sábado, 1 de noviembre de 2014

LOS PODERES DE LAS PIRÁMIDES.



«La magia es el arte de convertir
la superstición en dinero.» 
AMBROSE BIERCE, Dicionario del diablo. 
 
En 1970 se publicó un libro que estaba destinado a obtener un gran éxito en los Estados Unidos, Psychic Discoveries Behind the lron Curtain (Descubrimientos paranormales tras el Telón de Acero), de Sheila Ostrander y Lynn Schroeder. Se trataba del resumen de un viaje realizado por los autores en Rusia y en los países del Este, a la búsqueda de información sobre la entonces tan mítica investigación parapsicológica soviética. De hecho, se decía que los rusos se encontraban a la vanguardia en la investigación parapsicológica, y que el KGB se servía de los videntes y de los sensitivos, so capa de espías. 

Entre las muchas maravillas descubiertas por los dos autores en el curso de su largo viaje, había una que dificilmente cabía esperar encontrarla en Praga, Checoslovaquia. El lugar más indicado hubiera sido, probablemente, El Cairo, en Egipto, porque el descubrimiento se refería a las pirámides egipcias. 

Ostrander y Schroeder advirtieron que en las viviendas de aquellas personas que frecuentemente les alojaban, abundaban pequeños modelos de pirámides de cartón, en cuyo
interior se encontraban hojas de afeitar puestas en equilibrio sobre un fósforo. Acuciados por la curiosidad preguntaron cuál era el significado de aquellos objetos. 

«-¿ Quieren conocer uno de los secretos de las pirámides?- preguntó con aire misterioso, uno de sus amigos en respuesta a la pregunta formulada. 

-Ciertamente- respondieron los dos. 

- Bien, uno de los secretos de la pirámide es la forma. 

-¿Qué tiene de especial la forma de la pirámide? 

-Genera energía- Respondió el enigmático amigo.» 

¿Se trataba de una broma? ¿Qué sabían los checos de las pirámides que no supiese el resto del mundo? 

La historia se remonta a algunos años atrás, cuando un francés, un tal Bovis, visitó la Gran pirámide de Keops, en Egipto. Llegado a un tercio de la pirámide vio la cámara del faraón y, cansado por la fatiga y el calor, decidió entrar para descansar. Lo que allí le llamó la atención fue algo que nada tenía que ver con el Egipto antiguo: un depósito de basuras. Bovis advirtió que de aquella basura no emanaba ninguno de los olores típicos de descomposición. Observando aquello con más detenimiento, vio que en el interior del depósito se hallaban gatos y pequeños animales que se habían extraviado y estaban muertos. Lo sorprendente era que estos animales no se hallaban en estado de descomposición sino que se encontraban perfectamente momificados. 

¿Sería posible, se preguntó Bovis, que la forma de la pirámide fuese el elemento secreto que hubiera asegurado, a través de milenios, la conservación del cuerpo de los faraones?

Una vez en su casa, Bovis construyó un modelo en miniatura de la pirámide de Keops y lo orientó según un eje norte-sur. En el interior de la pirámide, a un tercio de su altura, colocó un gato muerto. Al cabo de algún tiempo, el gato se había momificado. Seguidamente, repitió el experimento con diversos tipos de sustancias orgánicas, y llegó a la conclusión de que en la pirámide debía haber alguna cosa que impedía la descomposición y provocaba una rápida deshidratación. 

El trabajo de Bovis llamó la atención de un técnico de radio checoslovaco, Karel Drbal, que quería experimentar por su cuenta los extraños efectos de las pirámides. El técnico repite los ensayos hechos por el colega francés y concluye que debía ejercerse «una relación entre la forma del espacio de la pirámide y los procesos físicos, químicos y biológicos que se producían en el interior de ese espacio», Concluyó pues que «sirviéndonos de formas parecidas deberemos estar en disposición de acelerar o enlentecer estos procesos». 

