viernes, 28 de noviembre de 2014

Calle.

 
(heb. jûts [áh], shûq; ac. îtsu; gr. rhúm).

En las ciudades de la antigüedad, anteriores al período helenístico, no existía
un sistema ordenado de calles (con la posible excepción de ciudades grandes
como Babilonia).  Las ciudades de Palestina y Siria tenían calles estrechas que
las atravesaban en todas direcciones.  Una derecha era una excepción tan
notable que a una Calle de Damasco se le dio precisamente ese nombre, "Derecha"
(Hch. 9:11; fig 149).  Pocas eran lo suficientemente anchas como para que los
vehículos pudieran transitar por ellas (véanse Jer. 17:25; Nah. 2:4), y muchas
apenas permitían cruzarse dos bestias de carga.  Puesto que las habitaciones de
las casas daban a un patio central, las calles por lo general estaban
flanqueadas a ambos lados por muros cerrados, en los cuales de vez en cuando se
abrían algunas puertas.  Los negocios tenían sus frentes abiertos hacia ellas. 
Los mercaderes que vendían la misma clase de artículos, o los artesanos que
fabricaban los mismos productos, por lo general vivían en la misma vía; de allí
nombres como "Calle de los Panaderos" (Jer. 37:21).  Las esquinas servían para
mostrar mercaderías, y como lugares de reunión (Mt. 6:5; cf Lc. 13:26).  Cerca
de las puertas de la ciudad, por  lo común, las calles eran más anchas y en
algunos casos constituían espacios abiertos.  Las calles no se limpiaban en las
ciudades de Palestina, y la basura que se arrojaba en ellas servía de alimento
a los perros que vagaban a gusto por todas partes (Ex. 23:31; Sal. 59:6, 14,
15).  Muy pocas veces eran pavimentadas.  Herodes Agripa II le dio a Jerusalén
la 1a de que se tenga memoria, siguiendo el ejemplo de Herodes el Grande, su
bisabuelo, que había financiado la pavimentación de las principales calles de
Antioquía.  No había iluminación nocturna, pero algunas de ellas tenían
"guardas" que rondaban "la ciudad" (Cnt. 3:3; 5:7; cf Sal. 127:1).  Véase
Puerta.

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