viernes, 21 de marzo de 2014

Vidas por la vida. Circular fraterna


Vidas por la vida. Circular fraterna

 Pedro Casaldáliga (Obispo de São Félix do Araguaia, M. T., Brasil.)
 
Hermanas, hermanos, compañeros de esperanza, «esperanzados y esperanzadores» (Ellacuría) , ahora más que nunca, porque los tiempos «oficiales» no son demasiado buenos para el Pueblo. Aunque el Tiempo de Dios, la llegada de su Reino, continúe siendo más que bueno y urgente.

Esta circular, que sigue siendo fraterna, alcanza un círculo tan diferenciado que me obliga a tocar temas «mayores », dejando en la máquina y en el corazón referencias más caseras. El tono de la carta se hace también más abierto en su perspectiva, menos intraeclesiástico... Espero que este aviso previo nos ayude en la mutua comprensión.
 Tres acontecimientos me dan la materia prima y el hálito para esta carta circular: – la Romería de los Mártires de la «Caminada» latinoamericana, en Riberirão Cascalheira; – mi visita ad limita e n Roma, mi escapada a Asís; – la Asamblea del Pueblo de Dios (APD), en Colombia.
 
La Vida y sus testigos
 Nunca como hoy la vida ha pasado a ser el gran paradigma de referencia para reuniones, marchas, manifiestos y para la misma teología. Parece que finalmente hemos llegado a reconocer, con nuestro San Romero de América, que la Vida es, de verdad, ese máximo y mínimo don de Dios. Se habla incluso de «la cultura de la vida» frente a la mal llamada «cultura de la muerte» (la cultura propiamente es siempre de la vida y para la vida). La nueva fiebre por la ecología va siendo, cada vez más, no ya una moda bucólica o una bandera minoritaria, sino una verdadera obsesión mundial por la vida en el universo.
 Nuestros teólogos y comunidades vienen invocando más y más a Dios –al Dios de  siempre– como el Dios de la Vida. De hecho, a lo largo de la historia de la salvación, en nuestras escrituras judaico-cristianas, él se revela como el único Señor de la Vida...
 Por citar algunas referencias que nos son más próximas acerca de esa presencia persistente de la vida en documentos y encuentros, recuerdo: «El Evangelio de la Vida», encíclica de Juan Pablo II; «Una esperanza viva», lema de la Asamblea del Consejo Latinoamericano de Iglesias, en Chile, el año pasado; «El Evangelio en las culturas, camino de Vida y Esperanza», tema del COMLA V; la Eucaristía, Vida para la Iglesia», tema del Congreso Eucarístico Nacional que se va a celebrar en Vitoria; «Vida ácima de tudo», de la XI Asamblea Nacional de la Pastoral Obrera de Brasil; Primer Encuentro sobre «la calidad de Vida en América Latina», celebrado en Sao Paulo; «Construyendo la Vida», lema del día nacional de la juventud brasileña; «Tierra, madre de la Vida», como un grito primero en el «O grito dos excluidos», realizado con tanta fuerza en nuestro Brasil; «Opción por los pobres, opción por la Vida», del X Seminario de formación teológica de Argentina y «Dar la Vida en la opción por los pobres», del XI Seminario. La organización indígena CONAI de Ecuador contestaba muy proféticamente a un comandante general que les negaba sentido a sus reclamaciones: «nosotros estamos luchando por la Vida, no sólo para nosotros, el pueblo indígena, sino para todos los ecuatorianos, los latinoamericanos, todo el pueblo de Dios » .
 El Boletín REDE , de los cristianos de clases medias, editado en Petrópolis, subrayaba, pensando en las tendencias ecuménicas de este final de milenio, que «no hay verdadera presencia cristiana si la vida amenazada no es defendida, especialmente la vida de los pobres amenazados por el (des)orden neoliberal». Nuestro San Romero actualizaba y ubicaba el dicho de San Ireneo, afirmando que: «la gloria de Dios es que el pobre viva».
 La «calidad de vida» que postula el primer mundo no puede ser privilegio de unos pocos. La vida de los pobres definirá siempre, en humano y en cristiano, la opción por la Vida... En contrapartida, la muerte sigue haciendo estragos, estructurales, escandalosos, en nuestra neoliberal humanidad.  
                                                                   Con oportuno dramatismo, el último premio Nobel de Literatura, Seamus Heaney, se considera «un soldado huido de la matanza». Y en un análisis acerca de la sociedad civil y la violencia, publicado por IBASE, Isabel Cavalho suspira por «poder salir a la calle y exigir que al final valga la pena estar vivo». Amnistía Internacional denunciaba que treinta y dos países ejecutaron en un año más de dos mil personas, condenadas a muerte, y que ciento doce estados han practicado normalmente la tortura. Ya sabemos que más de mil millones de personas, o sea, la quinta parte de la población mundial, malvive en condiciones de extrema pobreza pasando materialmente hambre. En Colombia, el narcotráfico, que financia la muerte de tantas personas cada día, representa un ingreso de tres mil quinientos millones de dólares por año. Son bien conocidas las cifras de las muertes «matadas» en Sao Paulo o en Río de Janeiro: quince, veinte por día. Entre los indios guaraní kaiowá de Matto Grosso do Sul, arrancados de sus tierras y condenados a trabajo semiesclavo, en la última década se han suicidado treinta y dos adolescentes.
