lunes, 14 de abril de 2014

BLEMIAS.

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La idea de la existencia de razas sin cabeza y con la cara en el vientre o en el pecho está difundida en zonas muy extensas por todo el mundo. A menudo se trata de seres personales, espíritus o divinidades. Con frecuencia esta malformación se atribuye a especies enteras, situadas en lugares lejanos. Por ejemplo: Los esquimales del estrecho de Bering creen que en la Luna viven extraños seres, que alguna vez han sido encontrados también en la Tierra, sin la cabeza sobre el cuello y cuyo cuerpo de aspecto humano tiene una gran boca armada de dientes afilados en el tórax. Los propios esquimales hablan también de una raza que había vivido en tiempos antiguos y que tenía dos caras, una anterior y otra posterior, y una cola. También en la América meridional se habla de presuntos seres acéfalos, denominados Ewaipanoma, así como en los relatos de los indios de la costa del Pacífico Norte se habla de seres sin cabeza, con los ojos en el pecho.

Sin embargo el nombre Blemmi, se refiere específicamente a una población que Plinio sitúa en el desierto de Libia. El nombre no es hijo de la fantasía, sino que era la denominación de una población real (obviamente con la cabeza en su lugar natural) que habitaba entre el Valle del Nilo y el Mar Rojo. Según Henry Lhote, la fábula del pueblo acéfalo pudiera haber nacido de la descripción, teñida de fantasía, de gente cubierta por un velo que disimulaba las formas hasta el punto de hacer pensar que no tenían cabeza.
En el Medievo se multiplicaron las descripciones de estos pueblos, que a veces toman el nombre de epifagos, y se les describe con la piel dorada, la cara en el pecho y dos ojos en los hombros. Los acéfalos, además, se dividen en Sternophtalmoi y en Omophtalmoi, según tengan los ojos en el pecho o en los hombros, respectivamente.
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De este tipo de monstruos se han dado con el tiempo varias interpretaciones alegóricas o simbólicas. Los Gesta Romanorum ven en ellos la imagen de humildes que quieren obedecer a los mandamientos interiores de su corazón; un texto del siglo XII, en cambio, compara estos seres con los abogados, que no tienen la cabeza de un hombre consciente de los propios límites, pero son codiciosos, por lo que tienen la boca en medio del vientre. Esta interpretación, en cierta medida, la suscribe también Freud, que tuvo ocasión de estudiar la figura del acéfalo en una imagen obsesiva que se presentaba en un paciente. Éste veía a su padre como un cuerpo desnudo, sin cabeza ni genitales, pero con brazos y piernas, y los rasgos de la cara estaban pintados en el vientre. Para Freud la falta de la cabeza equivale a la castración, castración que se puede vincular al símbolo de la vagina dentada, y por consiguiente como reflejo también con el tema de la nutrición.

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