domingo, 28 de diciembre de 2014

EL OJO AJENO

 LA MOTA EN EL OJO AJENO
 Como vimos en la última parte del capítulo seis (versículos 19-34), al hablar de la primera bienaventuranza, pasamos a lo que nos queda del Sermón de la Montaña. Son avisos a la comunidad cristiana. El Sermón está dirigido, en primer lugar, a los discípulos, a los que han hecho la opción por Jesús.
 
MATEO 7, 1:  NO JUZGUÉIS Y NO SERÉIS JUZGADOS, PORQUE OS VAN A JUZGAR COMO JUZGUÉIS VOSOTROS Y, LA MEDIDA QUE USÉIS, LA USARAN CON VOSOTROS
 Tenemos siempre la cuestión del amor. "Juzgar" se refiere a un juicio condenatorio; condenar a otra persona, de tal forma que puedas llegar irrumpir la comunicación con ella. Aquí dice que Dios se porta con nosotros como nosotros nos portamos con los demás. "No juzguéis y no os juzgarán": si vosotros aceptáis a la gente, Dios os acepta a vosotros. "Y la medida que uséis la usarán con vosotros": la misma. ¿Qué quiere decir eso?: que nosotros podemos recibir el amor del Padre en la medida que nosotros demos amor a los demás; si nosotros nos cerramos al amor, no podemos recibir el amor del Padre; y cerrarnos al amor es condenar a una persona, juzgarla de esa manera severa, como hacían los fariseos, que decían "este es impuro, un descreído, uno que no cumple la Ley, que no tiene religión y con él no se puede tener contacto". Pues esto se dice a la comunidad cristiana. Puede haber actitudes dentro de ella que sean parecidas a las de los fariseos. Y sabemos la tendencia que tenemos a juzgar y condenar a los demás: es cosa, desgraciadamente, muy espontánea eso de criticar por dentro. Se manifestará o no luego, pero creo que todos podemos confesarnos del juicio espontáneo negativo. Si eso se lleva a la práctica, interrumpe la relación con el otro y, entonces, "mala cosa"; el Señor comenzará también a distinguir en ti y no te aceptará como eres, ya que tienes también muchos lados negativos. Y no es que Dios se proponga hacer eso, sino el que se cierra al amor con los demás, no puede, no tiene capacidad para recibir amor. La "cantidad" de amor que podemos recibir está en función de la que dennos. "La medida que uséis la usarán con vosotros". Por eso, aunque sea una tendencia muy común, que llevamos dentro como un lastre, hay que irla desechando: no juzguemos negativamente.
 
¿POR QUE TE FIJAS EN LA MOTA QUE TIENE TU HERMANO EN EL OJO Y NO REPARAS EN LA VIGA QUE TIENES EN EL TUYO. O ¿COMO VAS A DECIRLE A TU HERMANO "DEJA QUE TE SAQUE LA MOTA DEL OJO" CON ESA VIGA EN EL TUYO. HIPÓCRITA, SÁCATE PRIMERO LA VIGA DE TU OJOS ENTONCES VERAS CLARO Y PODRÁS SACAR LA MOTA DEL OJO DE TU HERMANO.
 La "viga" es la falta de amor. Ese es el gran defecto; cuando uno tiene esa perspectiva maldita para ver lo que son los demás, esa intuición malvada, esa mala actitud, que supone una total falta de amor. Porque la lucidez, esa no va más que al acto mismo o a lo que a mí me choca en el acto de otra persona, sin considerar las circunstancias, el temperamento, la ocasión, tantas cosas que hacen cambiar la naturaleza, incluso, del acto mismo. Esta falta de amor es la viga en tu ojo y por ella tu no puedes ver las cosas como son, ya que el verdadero conocimiento se tiene a través del amor, no solo a través de la cabeza. El que no ama, no conoce; no conocemos a una persona si no la amamos. Cuando la queremos, entonces empezamos a conocerla de verdad. Hay que guardarse de esto: la viga en el ojo es la falta de amor. Y tú, que no tienes amor y no ves las cosas como son, ¿cómo te atreves a reprochar un defecto a otra persona?; si el defecto grande lo tienes tú, el defecto mortal de no tener amor. Y pone la palabra "hipócrita" en paralelo con los fariseos: de modo que hay peligro también de fariseísmo en la comunidad cristiana, de los que se creen buenos y van a corregir a los malos. Y no se puede corregir a uno poniéndose en el papel de bueno, eso es muestra de superioridad y falta de amor, porque sólo a través del amor podemos hacer juicios.
 El segundo peligro de la comunidad cristiana es el juicio implacable estilo fariseo. Y ¿cómo podemos nosotros sabernos buenos mientras los demás son malos?: no hay más que un criterio, el de la Ley; cuando hay una norma clara, se juzga todo con la regla en la mano -sea la de Moisés, sean las de ahora-, basta con un texto que sea norma de moralidad, bondad y maldad: todo está clarísimo. Y, si es un texto al que le damos valor divino, como los fariseos que -la Ley de Moisés- tenían claro quién era bueno y malo, pues la ley estaba dada por Dios y quiere que la cumplamos: como yo la cumplo, soy bueno, y el que no, es malo. Ya está dividida la humanidad en dos partes: en cuanto hay ley, se acabó la solidaridad humana. Por eso, Jesús lo primero que dice es "fuera la ley y las normas de moralidad, bondad y maldad; hay bondad y maldad, pero están dentro y se ven por las obras, no por atenerse a normas: el que muestra amor y obras de amor, no hay más". Por eso, aquí, al decir "hipócritas" -aludiendo a los fariseos- quiere expresar que también dentro de la comunidad puede haber esas fidelidades a códigos, a leyes, a reglamentos con los que uno se siente tan seguro, puesto que es observante. Y de la observancia, en sí misma, no dice nada Jesús; lo que hay que hacer es practicar el amor. Y la práctica del amor muchas veces tiene que saltarse la ley, porque las leyes pueden ser, y son a menudo, un impedimento para la verdadera práctica del amor.
 
