sábado, 7 de junio de 2014

LOS MISTERIOS TEMPLARIOS.



Ninguna de las Órdenes de Caballería surgidas al amparo de las Cruzadas ha sido más conocida, estudiada y vilipendiada. Ninguna ha tenido tanto misterio a su alrededor ni ha provocado tantas leyendas ni ha servido como inspiración literaria hasta nuestros días. 

En el año 1118 nacieron los templarios para dedicar su vida al servicio de Tierra Santa y proteger, auxiliar y defender a los peregrinos. Nueve caballeros franceses, encabezados por Hugo de Payns, hicieron ante el patriarca de Jerusalén, en aquellos momentos en manos cristianas, tres votos: castidad, pobreza y obediencia. Tomaron el nombre de Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón, de donde derivaría el de templarios con el que se les conoció popularmente. 

La orden, disciplinada y abnegada, se articulaba bajo un gran maestre y por debajo de él se situaba n el resto de los caballeros, mitad monje y mitad soldado. 

Muy pronto, esta orden sin ánimo de lucro, se ganó el favor de las cortes europeas. En Francia y también en España, especialmente, en las zonas de Cataluña y Levante, los templarios tuvieron mucha implantación y recibieron tierras, castillos y medios para cumplir la sagrada misión de guerrear contra el infiel. Apoyados por Bernardo de Claraval, consiguieron la aprobación papal y Honorio II los convirtió en el brazo armado de Dios, debiendo someterse únicamente al dictamen de la Iglesia. 

Los caballeros templarios conocieron tiempos de prosperidad. Eran la única fuerza bien organizada y fiable de los reinos cristianos, también conocidos por su fanatismo que, en ocasiones les hacían arrostrar acciones suicidas de provecho nulo. Tal vez esto se debía a que los templarios no pagaban rescate por sus compañeros en el caso de que fueran hechos prisioneros, y ante tal situación, no cabe duda, de que muchos preferían la muerte. 

Fueron los primeros soldados uniformados y vestían así: Cota de malla cubierta por túnica blanca en la que campeaba una cruz roja característica y que adoptaron durante la II Cruzada. Usaban también unos pantalones de piel de oveja que no se quitaban nunca. 

Llevaban barba que en Oriente simbolizaba la virilidad y la distinción. Este detalle, aparentemente insignificante, tenía su importancia pues los hacía los enemigos más respetados por los árabes que lucían también barbas como ellos, mientras la moda occidental imponía que los hombres se rasurasen el rostro. 

Eran muy estrictos en cuanto a la moralidad, no podían mostrarse desnudos delante de ningún compañero ni abrazar a una mujer, aunque se tratase de su madre o hermanas. Se dice que esta precaución era inútil, pues su higiene personal era más bien escasa y es poco probable que las féminas deseasen acercarse a aquellos fieros guerreros que no despedían, precisamente, aroma a flores. 

Entre 1289 y 1291 cayeron los reinos cristianos de Tierra Santa perdiéndose definitivamente. Los templarios ya no tenían razón de ser, pero las dos naciones recibidas de los reinos europeos los convirtieron en el banco más poderoso del momento. La Iglesia no permitía la usura y los préstamos templarios recibían, en concepto de intereses, tierras y donaciones en especies o favores. Llegaron a ser inmensa mente ricos ... y como suele ser habitual la riqueza generó la envidia. Comenzó a tachárseles de nigromantes, de adoradores del diablo, de sodomitas ... Además, se ocuparon en otras labores bien distintas a las originales de la orden, interviniendo en conflictos armados europeos entre príncipes cristianos. 

Cuando Felipe IV de Francia les pidió un préstamo y se lo concedieron, fue el principio del fin para el Temple. El rey empezó a maquinar que sería mejor acabar con ellos que satisfacer los pagos de la deuda contraída. No era fácil conseguirlo si la Iglesia no les retiraba su apoyo, pero Felipe IV encontró en el arzobispo de Burdeos la persona idónea para este propósito. 

En 1305 fue nombrado Papa con el nombre de Clemente V y Felipe se lo llevó a Avignon, en
teoría para proteger el papado de una Roma convulsa. Se trató del inicio de lo que se llamó "la
cautividad de Babilonia" 

Con el Papa en su poder, Felipe IV contó con la ayuda de un templario que había renegado de sus votos y que no dudó en acusar a sus ex compañeros de herejes, de comportamiento indigno, de prácticas extrañas y ocultistas aprendidas en Oriente ... y el 13 de octubre, viernes, de 1307, se dio la orden real de detener a todos los templarios. Desde entonces, el viernes 13 está considerado en Europa como un día nefasto. 

Algunos templarios, pocos, lograron huir, refugiándose en otros países que no fueron tan despiadados como Francia en la represión de la orden. Felipe IV torturó a los templarios sin piedad. Muchos confesaron sin saber siquiera lo que decían ante los sufrimientos que les inflingieron y cuando se dieron cuenta de lo que habían hecho volvieron a retractarse. Para ninguno hubo salvación y murieron en la hoguera. El último gran maestre, Jacobo de Molay, un anciano decrépito, tuvo la fuerza de explicar ante la multitud que contemplaba el suplicio, cuál era la verdad y las pretensiones reales. 

                En su agonía, envuelto en llamas, las últimas palabras de Molay fueron para emplazar al rey y al Papa para que rindieran cuentas a Dios de estos actos antes de que terminase el año y parece que ambos murieron en el plazo fijado por viejo maestre. 

La leyenda templaria estaba en marcha. ¿Verdad, mentira? ¡Quién puede saberlo! aunque las enormes riquezas que llegaron a acumular y la vida opulenta que orden llevó en sus últimos tiempos desencadenaron la suspicacias y los deseos de los envidiosos. Ya por siempre la Orden quedaría envuelta en un aura esotérica de la que no lograría desprenderse con el paso de los siglos.

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