lunes, 14 de abril de 2014

San Bernabé.


Su nombre y personalidad. Los Apóstoles impusieron al levita José el sobrenombre Barnabas, que corresponde al arameo Bar Nebuah, y significa «hijo de consolación» (Act 4,36) o «hijo de profecía», señalando las cualidades de consolador y de predicador (Act 13,1) que poseía. Como portavoz de Dios (Ex 7,1), el nabi o profeta del N. T. empleaba su elocuencia de predicador inspirado para consolar a los fieles (Act 15,32; 1 Cor 14,3). Su espíritu conciliador y su simpatía de «hombre bueno y lleno del Espíritu Santo y de fe» (Act 11,24), habrían inspirado ese sobrenombre, en sentir de S. Juan Crisóstomo (In Acta Apost., hom. 21: PG 60, 164).
      N. en Chipre y perteneciente a una familia levítica (Act 4,36), B. tenía una hermana o pariente próxima en Jerusalén, llamada María, la madre de Juan Marcos (Act 12,12; CoI4.10). Se nos narra de él su gran arranque de generosidad, vendiendo un campo que poseía y poniendo el dinero de la venta a disposición de los Apóstoles (Act 4,37). Pudiera ser este rasgo el sello de su conversión al cristianismo. Sin embargo, algunos autores, como Clemente Alejandrino (Stromata, 11,20: PG 8,1060) y Eusebio de Cesarea (Historia ecclesiastica, 1,12: PG 20,117), suponen que fue uno de los 72 discípulos de que habla el Evangelio, pero no consta que hubiera acompañado al Señor, como Matías, desde el bautismo de Juan hasta la Ascensión (Act 1,22). Sea de esto lo que fuere, B. aparece en la Iglesia primitiva como figura relevante, que, sin pertenecer al grupo de los Doce, merece al lado de S. Pablo el título de apóstol (Act 14,4.14). Su vocación al apostolado hubo de ser anterior al episodio de la imposición de manos en Antioquía, antes de partir para la misión de Chipre (Act 13,2-4); B. había venido de la Iglesia de Jerusalén, donde era ya una personalidad destacada. Toda su actuación lleva la impronta de la dignidad apostólica.
      Compañero de S. Pablo. Ignoramos las circunstancias en que los dos apóstoles se conocieron y trabaron amistad. El caso es que cuando S. Pablo, después de su conversión y su permanencia en Arabia durante tres años, quiso visitar a S. Pedro en Jerusalén (Gal 1,16-18) y unirse a los discípulos, se encontró con que todos recelaban de él, y fue B. el que «tomándole consigo, lo condujo a los Apóstoles, y les refirió cómo en el camino había visto al Señor, y cómo en Damasco había predicado intrépidamente en el nombre de Jesús» (Act 9,27).
      También en Antioquía, «metrópoli de Siria y... tercera ciudad del Imperio por su magnitud y abundancia» (Flavio Josefo, Guerras de los judíos, 111,2,4), fue B., enviado por la Iglesia de Jerusalén. B. buscó a Pablo en Tarso para trabajar juntos durante todo un año en la organización de la comunidad de Antioquía, a la que comenzaban a afluir los «griegos» o gentiles, y en la que los discípulos comenzaron a llamarse «cristianos» (Act 11,19-26). Ambos apóstoles subieron a Jerusalén para llevar socorros a los hermanos de la Iglesia madre, víctimas del hambre (Act 11,27-30), regresando a Antioquía, «cumplido su ministerio», trayendo consigo a Juan Marcos (Act 12,24-25).
      Finalmente, B. había de hacer de guía, por expresa intervención del Espíritu Santo, en una celebración litúrgica, para que el Apóstol de las gentes comenzara la misión que Cristo le había confiado (Act 22,21), y que tenía por primer objetivo la isla de Chipre (Act 13,1-4).
      Su ministerio apostólico. Embarcados en Seleucia, puerto de Antioquía, los misioneros comenzaron a predicar en Salamina, puerto principal de Chipre en la costa oriental, del que sólo quedan ruinas no lejos de Famagusta. Les acompañaba como auxiliar Juan Marcos, sobrino o primo de B. Comenzaron a predicar en las sinagogas, llevando B. la dirección. Pero ya en Pafos, residencia del procónsul Sergio Paulo, «Saulo, llamado también Paulo», toma la iniciativa y la palabra, y castiga con la ceguera al mago Elimas o Barjesús (Act 13,4-12). Terminada la misión de Chipre, los apóstoles navegaron a Perge de Panfilia. donde Marcos los abandonó, regresando a Jerusalén. En adelante es Pablo quien pasa al primer plano, en Antioquía de Pisidia (Act 13,14-52), en Iconio (14,1-7) y en