 Cien millones de personas–el 2 por 100 de la población mundial– han sido desarraigadas de su hábitat. Y se calcula que cada día unas diez mil personas aumentan la lista delos refugiados. África es todo un continente condenado a muerte por los conflictos poscoloniales, bajo las armas exportadas por el primer mundo, y por el SIDA y el hambre. Varios países africanos se transformaron hoy en antesalas de una muerte, más que «anunciada», decretada internacionalmente.
 El rabino D. Goldman, hablando de los cuerpos desaparecidos durante la dictadura militar chilena, pronunciaba estas dos sentencias que deberían sacudirnos a todos, también como Iglesia, en la medida en que todos podamos ser cómplices, al menos por amnesia: «Los muertos no dejan dormir a nadie hasta que no se sepa la verdad. No conocer sus muertes es educar en el desprecio de la santidad de la vida humana.»
 Dentro de este panorama de vida y muerte, la Prelatura de Sao Félix do Araguaia va a clausurar las celebraciones de los 25 años de su erección, con la ROMERÍA DE LOS MÁRTIRES DE LA «CAMINADA » LATINOAMERICANA, en Ribeirao Cascalheira, los días 27 y 28 de julio de este año de 1996. En este año conmemoramos los 20 del martirio del padre Joao Penido Burnier, asesinado a mis pies por la policía militar cuando los dos intentábamos liberar a dos campesinas que estaban siendo torturadas por la policía.
 Todos los amigos y amigas que nos vienen acompañando a lo largo de estos años pueden tomar nota y marcar las fechas en la agenda. Las celebraciones de la Romería empezarán el 27 por la tarde y terminarán el 28 con el almuerzo comunitario . Estamos reestructurando el Santuario. Hemos pedido a cada país de América Latina y el Caribe la fotografía de un mártir del país respectivo para que ese Santuario sea de verdad de los mártires de la «caminada » latinoamericana.
 De la caminada, porque son mártires recientes y testigos de sangre de esas causas que conforman la caminada de nuestros pueblos y de nuestras Iglesias en el proceso de la gran Liberación. Con ocasión del COMLA V (Congreso Misionero Latinoamericano) que celebramos en Belo Horizonte en el pasado mes de julio, yo tuve que exponer la experiencia de la «Memoria y estímulo misionero a partir de los mártires de la caminada de la Patria Grande». En esa comunicación subrayaba yo los siguientes aspectos:
 – El Nuevo Testamento nos presenta los evangelizadores primeros como «testigos ». «Seréis mis testigos», les pide Jesús. Y ya sabemos que «testigo» hasta las últimas consecuencias, equivale a mártir. El Apocalipsis evoca a la comunidad de los seguidores de Jesús como aquella que ha pasado por «la gran tribulación y ha lavado sus vestiduras en la sangre del Cordero » .
 – Nuestra América, en las últimas décadas, ha sido bautizada como «el Continente de la muerte y la esperanza ». Nuestros pueblos y nuestras Iglesias han pasado multitudinariamente por la gran tribulación. Y somos hijos/hijas de mártires, testigos de testigos.  Una «nube» de testigos nos precede y nos envuelve. Podríamos citarlos en una enumeración escalofriante. Hay calendarios, agendas, libros colectivos o monográficos, vídeos, filmes, fechas consagradas, romerías... que recogen esa memoria –verdadera «anámnesis »– que quiere y debe impedir cualquier tipo de «amnesia».  
  – Ese martirio de nuestra América tiene, ya desde los orígenes de la evangelización en el Continente, dos peculiaridades. Es un martirio por el «pobre» y por el «otro».
 – Entre nosotros se ha ensanchado el concepto de martirio. Nuestros mártires son mártires por el Reino, no solamente por la estricta confesión de un artículo de fe cristiana. Nuestros mártires no sólo han dado la sangre «por la Iglesia»; la han dado también «por el Pueblo». «Sangre por el Pueblo» es el título del conocido martirologio latinoamericano que ahora tiene ya un segundo volumen, titulado Profetas por un nuevo mundo, ambos preparados por Berta Arroyo.
 – En su oblación por la Causa mayor del Reino, nuestros mártires son testigos de sangre de Causas específicas, nuevas en cierta medida y muy nuestras. El mundo indígena, su autonomía, sus territorios; la tierra repartida; los derechos humanos; la solidaridad; la justicia... Mártires por el Reino de la Vida, vidas dadas por la Vida. Contra todos los dioses de la muerte que nos acechan, tan actualizados por el lucro, por la prepotencia, por la marginación.
 – Todo lo cual nos enseña con una nueva luz que lo consecuente no es sólo venerar a los mártires o hacerse con sus reliquias, sino imitar a los mártires y hacerse con sus causas. Asumir su actitud de testigos, coherentes y radicales, y hasta las últimas consecuencias. Hacer fructificar su sangre ya en el hoy de nuestra «caminada», dar razón también histórica, además de escatológica, de su esperanza. Ni esperaron en vano ni murieron en vano.
 – En una de sus asambleas –1976– la Asociación de teólogos del Tercer Mundo se obligaba a «hacer del compromiso el primer acto de la teología». El primer acto de la espiritualidad , digamos, de la misión, de la pastoral.
 – En aquella exposición del COMLA alertaba yo una vez más sobre el peligro de caer en alguna de las tres tentaciones de moda que nos acechan: renunciar a la memoria, renunciar a la cruz, renunciar a la utopía o esperanza...
 Jon Sobrino, hablando de los mártires y de las diferentes posturas de la Iglesia hoy, advierte que el factor decisivo de una u otra postura (complicidad, supuesta neutralidad, compromiso) está en «saber si la Iglesia mantiene la opción por los pobres, la denuncia de la opresión y el servicio a los oprimidos, hasta el martirio».
 