Drbal hizo incluso un descubrimiento más. Si en lugar de carne, fruta u otro tipo de material orgánico, se colocaba en el interior de la pirámide una hojilla de afeitar usada ... [ésta recuperaba el filo! Drbal observó que si se usaba siempre la misma hojilla, y que si entre un afeitado y otro se la colocaba bajo la pirámide, el filo de la hojilla se estropeaba mucho más lentamente que en condiciones normales. Para Drbal esta era una prueba de que la atmósfera existente en el interior de la pirámide «hacía regresar rápidamente los cristales de la hojilla a su forma original y, por consiguiente, se recuperaba el filo». 

Pronto se extendió la voz del descubrimiento de Drbal, y todo el mundo quería probar la pirámide en miniatura. Drbal pensó en patentar, en 1959, lo que denominó «afilador de hojillas pirámide de Keops», y algún tiempo después, una fábrica checoslovaca se puso a producir pequeñas pirámides de cartón. 

Pero, ¿cuál es la «fuerza misteriosa» que se esconde en el interior de las pirámides que es capaz de momificar compuestos orgánicos y afilar hojillas? Según algunos, la forma de la pirámide haría de «condensador de ondas energéticas misteriosas capaces de actuar sobre los organismos de forma especial, destruyendo las bacterias y esterilizando los objetos colocados en su interior». Otros investigadores, entre los que se encuentran Peter Kapits, en Rusia, y Jacques Errera, en Bélgica, han establecido la teoría de que tales fuerzas podrían ser de la misma índole que los poderes de ciertos sanadores, si bien, aparentemente, capaces de momificar pedazos de carne imponiendo simplemente sus manos. 

Una confirmación del misterio de las pirámides llegaría nada menos que de un premio Nobel de física, Luis Álvarez. 

En 1968, durante una expedición científica a El Cairo, organizada para llevar a cabo experimentos dentro de la pirámide de Kefrén, un grupo de estudiosos coordinados por Álvarez midió una «acentuada ionización del aire». Sirviéndose de aparatos que costaban varios millones de dólares, el grupo de científicos se quedó pasmado al constatar que algo sucedía en el interior de la pirámide que «desafiaba todas las leyes establecidas por la ciencia y la electrónica». El doctor Amr Gohed, encargado de instalar ciertos aparatos en el interior de la pirámide, declaró al Times, de Londres: «O bien la geometría de la pirámide se encuentra sustancialmente equivocada, lo que podría influir sobre nuestras mediciones, o quizás exista un misterio que va más allá de nuestras explicaciones; llámeselo como se quiera, la maldición de los faraones, brujería o magia, en el interior de la pirámide existe un cierto tipo de fuerza que desafía las leyes de la ciencia». La conclusión fue que era precisamente la forma geométrica de la pirámide la que «permitía un acúmulo de energía cósmica». 

Una energía que según los devotos de la piramidología permitiría realizar una serie de experimentos sorprendentes, entre los que se encontraban la momificación de la carne y el
afilado de las hojillas; las joyas y piedras preciosas que se colocaban bajo un modelo de pirámide adquirían todo su brillo y «veían potenciadas sus características taumatúrgicas»; la leche «se transformaba de forma natural en yogur»; el agua dejada «durante treinta y cinco días, si era bebida aliviaba el ardor de estómago; si se usaba como tónico eliminaba las arrugas del rostro; finalmente, si se ponía sobre las heridas tenía un efecto cicatrizante»; las semillas, una vez que habían pasado por «la terapia» y se enterraban, darían origen a plantas más lozanas y sanas; la maduración de la fruta se veía estimulada; las flores vivían un proceso que evitaba la deshidratación y seguían frescas «sin modificar su color»; incluso «la telepatía u otras facultades latentes de clarividencia o paranormales ... se agudizaban tras sólo escasas sesiones». 

