jueves, 1 de mayo de 2014

CONSTANTINO EL GRANDE. HÉROE PARA UNOS Y VILLANO PARA OTROS.



Constantino tuvo una importancia decisiva en la civilización occidental. No puede negarse su gran capacidad como administrador, su faceta de gran militar y una clarividencia que le hizo apostar por el cristianismo cuando la Roma pagana estaba en sus últimos estertores. 

Con el Edicto de Milán el cristianismo pasó a ser de clandestino a estar equiparado al resto de las religiones del Estado. La Iglesia recuperó las posesiones perdidas y aumentó su prestigio y con ello Constantino se ganó una fama casi de santo entre los historiadores cristianos. Pero es muy difícil que un rey, casi absoluto, pueda participar de la santidad y menos en los tiempos de luchas y guerras que le tocó vivir a Constantino. 

Su nombre completo era el de Flavio Valerio Constantino y nació en la Serbia actual, sobre el 274. Era hijo de Constancia Cloro, que fue César con Diocleciano y Augusto después de que éste abdicase. Constantino era prácticamente un rehén de Galerio, el otro de los Césares asociados al gobierno de Diocleciano, y decidió huir de semejante tutela para unirse a su padre. El historiador Zósimo, enemigo declarado de Constantino, cuenta que en su huida, Constantino fue mutilando caballos en las estaciones de postas con objeto de que no pudieran perseguirlo, cosa esta que de ser cierta no dejaría en muy buen lugar al futuro emperador. Constancia Cloro murió pronto, aunque libró algunas batallas junto a su hijo, que ya con prestigio militar fue aclamado Augusto por sus legiones. Pero en Roma, Magencio fue, a su vez, proclamado también Augusto. I Ya eran muchos "Augustos" para un solo Imperio! La guerra estalló entre ambos y Constantino le derrotó en la batalla de Puente Milvio, una batalla legendaria y mítica en la que la victoria de Constantino, según fuentes cristianas, se debió a que en un sueño se le apareció una cruz en un estandarte, mientras una voz le decía: "Con este signo vencerás" Lo que sí es cierto es que las tropas de Magencio eran mucho más numerosas y en un principio su idea consistía en forzar a Constantino a sitiar Roma, donde los sitiados podían defenderse mejor. Por qué Magencio cambio de estrategia es algo que se desconoce. Tal vez los romanos no estaban tan dispuestos a apoyar a Magencio como éste creía o los augurios no le fueron favorables, pero la batalla se desarrolló en campo abierto y Constantino arrolló. 

El sentido práctico de Constantino le llevó a considerar que los cristianos tenían ya mucha fuerza dentro del Imperio, pero el emperador no se convirtió hasta poco antes de su muerte acaecida en el año 337. Recibió el bautismo un día de Pascua, sintiendo que estaba próximo su final, y por si era verdad eso del más allá decidió ponerse a bien con el Dios de los cristianos, que sin duda, con su misericordia infinita iba a perdonarle las extrañas muertes de su esposa Fausta y de su hijo Crispo. 

Si Zósimo tenía razón en sus apreciaciones, Constantino pocas veces respetó la palabra dada y su vida tuvo poco que ver con la de un auténtico cristiano. Impuso la nueva forma de gobierno, el Dominado (de Dominus, señor en latín), que se caracterizó por el centralismo, la burocracia y el militarismo, al tiempo que el cristianismo le vino muy bien para acentuar el carácter divino de la autoridad real. El emperador no era Dios, como lo había sido en la Roma imperial, pero sí recibía el poder del Dios mismo. 

Como todos los grandes personajes de la historia, Constantino participó de esa dualidad de héroe y villano que casi todos llevamos dentro. Los beneficiados de su reinado lo ensalzaron hasta el límite, los perjudicados lo trataron con dureza ... ¡ni más ni menos a como se sigue actuando en la actualidad!

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