jueves, 1 de mayo de 2014

LOS EMPERADORES BIZANTINOS ASCIENDEN A LOS CIELOS.



Desde que el cristianismo se convirtió en la religión del Imperio los emperadores pasaron a serio por derecho divino. Si bien no eran dioses, como lo habían sido los romanos, sí recibían directamente el poder por decreto de la Divina Providencia y esto lo pusieron en práctica de manera visible los emperadores de Bizancio. 

En aquella corte fastuosa los emperadores se comparaban, frecuentemente, con Jesús y crearon toda una parafernalia que, cara al público, les asemejaba al invisible Dios cristiano. Por ello, cuando recibían a un embajador, se elevaban a los cielos como si de la Ascensión se tratase. 

El rito era el siguiente: La sala de recepción imperial era una auténtica maravilla. Mandada construir por Constantino estaba decorada con palmeras, leones dorados y pájaros cantores recubiertos de gemas preciosas que brillaban con una intensidad deslumbrante. El emperador se sentaba en un trono de oro, inmóvil, enjoyado de la cabeza a los pies y cuando el embajador se postraba a sus plantas, el rey se elevaba por los aires y desaparecía a los ojos humanos a través de una abertura que había en el techo. Poco después, reaparecía, aún más majestuoso, descendiendo a través de un mecanismo que permitía tanto la elevación como el descendimiento. 

Los dignatarios extranjeros quedaban pasmados ante tal situación y el emperador se encontraba investido de una gloria muy parecida a la del mismo Dios. Todo lo que se refería al emperador tenía un carácter sagrado y su imagen se distribuía por las ciudades del Imperio colocándose entre cirios e incensarios como si fuera una imagen sagrada. Nadie podía tocarlo directamente y cuando un súbdito recibía un regalo de sus manos, debía cubrirse las suyas para no profanar con su contacto la persona del rey. Tiempo después, y tal vez derivada de esta adoración a la persona real, en Occidente existió la creencia de que tocar las vestiduras reales proporcionaba la curación de las enfermedades. 

También una de sus prerrogativas era que sólo él podía utilizar zapatos rojos que representaban el atributo del poder, poder que de forma absoluta ejercían los emperadores bizantinos apoyados en el ejército y en una burocracia muy fuerte que se extendía a cualquier lugar de su imperio y que ellos se esforzaban en resaltar con ritos como el de la ascensión a los cielos.

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