Hoy en día, pequeños modelos de pirámides bañadas en oro se pueden adquirir fácilmente en las farmacias, en donde se venden como potentes instrumentos terapéuticos. Un folleto ilustrativo de una empresa de Venecia, la Piramyd Company, especializada en la comercialización de estos productos, explica que las pirámides «tienen el poder de crear o capturar en su interior campos de fuerza distintos a los que se pueden dar en cualquier otro espacio geométrico cerrado. Esto tendría el poder de producir efectos benéficos sobre el hombre. Veamos otras cosas que se pueden leer en el folleto: ... produce calma, bienestar y serenidad, es útil contra el insomnio y las alteraciones psicosomáticas y energetiza todas las células y los órganos del cuerpo humano, aportando al organismo una renovación y una vitalidad extraordinarias. 

Pirámides especiales dotadas de placas de tipo particular pueden captar una energía ciento veinte veces superior a la normal, con una notable ampliación y profundización de las propiedades benéficas, actuando positivamente sobre personas que presentan numerosas afecciones: artrosis, artritis, astenia, bronquitis, gastritis, gota, lumbalgias, ciática, reumatismos, fracturas, psoriasis, depresiones, disturbios psicosomáticos, alcoholismo, etc. 

La pirámide puede asociarse a la bioterapia (o, en su lugar, a la pranoterapia) con efectos sinérgicos. Dadas sus propiedades de conservación, ayuda a mantenerse joven por mucho tiempo. El cantante Michael Jackson duerme habitualmente dentro de una de ellas. 

Esta estructura especial se está utilizando incluso por deportistas, ancianos, y por aquellas personas que quieren mantenerse en forma, y también como cura de belleza. 

La pirámide sirve, además, para combatir las enfermedades debidas a una carencia de campo magnético; de hecho, la tierra posee un enorme campo magnético del orden de 0,2 gauss, que puede presentar notables alteraciones debidas, por ejemplo, a zonas geopatológicas (véanse a este respecto los estudios llevados a cabo por el médico Emest Hartmann, de la universidad de Heidelberg), o a cursos de agua subterránea o yacimientos del subsuelo, y a frecuencias radioeléctricas debidas a emisiones de radio, televisión, radar y líneas eléctricas de alta tensión. Así pues, la pirámide forma un un campo magnético benéfico, un espacio ideal para el hombre.
Se está utilizando ampliamente por misioneros y monjas católicas en los países del Tercer mundo para aliviar los sufrimientos de los enfermos, de forma gratuita y sin ninguna imposición, dada su eficacia y polivalencia, y por su fácil transporte en zonas inaccesibles y, por consiguiente, no dotadas de energía eléctrica.

Por sus grandes efectos prodigiosos ha sido rebautizada «la pirámide de los milagros». 

No es necesario decir que todo resulta muy sugestivo y fascinante. Pero, ¿ es todo verdad? 
 
Verificaciones del «poder de las pirámides» 

El único modo de saber si las afirmaciones propagandísticas de los vendedores de pirámides son fiables es enfrentar una de esas pirámides con una hecha de cartón. Esto es lo que ha hecho Sergio Facchini, biólogo ambiental del Centro de investigaciones biotecnológicas de Cremona, quien ha publicado sus resultados en Scienza&Paranormale, publicación del CICAP.

El doctor Facchini se ha valido de dos pirámides diferentes, la primera de metal chapada en oro, que tenía una base cuyos lados medían 13 centímetros, adquirida en un negocio especializado; mientras que la segunda estaba hecha de cartón homogéneo, con una base de 45 centímetros de lado. El biólogo se mostró especialmente atento a la hora de respetar, de forma escrupulosa, las proporciones de la Gran pirámide. En lo que respecta al material para la realización de los modelos, se le aconsejó que utilizara sustancias homogéneas como la madera, el cristal, cartón no ondulado, tejidos y plástico; mientras que otras personas consultadas le aconsejaron la utilización de diversos metales, excluyendo el empleo de plástico, madera y aislantes en general. Por tal motivo, Facchini decidió trabajar con dos pirámides, una metálica y otra de material aislante. 