  Ser Iglesia de Jesús, pero de otra manera.
 El año pasado nos tocó a los obispos de Brasil hacer la visita ad limina. A las tumbas de los Apóstoles Pedro y Pablo, al sucesor de Pedro, hoy Juan Pablo II. Esa visita, a su tiempo, ya me dio algunos quebraderos de cabeza y de reputación eclesiástica. Los viejos amigos recordarán.
 Este año hice la visita conjuntamente con los obispos del Ceará y del Piauí, presididos por el tan franciscanamente fraterno dom Aloísio Lorscheider. ¿Qué voy a decir de la visita ad limina? Pues, sí, puede ser útil para la Iglesia. Pero, ciertamente, debería ser de otro modo. Y conste que fuimos muy cordialmente recibidos en todos los Dicasterios; pero la colegialidad y la corresponsabilidad piden más que cordialidad.
 Encontré al Papa muy acogedor, eso sí, sus manos en mis manos, escuchándonos, preguntándonos, riéndose con humor, estimulándonos incluso a urgir de los dicasterios y del nuncio. Físicamente Juan Pablo II, aquel gigante polaco, está bastante decaído. El atentado, el parkinson... A veces me daba incluso la impresión de un abuelo ya de vuelta pero cariñoso. Los Papas también envejecen.
 Sin embargo, es interesante recoger del boletín Adista –21 de octubre de 1995– el titular que dedica al último viaje del Papa a EE.UU. y a su discurso en la ONU: «El Viaje de Gulliver: EE.UU. nos devuelve un Papa gigante». Por su enérgica condenación del etnicismo y el racismo, por su defensa de la legítima identidad nacional, por su demanda de una Carta de los derechos de las naciones, por su claridad al abordar los temas candentes del gran país anfitrión: el aborto, la familia, el consumismo, el deber de la solidaridad, la multiculturalidad. Llega a afirmar Adista que apareció allí «la imagen de un gigante en un mundo de liliputienses, de una única incomparable personalidad en un panorama humano de mediocres ».
En la visita ad limina, como es de rigor, nos encontramos con los varios Dicasterios o «ministerios» y secretariados del Papa. Honestamente, uno sale entre decepcionado y angustiado de esas visitas. La Curia romana debería ser otra cosa. Reclama a gritos una profunda renovación.
 La sentí, una vez más, como pesada y pasada. Nosotros, los obispos, hacíamos  preguntas bien concretas y pastoralmente apremiantes. Las respuestas de los Dicasterios eran normalmente vagas y dilatorias. A veces nos sentíamos chutados, como balones brasileños, de un Dicasterio para otro. Y así se lo dijimos al Papa.
 Me atrevería a calcular –porque también soy Iglesia y por amor a la Iglesia– que un 70 por 100 de lo que se adjudica la Curia romana podría resolverse mejor en las Iglesias particulares y en las Conferencias Episcopales. No puedo entrar en detalles, porque no estoy escribiendo un nuevo código de derecho canónico. Evidentemente el Vaticano debería dejar de ser Estado. Ésta es una convicción que crece en mí con los años y la experiencia eclesiástica. Ya es ejemplo típico, también, el problema de la elección de los obispos. Sé, de información directa, que el mismo Papa, refiriéndose a una elección manipulada por un señor cardenal, en nuestro Brasil, llegó a ponderar: «¡Así nadie nos cree!». Por hablar de mi España –y podría hablar de otros países, y de casos recientes– está claro que habría sido más inculturado y pastoral nombrar para Bilbao un obispo vasco. Y por hablar de nuestra Centroamérica, es más que comprensible que nos haya chocado a muchos que para suceder como pastor en la iglesia de don Romero, mártir a manos de la derecha y del ejército salvadoreños, se haya elegido a un capellán de ese ejército y de línea pastoral marcadamente otra.  
                                                                 Acaba de salir en París un libro, dirigido por René Luneau y Patrick Michel, con este significativo título: Ya no llevan a Roma todos los caminos. Los cambios actuales del catolicismo. Las reformas que pidieron recientemente los católicos alemanes y austriacos a través de la iniciativa popular de la Iglesia (el famoso Kirchen Volksbegheren) no deben estar tan fuera de lugar cuando recogen demandas que vienen resonando en estas últimas décadas en todas las partes del mundo católico:
1. Construcción de una Iglesia fraterna.
2. Plena igualdad de derechos de la mujer.
3. Libre elección entre formas de vida celibatarias y no celibatarias.
4. Valoración positiva de la sexualidad como parte importante del ser humano creado y aceptado por Dios.
5. Mensaje de alegría en vez de mensaje de amenaza. Esos católicos añaden, y yo lo firmo, que «una crisis puede contener el germen de un ocaso, pero también la oportunidad de un renacimiento lleno de futuro».
 El Papa ha hecho hincapié en subrayar, como saliendo al paso de muchas reclamaciones, la voluntad de la Iglesia de reconocer la igualdad social y eclesial de la mujer. Sin embargo, la respuesta de la Congregación para la Doctrina de la Fe, del 28 de octubre de 1995, asumida por el Papa, confirma la prohibición tajante de pensar en el futuro acceso de la mujer al sacerdocio. Se trata –dice el documento– de «una declaración formal que debe ser mantenida siempre, en todas partes y por todos los fieles, ya que pertenece al depósito de la fe».Evidentemente, el debate eclesial en torno a este problema no se cierra con este documento de la congregación para la doctrina de la fe. Inmediatamente después ya han surgido réplicas, bien fundadas, que la Iglesia en el futuro no podrá pasar por alto. El Espíritu seguirá hablando.
 Otra confidencia, aun a sabiendas de que uno siga siendo tachado de menos eclesial, o eclesiástico. Si los obispos no hablamos en la Iglesia, no sé quién podrá hablar... La Congregación para la Educación Cristiana nos mandó retirar del texto actualizado de la Reglamentación de la formación sacerdotal que elaboramos en la CNBB, estos dos párrafos que transcribo. Y los transcribo porque me parecen indispensables para una auténtica formación cristiana sacerdotal.
No entiendo cómo se pueda prescindir de lo que reivindican estos dos números tan inspiradamente redactados:
Núm. 123: La identificación con Cristo Pastor y Siervo de sus hermanos «conduce a la persona al sometimiento de toda la vida al Espíritu, en actitud filial con el Padre y en vinculación fiel con la Iglesia» (PDV 45). Lleva a una espiritualidad de desprendimiento, de encarnación en la vida concreta del pueblo y de solidaridad con sus causas, a la luz del plan de Dios, como en Jesús de Nazaret (VMPPV 297), que se vació y se hizo servidor (Flp 2,5-11) ungido por el Espíritu para anunciar la Buena Noticia a los pobres» (Lc 4,18).
Núm. 124: «Esta espiritualidad sostiene al presbítero en la misión evangelizadora de nuestra realidad latinoamericana, llevándolo a buscar, cada vez más profundamente, la fidelidad a los signos de la presencia y acción del Espíritu, el servicio de la palabra de la verdad, la edificación de la comunidad y de la comunión, el amor preferencial y la solicitud para con los pobres, en fin, aquellas virtudes características de una espiritualidad liberadora: el sentido de misericordia, la firmeza y paciencia en las tribulaciones y persecuciones, la alegría de saberse ministro del Evangelio» (DP 378-383). En esos textos tan evangélicos, ¿molestan los pobres, el pueblo, la espiritualidad liberadora, las persecuciones...? ¿Molestan por ser tan latinoamericanos?
Ya he citado el COMLAV, que fue, sin duda, un gran momento misionero continental, con la participación además de muchas Iglesias del mundo. La prensa misionera, sobre todo, se ha hecho bastante eco de ese congreso. Yo quisiera subrayar un tema que mereció en el mismo mucho debate y luz: las fronteras de la misión. Me parece que quedó claro, en la línea de la inculturación en los varios pueblos y ambientes y frente a los desafíos de la marginación social, que la misión debe afrontar las diferentes fronteras y no sólo las geográficas. Fronteras culturales, económicas, sociales, psicológicas, religiosas...
Y he dicho que hice también una escapada a Asís.  Asís, Francisco, «el Evangelio sin glosa», siempre le sacuden a uno. Puesto a pedir, sólo pude pedirle a San Francisco bastante más gratuidad. Falta nos hace. En medio de tantos intereses y susceptibilidades y desalientos. Dios sigue siendo siempre Gracia. Y nosotros deberíamos ser siempre, sobre todo, gratuidad que recibe y gratuidad que da.
 