Listra (Act 14,8-20). En esta última, las turbas que adoraban a Zeus o Júpiter y a Hermes o Mercurio, tomaron a B. por Júpiter, y a Pablo por Mercurio, por ser «el que llevaba la palabra» (Act 14,12), logrando a duras penas impedir que les ofreciesen el sacrificio que el sacerdote de Júpiter había preparado (Act 14,13-18); este episodio deja entrever que B. aventajaba a Pablo en la majestad de su porte; en cambio, Pablo parece ser el único que fue víctima del atentado contra su vida perpetrado después por las turbas a instigación de los judíos (Act 14,19-20). Después de evangelizar también Derbe, regresaron a Antioquía de Siria, recorriendo en sentido inverso las regiones y ciudades evangelizadas (Act 14, 21-28).
      Siguen después unidos al hacer frente a los judaizantes, que querían imponer a los paganos convertidos la ley mosaica, en Antioquía (Act 15,2) y en el conc. de Jerusalén (Act 15,4), permaneciendo luego en Antioquía «enseñando y anunciando con otros muchos la palabra de Dios» (Act 15,35). Pero cuando Pablo propuso a B. volver a visitar las comunidades establecidas en la primera misión, surgió entre ambos apóstoles una disensión, seguramente providencial, que señala el término del ministerio apostólico de B. conocido con seguridad. «Quería Bernabé llevar consigo también a Juan, llamado Marcos. Pablo, en cambio, no juzgaba conveniente llevar consigo a quien se había separado de ellos desde Panfilia y no les había acompañado en la empresa. La disensión llegó hasta el extremo de separarse el uno del otro, y Bernabé, tomando consigo a Marcos, se embarcó para Chipre» (Act 15,36-39). Ignoramos el resultado de esta segunda misión. Según 1 Cor 9,5-6, parece que B. colaboró con Pablo también en Corinto.
      Otras noticias. Por una indicación de S. Pablo (1 Cor 9,5-6), sabemos que B. no estaba casado. En circunstancias que no podemos precisar, tal vez durante la última estancia de Pablo en Antioquía (Act 18,22-23), B., por su espíritu bondadoso y conciliador, se vio arrastrado con otros a la actuación de Cefas, que se retraía del trato con los hermanos venidos de la gentilidad por miedo a los de la circuncisión (Gal 2,11-14). Más tarde demostrará Pablo para con Juan Marcos la mayor estima (Col 4,10; Philm 24; 2 Tim 4, 11 ), cual si viera reflejarse en él la simpatía y los gratos recuerdos de B., el amigo de su juventud.
      Tertuliano (De pudicitia, 20: PL 2,1021) le ha atribuido la composición de la Epístola a los Hebreos, sin ningún fundamento sólido, a juicio de C. Spicq (L'Epítre aux Hébreux, París 1952, 200-202), aunque otros autores modernos han adoptado aquella opinión. Lleva también su nombre una Epístola apócrifa, escrita en griego a principios del s. II, que suele incluirse entre las obras de los llamados Padres Apostólicos.
      Martirio y culto. Según los Hechos y martirio de S. Bernabé apóstol, que se presentan como obra de Juan Marcos y se compusieron probablemente en Chipre en el s. V, recogiendo tal vez algunas tradiciones fidedignas, B. habría coronado su segunda misión en Chipre, siendo lapidado y quemado vivo por los judíos en Salamina, hacia el a. 63. Su cuerpo habría sido hallado en 458, llevando sobre el pecho el evangelio de S. Mateo, que junto con las piedras de su lapidación constituyen los atributos de su iconografía. Su fiesta se celebra en la Iglesia latina el 11 de junio, y en la griega el 30 de junio (con todos los demás apóstoles) y el 29 y 31 de octubre. Se le invoca contra el granizo, aludiendo a las piedras de su lapidación.
     
BIBL. : G. D. GORDINI, S. ORIENTI, Barnaba Apostolo, en Bibl. Sanct., 2, 798-816; DB 112, 1461-1466; DB (Suppl.) I, 569-570; R. A. LIPSIUS, M. BONNET, Acta Apostolorum apocrypha, II, 2, Leipzig 1903, 292-302 (Acta Bernabae}; H. BRUNS, Barnabas, Ein lünger lesu, Berlín 1937; A. KAPPELER, S. Barnabas in vita Pauli, «Verbum Domino) 22 (1942) 129-135; I. D. BURGER, L'énigme de Barnabas, «Museum Helveticum» 3 (1946) 180-193; I. M. BOVER, ¿Bernabé, clave de la solución del problema sinóptico?, «Estudios Bíblicos» 3 (1944) 55-77; L. RTAU, lconographie de l'art chrétien, 111, París 1958, 178-180.

J. PRADO GONZÁLEZ.

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