NO DEIS LO SAGRADO A LOS PERROS NI LES ECHÉIS PERLAS A LOS CERDOS NO SEA QUE LAS PISOTEEN Y, ADEMASE SE VUELVAN Y OS DESTROCEN
 Los perros y los cerdos eran animales impuros. Este perro no tiene nada que ver con el perro nuestro doméstico; era un animal vagabundo que comía carroña; y el cerdo ya sabemos que, en la cultura judía, era el animal impuro por antonomasia. Y dice: "no deis lo sagrado a los perros": esto es un aviso de cautela. El cristiano vive el mensaje de Jesús, experimenta el amor del Padre y quiere eso para la humanidad entera. Naturalmente, él no excluye de su amor a nadie, pero tiene que ser prudente; debe saber que no todo se puede decir a todo el mundo. "Lo sagrado" es lo de Dios. "Vuestras perlas" es lo mismo, pero desde el punto de vista nuestro. Lo sagrado es lo que pertenece a Dios y nuestras perlas son nuestro tesoro. Perlas indica el gran valor: la experiencia de Dios, del Espíritu, el nuevo amor, la nueva entrega son "nuestras perlas", y eso no se puede echar a los animales impuros. En Mateo está el corazón limpio o puro, y el impuro. El corazón limpio, el de las Bienaventuranzas, es el que no tiene segunda intención contra nadie y actúa completamente abierto; nunca habrá que temerle zancadilla ni faena; es la persona perfectamente coherente con su interior, la transparencia que, como no tiene mala intención, no busca su propio interés. En cambio, los que tienen el corazón impuro actúan con mala intención, los que causan males a los demás por buscar su propio interés, provocan injusticias, hacen daño. Porque ya la pureza no está en observar la Ley, en no tocar lo prohibido: está dentro del corazón. Estar limpio o sucio (tener acceso a Dios o no tenerlo) es algo que está dentro del corazón. Si el hombre está abierto a su prójimo, no busca intereses bastardos, está en sintonía con Dios: y el que los busca no está.
 Esas personas, que están positivamente en actitud contraria al mensaje de Jesús, que no pueden tolerar el mensaje ‑porque toca intereses suyos‑ los que no pueden aguantar una propuesta como la del Evangelio, a ésos no hay por qué proponérselo. No hay que decir: "yo digo a todo el mundo lo que pienso"; pues no señor, no hay por qué. La comunidad cristiana está dispuesta a aceptar la persecución por su modo de vida, que provocará una molestia mayor o menor dentro de la sociedad (cosa que puede llegar a la persecución violenta o, al menos, a ser una cuña), pero lo que no tiene que hacer es provocar eso por imprudencia, ni intentar convencer a gente que se sabe que está en actitud completamente contraria y de modo consciente. Hay otro dicho en el evangelio de Mateo que dice: "Sed cautos como serpientes e ingenuos como palomas". Se decía que la serpiente, cuando la apaleaban, escondía la cabeza (la parte más vital) y por eso tenía fama de prudente. Es decir, no hay que provocar situaciones extremas. "No deis lo sagrado a los perros, ni echéis vuestras perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y, además, se vuelvan y os destrocen". Primero, que no va a apreciar nada: lo que para vosotros es un valor supremo, para ellos es despreciable. No se puede proponer el mensaje para que se rían, tiene que ser a gente que tenga cierta disposición a recibirlo, pero no a los que van a despreciarlo. Es demasiado sagrado y valioso para eso. Además, es que, como eso "toca a lo vivo", puede ser que se vuelvan contra vosotros y os destrocen. No hay por qué provocar la persecución.
(Juan J. Mateos)

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