martes, 22 de abril de 2014

Batalla.

(heb. maarakah, "orden [línea] de batalla" o combate [del verbo ârak, "formar
en orden de batalla"]).  

Muchos pasajes (Jue. 20:20, 22, 33; 1 S. 4:12; 17:20; 2 S. 10:8, 9; etc.)
hablan de ejércitos en orden de Batalla y de combates, pero los detalles acerca
de las  tácticas, formaciones y estrategias están casi totalmente ausentes. 
Sin embargo, se sabe que las fuerzas armadas se dividían en compañías o
divisiones para confundir al enemigo o para ocultar la dirección del ataque
principal (Jue. 7:16-18; 1 S. 11:11; 2 S. 18:2).  Para sorprender o engañar,
los ejércitos empleaban métodos como las emboscadas o huidas ficticias de una
parte del ejército* (Jos. 8:2, 12; Jue. 20:29-34; 1 S. 15:5), y también ataques
nocturnos (Jue. 7:16-20; 2 S. 17:1-3).

67. Relieve del templo en Karnak que representa una Batalla del faraón Seti I
contra los sirios.

Por lo general, las batallas se iniciaban con un sonido de trompeta (Jue. 7:18)
y con un grito o alarma de Batalla (Jer. 49:2; Am. 1:14; etc.), después de lo
cual las fuerzas enemigas se lanzaban unas contra otras.  Poco se sabe de cómo
se ordenaban durante la batalla, pero la lucha era cuerpo a cuerpo (figs 11,
30, 45, etc., para escenas de batallas).  Las armas principales eran la lanza,
el arco y las flechas, y la 145 daga o espada; desde tiempos de Salomón los
israelitas también usaban carros (1 R. 1:5;10:26, 29) pero las armas eran las
mismas, excepto que la daga y la espada no le servían a quien estaba en el
vehículo.  En el período posterior de los reyes se introdujo la caballería (2
R. 13:7; etc.) siguiendo el modelo asirio.  En algunos casos, el choque era
precedido por un duelo entre 2 representantes notables de los ejércitos
enemigos, cuyo resultado tenía un efecto decisivo sobre toda la Batalla (1 S.
17:3-52).

El primer deber del ejército vencedor, el que generalmente ocupaba el terreno,
era enterrar a sus muertos y a los del ejército enemigo (1 R.11:15; Ez.
39:11-13) mientras se hacía una lamentación sobre los líderes o héroes caídos
(2 S. 3:31).  En ciertas ocasiones se llevaban como trofeos las cabezas de
enemigos destacados (1 S. 17:51, 54; 31:8, 9; 2 S. 20:22); otras veces un
soldado cortaba una mano (fig 334; Jue. 8:6) o el miembro viril del enemigo
muerto (1 S. 18:25, 27) para demostrar su valor y reclamar una recompensa
(ambas costumbres lo practicaban los egipcios).  Por lo general, los
prisioneros eran tratados con gran severidad, aunque también se registran casos
excepcionales de clemencia (1 R. 20:30-34).  Casi siempre se mataba a los reyes
capturados (Jos. 10:23, 26), y muchas veces también a los soldados rasos (2 Cr.
25:12); con frecuencia los cautivos eran vendidos como esclavos (Am. 1:6, 9). 
Se registra que los israelitas desjarretaban (dejar inválidos) los caballos y
quemaban los carros de sus enemigos (Jos. 11:6, 9; 2 S. 8:4); con el paso del
tiempo, ellos mismos comenzaron a usarlos.

A menudo se devastaba el territorio de un enemigo derrotado: se cortaban los
árboles, cegaban los manantiales y quemaban las ciudades y aldeas (Jue. 6:4; 2
R. 3:19).  Los despojos obtenidos se distribuían entre quienes habían
participado en la Batalla y los que se habían quedado a cuidar el campamento (1
S. 30:24, 25).  Los metales preciosos frecuentemente eran dedicados al templo
(2 S. 8:10,11), y se conservaban en el santuario los trofeos especiales (1 S.
21:8, 9; 31:8-10; 2 R. 11:10).  A veces se dejaba una guarnición en las
ciudades conquistadas (2 S. 8:6, 14) y se tomaban rehenes para asegurar el
cumplimiento de los acuerdos (2 R. 14:14).

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