Las recomendaciones que hacen los «expertos» son las siguientes: el objeto debe estar protegido de las corrientes de aire y alejado de los televisores, ordenadores u otros objetos metálicos que puedan perturbar el campo magnético; además, ha de situarse de modo que una de sus caras se encuentre orientada hacia el norte. La última indicación aconseja que las sustancias que se coloquen en el interior de la pirámide deben ponerse a un tercio de su altura (en correspondencia con la Cámara del Rey de la Gran pirámide, en donde «la energía positiva» sería máxima), y que los contenedores utilizados en el interior no sean de metal, sino más bien de vidrio o de cartón. 

La pirámide de metal utilizada en el experimento disponía incluso de un «concentrador de energía», indicado a veces como «acelerador». Se trata de un disco «de aleación especial»
que debía ponerse bajo la muestra en experimentación para atraer más fácilmente las «ondas magnéticas piramidales» y potenciar de este modo los efectos. 

Dejemos, pues, hablar directamente al doctor Facchini para que sea él quien nos ilustre sobre los resultados obtenidos en sus ensayos.

Conservación de la leche 
«Se dice que la leche conservada en la pirámide se mantiene fresca durante largo tiempo, incluso varios días, mientras que la muestra de control externo inicia rápidamente su proceso de fermentación; y que mientras ésta última termina por alterarse, la que se encuentra dentro de la pirámide sería perfectamente bebible. Por tanto se ha controlado temporalmente el valor del pH (indicador de la acidez) de la leche fresca parcialmente descremada, vertida en tres pequeños contenedores de cristal, con la adición de 0,3 % de leche previamente fermentada, a fin de lograr una inoculación bacteriana homogénea para todas las muestras examinadas.» 

Se colocó un primer recipiente en la pirámide más pequeña de metal, desde ahora indicada simplemente con las letras Pp, un segundo recipiente se introdujo en la más grande de cartón, a la que se denominará desde ahora PG; mientras que una tercera parte de la muestra se utilizó como control externo, denominada C. Nos preocupamos de controlar atentamente la orientación de los modelos y la disposición del contenedor, colocando su parte media a un tercio de la altura de la pirámide. El pH inicial era de 6,78 para todas las muestras, y la temperatura se mantuvo siempre a 27°C. Después de 6 horas se tenía un pH de 6,65-6,64-6,65 (referidos respectivamente a C-PP-PG). Después de 10 horas, 6,58-6,55-6,56; después de 24 horas, 5,13-5,10-5,11; después de 31 horas, 4,76-4,75-4,75; después de 48 horas, 4,46-4,48-4,47. 

«Las pruebas se repitieron, esta vez con leche de larga conservación parcialmente descremada y sin inoculación; a parte del tiempo más largo para iniciar el proceso fermentativo, debido a la baja cantidad bacteriana inicial, que estaba motivado sólo en este caso por el contacto con los recipientes y con el aire, los resultados nos han proporcionado la misma respuesta, y la ausencia de cualquier diferencia entre el comportamiento de la leche en las pirámides y el control externo.» 

El afilamiento de las cuchillas de afeitar 
«Colocando durante algunas semanas las cuchillas usadas dentro de la pirámide, con el lado más largo orientado a lo largo del eje norte-sur», continúa diciendo el doctor Facchini en la descripción de sus experimentos, «la energía emitida por la construcción actuaba reparando las alteraciones y deformaciones del borde. La prueba fue efectuada durante diez semanas con una cuchilla cuyas alteraciones en el borde habían sido observadas inicialmente con microscopio estereoscópico, y claramente evidenciadas; los controles sucesivos, hasta la décima semana, indicaron la ausencia de cualquier variación, aun cuando fuese mínima, en las alteraciones de sus bordes.» 

