domingo, 8 de junio de 2014

"FIERRO AL INFIEL". FERNANDO III ¿EL SANTO?



Para un hombre normal y corriente alcanzar la santidad es algo bastante difícil, pero que la alcance un rey, a mí me parece casi imposible. Pero reyes santos los ha habido. Se trata de reyes antiguos, muy dados a la guerra y la matanza ¡eso sí, siempre sobre los considerados infieles! Y que fueron canonizados cuando la Iglesia tenía unos planteamientos bastante diferentes de los actuales. 

Éste es el caso de Fernando III, que ya desde su muerte y sin subir a los altares, fue llamado el Santo. Fernando heredó Castilla de su madre doña Berenguela y la corona de León de su padre Alfonso IX, después de que sus hermanastras Dulce y Sancha renunciasen a sus derechos. La unión de ambos reinos no resultó fácil, especialmente por parte de la nobleza leonesa, pero desde 1218 ciñó ambas coronas. Una vez que logró esto, Fernando se decidió a continuar la Reconquista, que según dicen, tenía una clara inspiración religiosa porque se trataba de un monarca muy pío. Su lema era "fierro al infiel", y el "fierro" consistía, ni más ni menos, que en arrebatar a los hijos de Mahoma sus territorios para reintegrarlos a los cristianos, aunque para ello tuviera que pasar a cuchillo a los "moros" que se defendiesen. 

En 1234 Fernando se aplicó a esta tarea con singular tenacidad. En este mismo año tomó Úbeda y al cabo de dos años hizo lo propio con Andújar, Martos, Baeza y Córdoba. En 1243 conquistó Murcia y en 1246, Jaén ¡y es fácil de suponer cuántos hombres cayeron en estas empresas! Pero el sueño de nuestro rey era hacerse con Sevilla, la perla del Guadalquivir. 

Fernando la sitió con lo más florido de la nobleza castellana, pero la ciudad resistió muchos meses. Las escaramuzas entre los sitiadores y los sitiados eran frecuentes, pero no se dio ninguna batalla definitiva y ninguno de ellos obtuvo una clara ventaja. Sin embargo, el 3 de mayo de 1248, el almirante de Castilla, Bonifaz, remontando el Guadalquivir, rompió el puente que unía Sevilla con Triana, que era el único punto por el que se abastecía la ciudad. Como hemos visto a lo largo de la historia, lo que a veces no se consigue por las armas, se consigue por el hambre, y desde esta fecha el hambre comenzó a hacer estragos entre los habitantes sevillanos. 

Los notables sevillanos intentaron pactar con Fernando, a espalda de los jefes militares, para tratar de rendir la ciudad que cada vez estaba más agobiada por las necesidades. Pero el Santo no mostró ninguna piedad. O rendición total e incondicional o nada. EI23 de noviembre de 1248 se tomó el Alcázar y se dio la oportunidad a los sevillanos de abandonar la ciudad en el plazo de un mes para lo que puso a su disposición unas pequeñas naves. Muchos de ellos marcharon a otras tierras musulmanas, dentro de la Península, despreciando la posibilidad de volver a África. Todos habían nacidos en el solar hispano y las tierras allende del estrecho les resultaban tan extrañas como a un castellano de la época. 

Un mes después de la toma del Alcázar, el22 de diciembre del año 1248, el rey Fernando recibía las llaves de la hermosa Sevillla. Cuando los vencedores entraron en la ciudad quedaron pasmados. Su belleza, sus monumentos, la forma de vida tan distinta de la dureza castellana y de los rígidos preceptos religiosos cristianos quedaron eclipsados por la visión de otro mundo, alegre y rico, como era el del Islam andalusí. Fernando había cumplido su sueño y en esas tierras se establecieron las órdenes militares y llegaron los eclesiásticos. La conquista se asentó con el establecimientos de muchos nobles que provenían de Castilla y León junto con sus vasallos que heredamientos y donadíos, según fueran repobladores o hubieran contribuido a la campaña guerrera con dinero o con las armas en la mano. 

La salud del rey Fernando comenzó a debilitarse, pero, belicoso como siempre, fue más allá y consideró que lo mejor sería proseguir sus conquistas en África para que, definitivamente, la cruz venciera a la media luna, pero no llegó a cruzar el Estrecho de Gibraltar y murió en Sevilla el 30 de mayo de 1252. Allí yace enterrado, en la catedral, en la llamada Capilla Real. 

Contaba 53 años que le habían dado para mucho, ¡sobre todo para aplicar, siempre victorioso el "fierro al infiel"!

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