Hacia un macroecumenismo solidario
 Del 10 al 14 de octubre de este año de gracia vamos a celebrar en Bogotá, Colombia, el segundo encuentro continental de la APD, Asamblea del Pueblo de Dios... La sola expresión «macroecumenismo» suscitó temores y censuras.
 Injustificadamente. De hecho, quiere reforzar, por un lado, el ecumenismo real entre las Iglesias cristianas, y el diálogo mayor de estas Iglesias con las otras Religiones, sobre todo indígenas y negras, por tratarse del Continente. Siempre hicimos hincapié en salvar la respectiva identidad, porque pretendemos el diálogo que escucha y habla, que recibe y da. Lo contrario sería monólogo...
 Ni el ecumenismo ni el macroecumenismo son tan fáciles ni tan vigentes en nuestro mundo de fundamentalismos y proselitismos cerrados y de Iglesias avasalladoramente electrónicas. Aquí, en Brasil, acabamos de vivir el incidente de un pastor golpeando una imagen de Nuestra Señora Aparecida, que provocó tantas reacciones desorbitadas. Poniéndole un poco de humor a la cosa, pensaba yo que si la Congregación de ese pastor se denomina Iglesia Universal del Reino, todas las Iglesias deberíamos intentar ser apenas, modestamente, Iglesias del Reino Universal...
 La coyuntura latinoamericana y mundial, dentro de la cual se va a celebrar la APD, es sobradamente conocida. Alguien ha hablado del presente «orden mundial» ante la cúpula de Copenhague como «una falsa premisa para las profundas reformas» que necesita nuestro mundo de marginalizados.
 «¿Tienen futuro los niños de América Latina?», se pregunta, con datos alarmantes, la revista N u e v a m é r i c a . Brasil, Colombia y Perú acaban de ser condenados... «Vidas por la Vida» es el tema y el lema de la Romería de los Mártires de la Caminada latinoamericana. Vidas y muertes por la Vida, las vidas y las muertes de nuestros mártires. Su testimonio, su memoria, su gloria actual, nos obligan a hacer de cada una de nuestras vidas «una vida por la Vida». En el compromiso diario personal, familiar, comunitario; político y eclesial.
 Son tantos los propagados nuevos paradigmas que se nos presentan hoy, que fácilmente podemos perder de vista y de vida el paradigma de siempre: la Vida, la vida digna, la vida para todas las personas y para todos los Pueblos; la opción liberadora por los pobres, que son vidas prohibidas. Desde la fe cristiana, pues, la opción por el Reino...
 Hay que seguir andando no más. No hay que tener miedo de meterse en el barro. Con un oído al Evangelio y otro al Pueblo. A todas y todos, y a las respectivas comunidades u organismos, un abrazo muy fraterno en el Dios de la Vida y en la Humanidad Nueva que Él y nosotros soñamos.
 
Frases interesantes del obispo:.
La Curia romana debería ser otra cosa. Reclama a gritos una profunda renovación. La sentí, una vez más, como pesada y pasada.
Hay que seguir andando no más. No hay que tener miedo de meterse en el barro. Con un oído al Evangelio y otro al Pueblo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.