Sobre estas supuestas propiedades de las pirámides se realizaron todavía otras verificaciones. Por ejemplo, en el laboratorio metalúrgico del Instituto Politécnico Ryerson, de Taranta, Canadá, el doctor Dale Simmons llevó a cabo un experimento con tres cuchillas nuevas. Una se colocó bajo una pirámide fabricada por la Toth Pyramid Company de Nueva York, otra bajo una pirámide de cartón, producida originariamente por los investigadores, y una tercera dejada
al aire libre.? 

Antes del experimento, todas las hojillas fueron frotadas diez veces contra las hebras de un cepillo de dientes, de modo que todas tuvieran el filo igual. Se tomaron fotografías al microscopio de cada una de ellas. 

Después de siete días se recogieron las cuchillas y fueron nuevamente fotografiadas. Resultado: el filo de todas las cuchillas, incluida la que se había dejado como control al aire libre, se había redondeado ligeramente. Por tanto, la pirámide no había ejercido ningún efecto particular sobre las muestras. 

Según lo que afirma Simmons, dos serían los motivos por los que se habría llegado a creer que la pirámide restauraba el filo de las cuchillas usadas. Ante todo, hay que tener en cuenta el factor psicológico: «¿Cuándo se puede decir exactamente que una cuchilla está agotada? ¿Y cómo puede decir una persona que una cuchilla dejada en el interior de una pirámide está más afilada que cuando se la introdujo allí? El juicio no puede ser más que extremadamente subjetivo y, por tanto, fácilmente manipulable por sus propios deseos de que verdaderamente se afile y en función de sus expectativas personales ... Además, estas pruebas subjetivas sobre el afilamiento resultan todavía más imprecisas si tenemos en cuenta un factor no cuantificable como es la escasa precisión de los recuerdos, dado que entre el "antes" y el "después" del experimento pasa, generalmente, algún tiempo.» 

Hay que tener presente un segundo factor, que podríamos definir como de «equilibrio natural». En la naturaleza, de hecho, existe una tendencia difundida, aunque no sea universal, que hace retornar las cosas alteradas al estado de equilibrio anterior. En física esto queda ejemplificado por el principio de Le Chatelier, que describe el comportamiento de los sistemas químicos que se encuentran en equilibrio al término de una reacción. Todo intento por cambiar esta condición, debido, por ejemplo, a una elevación de la temperatura o de la presión, causa una reacción química que tiende a minimizar ese cambio. En biología, el mismo fenómeno se patentiza en la homeostasis; o bien en la tendencia general de los sistemas biológicos, desde los más simples hasta los más complejos, de mantener un estado de equilibrio dinámico, obtenido mediante un proceso de autorregulación que permite reunir las condiciones ideales para la supervivencia. Todo esto vale también para el hecho de que las cuchillas parezcan más afiladas tras haberlas dejado reposar durante algún tiempo. «Este fenómeno», continúa Simmons, «se puede atribuir al movimiento de las moléculas de aire en torno y contra la hoja; un movimiento que ayuda a redondear las partes más frágiles (es decir, el fílo).» 

Germinación de semillas 
 
Volvamos ahora a los experimentos del doctor Facchini. Una de las creencias más difundidas es la de que las semillas que se han introducido en una pirámide germinarán más deprisa. Veamos cómo ha verificado el biólogo esa afirmación. 

«Se ha procedido a una sencilla prueba de germinación en placas de Petri, utilizando cien semillas de lechuga por cada placa, y repitiendo el conjunto cuatro veces. El porcentaje de semillas germinadas (valores medios) al cabo de un día fue del 40,5% para e, 39% para PP y 40% para PG; al cabo de dos días, 63 % para e, 60,8 % para PP y 64 % para PG; al cabo de tres días, 73% para e, 69,5% para PP y 71,8% para PG; al cabo de cuatro días, 77% para e, 75 % para PP y 75 % para PG.» 

Como es posible observar, aparte de pequeñas variaciones estadísticas, no se evidencian fenómenos de ningún tipo. Además ha de señalarse que el departamento de Horticultura de la universidad de Guelph, en Canadá, ha demostrado que las pirámides no tienen ningún efecto sobre el crecimiento de las plantas. 

