lunes, 14 de abril de 2014

Carta de Bernabé.

La Carta de Bernabé fue atribuida a Bernabé por Cirilo de Alejandría. El hecho de que aparezca sólo en Alejandría en los siglos III y IV puede apuntar a su origen en esta ciudad. No sabemos nada de su autor, salvo que la misma carta parece indicar que era un convertido del judaísmo. Puede decirse que escribió en la primera mitad del siglo II, aunque algunos investigadores la remontan al 70 a.C.
La carta o más bien el tratado, ya que no tiene forma epistolar, consta de dos partes (algunos dirían tres). Hay una primera parte doctrinal y una segunda parte práctica. La primera parte doctrinal trata de mostrar que los judíos entendieron mal las enseñanzas del Antiguo Testamento al interpretarlo literalmente. Consiste en una explicación alegórica del Antiguo Testamento: los distintos elementos de la religión hebrea son rechazados o se les da una interpretación plena a la luz de Cristo; sus sacrificios, descritos como ofrendas humanas (2, 6; cf 7-8); sus ayunos, que debían haber sido obras de justicia (3, 2-5); su alianza, que pertenece más bien a los cristianos (4, 7; 14, 1-9); así como su templo, «porque la morada de nuestro corazón es un templo sagrado para el Señor» (6, 15; cf 16, 1-10); su circuncisión, porque «él circuncidó nuestros oídos para que pudiéramos escuchar la palabra y creer. Pero la circuncisión en la que ellos (los judíos) confían ha sido abolida» (9, 3-4); sus animales puros e impuros, porque «Moisés recibió tres decretos relativos a la comida, y habló de ellos en sentido espiritual, pero los judíos los entendieron como referidos a la comida de los deseos carnales» (10, 9); incluso la ley (15, 2-4). Cristo, en definitiva, es la plenitud del Antiguo Testamento (5, 1-14; 7, 1-11).
Su enseñanza sobre el bautismo en esta primera parte es importante: «Benditos los que ponen su esperanza en la cruz y se sumergen en el agua. (...) Bajamos al agua rebosando pecados y suciedad, y subimos llevando fruto en nuestro corazón, es decir, con el temor y la esperanza de Jesús en nuestro espíritu» (11, 8.11); somos por tanto templos de Dios: «Después de recibido el perdón de los pecados, y por nuestra esperanza en el Nombre, fuimos hechos nuevos, creados otra vez desde el principio. Por lo cual, Dios habita verdaderamente en nosotros, en la morada de nuestro corazón» (16, 8). Es importante también la enseñanza sobre el sábado: «Por eso justamente nosotros celebramos también el día octavo con regocijo, por ser el día en que Jesús resucitó de entre los muertos y, después de manifestado, subió a los cielos» (15, 8-9). Se trata del primer texto en el que se explica por qué los cristianos celebran el domingo en lugar del sábado como día santo.
La segunda parte práctica consiste en una exposición tradicional de los dos caminos, muy parecida a la de la Didaché, por lo que quizá ambas procedan de una misma fuente. Hay detalles notables en ella: la prohibición del aborto (19, 5); la visión escatológica del reino de Dios (21, 1), y cierto sentido de la inminencia de su llegada (21, 3).
La Carta de Bernabé trata sobre la perenne cuestión de la relación entre los dos testamentos por medio de la espiritualización o alegorización del Antiguo Testamento. Otros, como el hereje Marción (t 160 ca.), irían más lejos y negarían totalmente la validez del Antiguo Testamento.

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