martes, 30 de diciembre de 2014

El precepto existió por el hombre...

Papel de la Ley en la antigua alianza
 Mc 2,27: Y les dijo: «El precepto existió por el hombre, no el hombre por el precepto;
Este primer miembro del dicho de Jesús se refiere inmediatamente a la perícopa anterior y, en particular, al caso de David y sus compañeros (2,25-26). Engloba la acción de David en el contexto más amplio de la obligación legal, representada por el precepto considerado má­ximo, el del descanso festivo.
El segundo miembro (v. 28) se referirá, en cambio, al caso de Jesús y sus discípulos, abriendo a éstos el horizonte de la plena libertad.
Aunque la institución del precepto festivo, en particular el del sábado, tenía su fundamento en el relato de la creación (Gn 2,1-3), como tal precepto no llegó a existir hasta la promulgación de la Ley del Sinaí (Ex 20,8-10; Dt 5,12-14) (2).
Según el relato de la creación, el hombre, hecho a imagen de Dios (Gn 1,26), es señor de la tierra y de lo creado (Gn 1,28s), para continuar con su actividad la obra divina (Gn 2,15). El precepto del descanso, institucionalizado en Israel principalmente en el día de sábado, tuvo por motivación teológica que el hombre, sin distinción de clase, libre o esclavo, pudiera participar en el descanso de Dios creador (Ex 20,8-11). No era un precepto para someter al hombre, sino un don, una bendición (Gn 2,3; Ex 20,8-10). Con el descanso, que interrumpe el trabajo, el hombre se asemeja a Dios, señor de la creación, y goza de ella; es, pues, anticipo y promesa de la libertad a que está llamado o, en términos figurados, profecía de un éxodo definitivo (3)
De los textos del AT se desprende, pues, claramente cómo y por qué el precepto del descanso es una ayuda para el hombre. Opuesta es la postura de los fariseos, a quienes dirige Jesús este dicho: ellos, contra el designio de Dios, lo han convertido en una ley esclavizadora.
Con su dicho, Jesús define el papel del precepto del descanso en la antigua alianza: estaba en función del hombre, y para eso había sido instituido (4). El hombre, imagen de Dios, no podía ser un mero súbdito sin libertad; tenía que ser, al menos parcialmente, señor. Ataca así la interpretación farisea del precepto (5).
La parte negativa del dicho: «y no el hombre por el precepto», refuerza la declaración, oponiéndose a las especulaciones de la doctrina farisea. Para los letrados, el sábado era un absoluto, existente antes de la creación del mundo, celebrado desde siempre en el cielo, por el que existen la creación y el hombre mismo, y que no depende en nada de la contingencia humana (6). Jesús, por el contrario, declara que el precepto no es un absoluto ni es eterno; fue promulgado en un momento histórico bien conocido («el precepto ... existió») y para servicio del hombre (7).
La afirmación de la superioridad del hombre sobre el precepto tira abajo la interpretación rigorista de la Ley impuesta por los fariseos. También en la antigua alianza era el hombre el valor supremo; por eso, la obligación de la Ley cedía ante la necesidad y el bien del hombre, como ha aparecido en el caso de David (8).
    
 Notas
2 Es la denominación «el hombre (Gn 1,26‑2,3 LXX), traducción del hebreo adam, la que une el precepto legal con su fundamento teológico en la creación. En la misma línea, tanto en el primer episodio de la sinagoga (1,21b‑28) como en el segundo (3,1‑7a), al poseído y al individuo con el brazo atrofiado Mc no los llama «israelitas», sino «hombres». La acción liberadora de Jesús se proyecta desde el pueblo judío a toda la humanidad.
 3 La forma preceptiva o de mandamiento manifiesta el interés de Dios por la libertad al hombre: no quiere que nadie se vea privado de ese privilegio ni olvide su condición de imagen. Por eso, el precepto va dirigido a quien puede impedirla, al dueño o patrón respecto de sus esclavos (Ex 20,8‑11), recordándole que también él fue esclavo en Egipto; cf. Di 5,12‑15: «Guarda el día de sábado, santificándolo, como el Señor tu Dios te ha mandado. Durante seis días, trabaja y haz tus tareas; pero el día séptimo es día de descanso dedicado al Señor tu Dios. No harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu buey, ni tu asno, ni tu ganado, ni el emigrante que viva en tus ciudades, para que descansen como tú el esclavo y la esclava. Recuerda que fuiste esclavo en Egipto y que te sacó de allí el Señor tu Dios con mano fuerte y brazo extendido. Por eso te manda el Señor tu Dios guardar el día de sábado».
 4 En su estructura, la premisa es similar a la de 2 Mac 5,19: «El Señor no eligió al pueblo para el lugar santo, sino al lugar santo para el pueblo»,  Afirmaciones de contenido semejante se encuentran en la literatura rabínica posterior; así R. Simeón ben Menasya (c. 180 d.G): «A vosotros se os ha dado el sábado, no vosotros al sábado» (Mek. Ex 31,13x), pero se refiere sólo al caso de ignorar el precepto para salvar una vida humana de un peligro extremo. El dicho se atribuye también a R. Jonatán ben Joseph (c. 140 d.C.); cf. Strack-B. II 5, Taylor 245, Pesch 1303, Gnilka 1 122s.
 5 Según Gnilka 1 123, Jesús da una nueva orientación al precepto. En cuanto don de Dios, permanece en vigor; lo que pone en cuestión es la obligatoriedad absoluta de la legislación sobre el sábado. El hombre no debe ser esclavo del precepto, como sucedía en no pocos casos en el judaísmo contemporáneo. Pesch 1303: «Jesús no justifica la trasgresión del sábado en un caso excepcional, sino que pone en discusión apodícticamente todas las prescripciones relativas al sábado, cuando no estén al servicio del hombre».
 6 Cf. Strack-B. 1905 (el precepto del descanso sabático tiene más peso que todos los demás mandamientos juntos), II 353, III 626, IV 435 (preexistencia de la Ley), 11 355 (su eternidad con Dios), I 732.750, 11 356 (la Ley, artífice y modelo de la creación); Jub 2,17.30 (el sábado observado .por los ángeles en el cielo antes de ser observado por los hombres); 2,25.27; 50,8 (pena de muerte para el que lo viole); 50,9 (día de santo reinado para todo Israel).
 7 Leipoldt-Grundmann I-456: «Con este dicho queda claro que el interés de Jesús se centraba en el hombre y no en las instituciones, los ritos y el culto».
 8 Es de notar cómo en este dicho omite Jesús el nombre de Dios, que hasta ahora ha pronunciado solamente dos veces (1,15: «el reinado de Dios»; 2,26: «la casa de Dios»). No dice «Dios hizo al hombre» (cf. Gn 1,26s), sino que usa un verbo neutro, «existió» que sólo indirectamente alude a la acción divina; cf. Jeremias, Tbeologie I 201s. La omisión puede deberse a no querer afirmar rotundamente la institución divina del precepto del descanso. De hecho, en Mc 10,18 se mencionan únicamente los mandamientos de la segunda tabla, y en 12,29‑31 se menciona el primero y el resumen de las obligaciones hacia el prójimo.

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