Purificación del agua 
Siempre se dijo por parte de los que sostienen la teoría del «poder de las pirámides» que la forma piramidal «iníluenciaría en la estructura molecular del agua y, por consiguiente, impediría la putrefacción del agua contaminada». El doctor Facchini ha procedido, pues, de la siguiente manera: «Se ha preparado una solución con 100 milígramos de glucosa por litro, más sales minerales según el informe previsto por los análisis del BOD (demanda biológica de oxígeno, un análisis que se efectúa para valorar el consumo de oxígeno del agua contaminada. Rellenando sucesivamente tres pequeñas vasijas de cristal y añadiendo una cierta cantidad de azul de metileno, sustancia que se decolara cuando el ambiente del oxidante se hace reductor, indicando de este modo de forma muy clara el inicio de los procesos de putrefacción. Con esta prueba, llamada "test de estabilidad relativa", se debe medir el tiempo necesario para la decoloración de la muestra. Los resultados han indicado un tiempo de decoloración de 18 horas tanto para C, como para PP y PG, por lo que no se nota diferencia alguna en el comportamiento del agua en los tres casos considerados.» 

El caso de la momificación 
Entre los prodigios atribuidos a la pirámide no podía faltar, naturalmente, el de lograr la momificación de fruta, carne y otras materias orgánicas colocadas en su interior. Según
algunos, los cuerpos de los antiguos egipcios se habrían conservado hasta nuestros días debido a que habían sido colocados en el interior de las pirámides. 

En realidad, el excelente estado de conservación de las momias egipcias no tiene nada que ver con el supuesto «poder de las pirámides», ni mucho menos con las fantásticas técnicas secretas de embalsamamiento. En parte se debe a las técnicas de embalsamamiento que estaban en uso en la época, y que los arqueólogos han logrado reconstruir hasta en sus mínimos detalles; y también en parte al clima de Egipto. Como informa William H. Stiebing jr. en su magnífica obra Antiguos astronautas: «El embalsamamiento no fue practicado por los primeros egipcios. Las sepulturas prehistóricas se efectuaron en tumbas poco profundas excavadas en el desierto arenoso cercano al Nilo, sin la menor intención de preservar los cuerpos; sin embargo, en estos cementerios predinásticos, algunos cadáveres se han conservado incluso mejor que momias más recientes. La arena caliente y seca del desierto ha drenado los cuerpos, extrayendo de ellos la humedad antes de que pudiera producirse el proceso de putrefacción, adquiriendo la piel el aspecto de cuero curtido. Es posible que algunos de estos cuerpos, momificado s de forma natural, surgieran a la luz cuando se excavaban nuevas tumbas. Esta circunstancia pudiera haber influido para que los egipcios buscaran medios artificiales de conservación, basándose en la idea de que, si se podía conservar el cuerpo, el alma del muerto seguiría viviendo.» 

Las técnicas de embalsamamiento se desarrollaron hacia el final de la III o el inicio de la IV dinastía, aproximadamente hacia el 2600 a. C. «Los egipcios», continúa Stiebing, «descubrieron que el natron, una sal natural que se encuentra en las presas de El Cairo, absorbía la humedad y, por tanto, podía conservar los cuerpos como las arenas del desierto. El natron era también ligeramente antiséptico, una cualidad que ayudaba a prevenir la putrefacción. Después de llevar a cabo muchas pruebas de embalsamamiento, perfeccionaron sus técnicas y pusieron a punto el método que sería posteriormente adoptado, con pocas modificaciones, durante los siguientes veinticinco siglos de la historia egipcia. » 

