domingo, 20 de abril de 2014

Encatritas o acuarios.

Literalmente, “abstencionistas” o “personas que practican la continencia”, porque se privaban de tomar vino, de comer carne y del matrimonio. El nombre fue dado a una secta cristiana, o más bien a una tendencia común a varias sectas, principalmente gnósticas cuyo ascetismo se basó en las opiniones heréticas respecto al origen de la materia.

Historia

La abstinencia del uso de algunas cosas, porque se pensaba que eran intrínsecamente malas, es más antigua que el cristianismo. El pitagorismo, el esenismo y el ascetismo indio revelaron esta tendencia errónea; los ascéticos indios son de hecho citados por Clemente de Alejandría como los predecesores de los encratitas (Stromata I.15). Aunque San Pablo se refiere a gente que ya en su época “prohíben el matrimonio y el uso de alimentos” (1 Tim. 4,1-5), la primera mención de una secta cristiana de este nombre aparece en San Ireneo (I, XXVIII). Él relaciona su origen con Saturnino y Marción. “Al rechazar el matrimonio, ellos implícitamente acusan al Creador, quien los hizo varón y mujer. Al privarse de toda ’émpsucha (comida animal e intoxicantes) son ingratos hacia Él que creó todas las cosas”. “Y ahora” continúa Ireneo, “ellos rechazan la salvación del primer hombre (Adán); una opinión introducida recientemente por Taciano, un discípulo de San Justino. Mientras estuvo con Justino no dio señales de estas cosas, pero después de su martirio Taciano se separó de la Iglesia. Engreído y jactancioso por su cátedra, estableció alguna enseñanza propia. Inventó fábulas sobre algunos eones invisibles, como hacen los valentinianos; y proclamaron que el matrimonio es corrupción y fornicación, como hacen Marción y Saturnino, pero él hizo de la negación de la salvación de Adán una especialidad propia.”
Los encratitas son mencionados luego por Clemente de Alejandría (Pæd., II, II, 33; Stromata I.15; Stromata VII.17). Todo el tercer libro de la Stromata está dedicado a combatir la falsa encrateia, o continencia, aunque allí no se menciona una secta especial de los encratitas. San Hipólito (Philos., VIII, XIII) se refiere a ellos como que “reconocen lo que concierne a Dios y a Cristo de igual modo que la Iglesia; sin embargo, respecto a su modo de vida, pasan sus días inflados con orgullo”; “se abstienen de comida animal, toman agua y prohíben el matrimonio”; “estimados cínicos en lugar de cristianos”. Sobre la firmeza de este pasaje se supone que algunos encratitas eran perfectamente ortodoxos en doctrina, y erraban sólo en la práctica, pero tà perì toû theoû kaì toû christoû no necesariamente incluye la totalidad de la doctrina cristiana.
Un poco después esta secta recibió nueva vida y fuerza con la adhesión de un tal Severo ( Eusebio, Hist. Ecl., IV.29), por el cual los encratitas eran llamados a menudo severinos. Estos encratitas severinos aceptaban la Ley, los Profetas y los Evangelios, pero rechazaban el libro de los Hechos y renegaban de San Pablo y sus Epístolas. Pero la descripción de los severinos dada por San Epifanio más bien revela al gnosticismo sirio que las tendencias judaizantes. En su odio por el matrimonio ellos declararon a la mujer obra de Satanás, y en su odio por los intoxicantes llamaban al vino gotas de veneno de la gran Serpiente, etc. (Hær, XIV). Epifanio declara que en su tiempo los encratitas eran muy numerosos a través de Asia Menor, en Pisidia, en el distrito adustano de Frigia, en Isauria, Panfilia, Cilicia y Galacia. En la provincia romana de Antioquía de Siria se encontraban dispersos aquí y allá. Ellos se separaron en un número de sectas más pequeñas de las cuales los apostolici fueron notables por su condenación de la propiedad privada; los hidroparastatae, por el uso de agua en vez de vino en la Eucaristía.
En el edicto de 382, Teodosio I pronunció sentencia de muerte contra todos los que tomaran el nombre de encratitas, sacofori o hidroparastatae, y le ordenó a Floro, el Magister Officiarum, que hiciera una búsqueda minuciosa de estos herejes, quienes eran maniqueos disfrazados. Sozomeno (Hist. Ig., V.11) habla de un encratita de Ancira en Galacia, llamado Busiris, que valientemente se sometió a los tormentos en la persecución de Juliano, y quien bajo Teodosio] abjuró de su herejía y volvió a la Iglesia Católica. Por otro lado, sabemos por Macario Magnes (cerca de 403---Apocr., III, XLIII) de un cierto Dositeo, que por el mismo tiempo escribió una obra en ocho libros en defensa de los errores encratitas. Para mediados del siglo V desaparecen de la historia, absorbidos probablemente por los maniqueos, con los cuales tuvieron tanto en común desde el principio.

Escritos

Los encratitas desarrollaron una actividad literaria considerable. El primer escritor que salió en su defensa fue Taciano en su libro “Concerniente a la Perfección Según el Salvador”, el cual San Clemente de Alejandría cita y refuta en Stromata III.12. Casi contemporáneo con él (cerca de 150 d.C.) estaba Julio Casiano, conocido como el fundador del docetismo (vea docetas). Él escribió una obra “Concerniente a la Auto-Represión y Continencia”, de la cual Clemente y San Jerónimo han conservado algunos fragmentos (Stromata I.21; Eusebio, Praep. Ev., X, XII; Stromata III.13); Jerónimo, ad Gal., VI, VIII). Respecto a los ocho libros de Dositeo sabemos sólo que él sostenía que, como el mundo había comenzado por una relación sexual, tendría su fin por la continencia (encrateia), y que él se despotricaba contra los que tomaban vino y comían carne.
Entre las obras apócrifas que se originaron en los círculos encratitas se deben mencionar: El Evangelio Según los Egipcios, mencionado por Clemente (Stromata III.9.13), Orígenes (Hom. In I Luc.), San Hipólito (Philos., V, VII), el cual contenía un diálogo entre Jesús y Salomé, el cual era especialmente citado por los encratitas en condenación del matrimonio (la recién descubierta “Logia Jesu” probablemente pertenece a este evangelio); el Evangelio de Felipe, de Tomás, los Hechos de Pedro, de Andrés, de Tomás y otros apócrifos, promoviendo las opiniones gnóstico-encratitas.
Eusebio (Hist. Ecl. IV.2l.28) dice que Musano (179 ó 210 d.C.) escribió un libro muy elegante dirigido a algunos hermanos que habían caído en la herejía de los encratitas. Teodoreto (Hær. Fab., I, XXI) dice que San Apolinaris Claudio de Hierápolis en Frigia (cerca de 171) escribió contra los encratitas severinos.

Bibliografía: SALMON in Dict. Chr. Biogr., s. vv., Encratites, Apostolici, Hydroprastatai, Tatian, Cassian; HARNACK, History of Dogma, tr., I; CRUTTWELL,; A Literary Hist. of Early Christianity (1893), I; HILGENFELD, Ketzergesch. des Urch. (1884); HARNACK, Gesch. der altchr. Lit. (Leipzig, 1893-97), I, 201 ss., II, 1, 408, 535; BARDENHEWER, Gesch. der altkirchl. Lit. (Friburgo, 1902), I, 243-5, 346, 386-391; IDEM, Patrology, SHAHAN tr. (Friburgo im Br., San Luis, 1908), 81, 92.
Fuente: Arendzen, John. "Encratites." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909. <http://www.newadvent.org/cathen/05412c.htm>.
Traducido por Luz María Hernández Medina.

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