da.
Hacia un macroecumenismo
solidario
Del 10 al 14 de octubre de este año de gracia vamos a
celebrar en Bogotá, Colombia, el segundo encuentro
continental de la APD, Asamblea del Pueblo de Dios... La sola
expresión «macroecumenismo» suscitó temores y censuras.
Injustificadamente. De hecho, quiere reforzar, por un
lado, el ecumenismo real entre las Iglesias cristianas, y el
diálogo mayor de estas Iglesias con las otras Religiones,
sobre todo indígenas y negras, por tratarse del Continente.
Siempre hicimos hincapié en salvar la respectiva identidad,
porque pretendemos el diálogo que escucha y habla, que recibe
y da. Lo contrario sería monólogo...
Ni el ecumenismo ni el macroecumenismo son tan fáciles ni tan vigentes en nuestro mundo de
fundamentalismos y proselitismos cerrados y de Iglesias
avasalladoramente electrónicas. Aquí, en Brasil, acabamos de
vivir el incidente de un pastor golpeando una imagen de
Nuestra Señora Aparecida, que provocó tantas reacciones
desorbitadas. Poniéndole un poco de humor a la cosa, pensaba
yo que si la Congregación de ese pastor se denomina Iglesia
Universal del Reino, todas las Iglesias deberíamos intentar
ser apenas, modestamente, Iglesias del Reino Universal...
La coyuntura latinoamericana y mundial, dentro de la
cual se va a celebrar la APD, es sobradamente conocida.
Alguien ha hablado del presente «orden mundial» ante la cúpula
de Copenhague como «una falsa premisa para las profundas
reformas» que necesita nuestro mundo de marginalizados.
«¿Tienen futuro los niños de América Latina?», se
pregunta, con datos alarmantes, la revista N u e v a m é r i
c a . Brasil, Colombia y Perú acaban de ser condenados... «Vidas
por la Vida» es el tema y el lema de la Romería de los Mártires
de la Caminada
latinoamericana. Vidas y muertes por la Vida, las vidas y las
muertes de nuestros mártires. Su testimonio, su memoria, su
gloria actual, nos obligan a hacer de cada una de nuestras
vidas «una vida por la Vida». En el compromiso diario
personal, familiar, comunitario; político y eclesial.
Son tantos los propagados nuevos paradigmas que se nos
presentan hoy, que fácilmente podemos perder de vista y de
vida el paradigma de siempre: la Vida, la vida digna, la vida
para todas las personas y para todos los Pueblos; la opción
liberadora por los pobres, que son vidas prohibidas. Desde la
fe cristiana, pues, la opción por el Reino...
Hay que seguir andando no más. No hay que tener miedo
de meterse en el barro. Con un oído al Evangelio y otro al
Pueblo. A todas y todos, y a las respectivas comunidades u
organismos, un abrazo muy fraterno en el Dios de la Vida y en
la Humanidad Nueva que Él y nosotros soñamos.
Frases interesantes
del obispo:.
La Curia romana debería ser
otra cosa. Reclama a gritos una profunda renovación. La sentí, una vez más,
como pesada y pasada.
Hay que seguir andando no más.
No hay que tener miedo de meterse en el barro. Con un oído al
Evangelio y otro al Pueblo.
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