¿Y qué pasa con nuestros modelitos de pirámide? Según los que las venden «la carne, cortada en tiras delgadas, se deshidrata mucho más velozmente si se coloca en la pirámide sobre un recipiente de cristal o de cartón, con el lado más largo orientado según el eje norte-sur». Para comprobar esta hipótesis, el doctor Facchini ha colocado sobre tres soportes de cristal rectangular algunas tiras de carne porcina. «La carne», explica Facchini, «fue cortada con un espesor de cerca de medio centímetro, y se ha controlado todos los días la pérdida de peso del producto mediante una balanza de análisis, cuidando mucho la alineación norte-sur de los soportes y de la pirámide. Los resultados indicaron, después de un día, una pérdida de peso del 60,4% para e, del 63,1 % para PP y del 62 % para PG, mientras que después de dos días fue del 67,2 % para e, del 66,8% para PP y del 66,9% para PG; finalmente, al tercer día los resultados fueron del 68 % para e, del 67,2 % para PP y del 67,3 % para PG. Se repitió la prueba para confirmar cuanto se había observado, y sólo se observaron pequeñas variaciones debidas a la dificultad de disponer de muestras perfectamente homogéneas.» 

El resto, trozos de carne, fruta y otros alimentos perecederos, también se pueden desecar por medios naturales, sin que tengan que intervenir productos químicos ni, mucho menos, paranormales, cosa que el CIeAP ha podido verificar muchas veces. 

Encuentro con una «momificadora paranormal» 
 
Un caso pintoresco es el de aquella señora de Bolonia que hace algunos años se presentó en el CICAP afirmando poseer la capacidad de momificar los huevos. Allí relató su forma de proceder: una vez roto el huevo sobre un platillo le imponía las manos, a unos 10 centímetros de distancia, durante unos diez minutos, y repetía la operación todos los días durante una semana. El resultado era sorprendente: la albúmina se secaba y se volvía transparente como el celuloide, y la yema dura como la goma. No había rastro de mohos, olores desagradables ni el menor signo de descomposición. Dado que estábamos muy impresionados, le propusimos a la
señora un sencillo test: romper una docena de huevos en otros tantos platillos, «tratando» un par de ellos, para poder comparados con los otros. 

La señora aceptó, pero afirmó que la habitación en la que nos encontrábamos estaba «saturada de sus vibraciones», y que este motivo era suficiente para que se produjese la momificación de cualquier cosa. Preparamos, pues, otra habitación en la cual la señora no había entrado, y en la que se procedió al «tratamiento» de dos huevos escogidos al azar de los doce que habíamos llevado, numerándolos todos y dejándolos después en reposo durante cinco días, en las mismas condiciones de humedad y temperatura. 

Al término del periodo de reposo, se llamó a algunos jueces independientes para que pudieran evaluar si se habían producido diferencias entre los huevos. No se había producido ninguna: sorprendentemente todos los huevos se habían secado del mismo modo. Ninguno despedía olor desagradable, ni estaba enmohecido o corrompido. Cuando se informó a la señora de este resultado, se declaró sorprendida, pero feliz: «i Entonces es una maravillosa capacidad que poseemos todos nosotros! ¡Podremos hacemos mucho bien los unos a los otros!» Cuando le explicamos que, según nuestra opinión, se trataba de un proceso de deshidratación del todo natural, no pareció muy convencida: «¡Sin embargo un profesor me ha asegurado que tengo poderes; mi electroencefalograma es muy rico en ondas" semilalfa!» 

En efecto, estamos acostumbrados a pensar que la materia orgánica se deteriora fácilmente, y creemos que las carnes y las verduras deben conservarse en el frigorífico o en el congelador. Pero la momificación no es otra cosa que una deshidratación, la pérdida de agua de los tejidos; en otras palabras, un resecamiento. En condiciones particulares de temperatura elevada, baja humedad y ventilación, los organismos muertos, aunque sean de dimensiones notables, pueden deshidratarse bastante velozmente y momificarse de forma espontánea, sin que se produzca descomposición alguna. Este fenómeno se produce a menudo en animales que mueren en zonas desérticas, pero también en cuerpos sepultados en cementerios que tienen una determinada calidad de tierra, y en difuntos colocados en sarcófagos o en criptas dotadas de determinado tipo de microclima. En Italia tenemos ejemplos famosos, entre los que se encuentran las catacumbas del convento de los Capuchinos, de Palermo, el cementerio de momias de Urbania (Pesaro), y la capilla de San Miguel, en Venzone (Udine). 

Volviendo a experiencias más comunes, como aquellas que se pueden verificar con los pequeños modelos de pirámide, está claro que además de los factores ya citados de temperatura y humedad del ambiente, hemos considerado otros como la información sobre peso-superficie, el porcentaje de agua y otras características consustanciales de las muestras causantes de que algunos productos se momifiquen más fácilmente que otros. En ocasiones se pueden encontrar, por ejemplo, en algún rincón olvidado de la casa, viejos limones completamente secos, ligeros como cartón; tampoco resulta difícil obtenerlos incluso de forma intencionada si se dispone de un lugar caliente y seco. Y, por supuesto, no hay que olvidarse del antiguo arte de conservar alimentos secos, como la fruta, los hongos, la carne y otras cosas. 

Los rayos cósmicos del premio Nobel 
¿Qué cosa decir ahora de las revelaciones hechas por el premio Nobel, Luis Álvarez? Tratemos antes de nada de intentar comprender lo que sucedió en aquella ocasión. En 1968, Álvarez dirigió una expedición de científicos egipcios y estadounidenses a la pirámide de Kefrén (Chefren). El objetivo de la expedición era colocar un revelador de rayos cósmicos en la cámara de la pirámide. 

Basándose en el hecho de que los rayos viajan a velocidad diferente a través de la piedra y del aire, se esperaba que la lectura del revelador indicase la existencia de otras estancias o pasajes todavía no descubiertos. 

Una vez insertados los datos proporcionados por el instrumento en un elaborador electrónico para proceder a su análisis no se logró darles sentido alguno. Uno de los investigadores egipcios fue entrevistado por algunos periodistas presentes en el lugar, e hizo algunas declaraciones privadas de fundamento científico pero que fueron rápidamente publicadas por todos los periódicos y que, todavía ahora, son reproducidas por aquellas publicaciones que se ocupan de los «misterios» de las pirámides. Alan Landsburg, en un libro de los años 70, narra los hechos, de forma distorsionada y superficial, de la siguiente manera: «El doctor Álvarez no llegó a descubrir cuál era exactamente el problema. El contador de rayos cósmicos parecía enloquecer cada vez que se intentaba utilizarlo dentro de la pirámide, por lo que se decidió finalmente pararlo. Desde entonces cabe preguntarse si no existe dentro de aquella montaña de piedra, alguna cosa que se encuentre sellada, y que todavía sigue emanando (¿o atrayendo?) un cierto tipo de rayos o de ondas.”

Las cosas, en realidad, son diametralmente distintas porque finalmente fue descubierta la causa de las confusas alteraciones del revelador. Debido a las reducidas dimensiones del pasaje que conduce a la cámara de la pirámide, se había decidido utilizar para la relevación de los rayos cósmicos dos pequeñas «cámaras de chispa» y sólo una grande. El problema, que entonces no fue previsto, era que una vez que se conectaran con aquella, las dos cámaras no aportarían ninguna lectura; además, el neón utilizado en el interior de la cámara se encontraba contaminado. Una vez que se llenaron las cámaras con nuevo neón, las máquinas volvieron a
funcionar, proporcionando la lectura prevista." 

Así pues, Álvarez no había descubierto ninguna fuerza misteriosa en el interior de la pirámide; simplemente se había producido un fallo en las máquinas; y, tras haberlas reparado, podría haberse continuado el trabajo como estaba previsto, pero lo que todavía se sigue diciendo hoy del trabajo realizado por Álvarez en la pirámide de Kefrén, es la repetición exclusiva de aquellos primeros comentarios equivocados de los periodistas. 

LOS GRANDES MISTERIOS DE LA HISTORIA.
MASSIMO POLIDORO.

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