domingo, 28 de diciembre de 2014

En todo semejante al hombre (o las tentaciones).

Un modo de narrar: Marcos
 Esa situación de Jesús, como la de todo hombre, ocurrió a lo largo de toda su vida, pero los evangelistas lo concentran en un momento dado y nos lo cuentan como si se tratara de unos acontecimientos que se desarrollaron un buen día y así como suenan. En realidad nos hallamos ante una composición, una narración escenificada de lo que en el interior de Jesús se dio, no en un momento dado, sino a lo largo de su vida. Y esto se hace personificando en esta lucha al tentador, Satán (de lo cual nada se deduce sobre la existencia o la personalidad de este personaje; es más: si, como acabamos de decir, la tentación surge de las condiciones mismas en que Dios ha dejado al hombre ‑no‑vidente‑, habrá que decir que es el mismo Dios el que plantea no una tentación, sino una situación en la que el hombre debe optar en fuerza de su conciencia y de su fe).
 Hay dos cosas en torno a las tentaciones de Jesús tal como se relatan en los evangelios: El hecho, y los campos de tentación para un hombre. Para lo primero nos atenemos a Marcos; para lo segundo, a Mateo y Lucas.
 He aquí los tres elementos que menciona Marcos:
 Mc. 1,12‑13: A continuación (del bautismo), el Espíritu le impulsó al desierto, y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba entre los animales del campo, y los ángeles le servían.
 El desierto: Es el Espíritu que habita en el interior de Jesús, quien le impulsa allá. Pero Marcos no dice que le impulsara allá para ser tentado. No; el desierto, para Marcos, no es el lugar de la tentación, como nos tiene acostumbrados a ver una tradición de corte monástico, donde se enfrenta el asceta con sus pasiones en solitario, cuerpo a cuerpo... El desierto, en la memoria hebrea, es el lugar de la cercanía de Dios: Moisés, Isaías, Oseas, Jeremías encuadran allí el amor primero:
 Os. 2,14: Por eso la voy a seducir, la llevaré al desierto y hablaré a su corazón.
Jer. 2,2: Así dice Yahvé:
-De ti recuerdo tu cariño juvenil, el amor de tu noviazgo, aquel seguirme tú por el desierto, por tierra no sembrada...
 Los cuarenta días: Precisamente la tentación surge ante esa situación misma del amor: Dios sólo, Dios por encima de todo, aun cuando se haga incomprensible. Fue la situación de Israel en su largo paso por el desierto. Allí experimentó la tentación ‑triple tentación en que puede resumirse la solicitación que cualquier hombre, cualquier pueblo, experimenta en su vida frente al "Dios ante todo", y que luego describiremos‑. Marcos hace un paralelismo entre la experiencia universalmente humana del pueblo de Israel y la experiencia de Jesús en su propia vida:
 Deut. 8,2‑4: Acuérdate de todo el camino que Yahvé tu Dios te ha hecho andar durante estos cuarenta años en el desierto para humillarte, probarte y conocer lo que había en tu corazón: si ibas o no a guardar sus mandamientos.
 Estaba entre los animales y los ángeles le servían: Se trata de un lenguaje teológico para describir la gran proximidad de Jesús con Dios, la gran transformación que ya puede adivinar cualquier persona detrás de ese comportamiento sereno, humano, filial de Jesús. Isaías no temía describir con atrevidas imágenes el mundo futuro, pero nadie las toma al pie de la letra, sino como una literaria expresión para acercarnos a una realidad que será totalmente nueva. Decía
 Is. 11, 6‑8: Serán vecinos el lobo y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá. La vaca y la osa serán compañeras, juntas acostarán sus crías; el león, como los bueyes, comerá paja.'..
 Diríamos que nos encontramos o en el comienzo de la creación, míticamente descrita, y Jesús sería visto como el nuevo Adán, o que nos encontramos ya al final de la historia, porque con Jesús y su modo de hacer ha comenzado ya la reconciliación de todo y de todos, propia de los últimos tiempos.
 Pues bien, con estos elementos se nos dice cómo la vida de Jesús o la de cualquier hombre puede ser árida y dura, de tentación, pero "Jesús vence la tentación no en el desgarramiento de la lucha, sino en la seguridad pacífica y serena que le da su cualidad de Hijo, tal como ha quedado expresado en el bautismo. El proyecto del tentador en el fondo consiste siempre ‑y así fue en Jesús‑ en separar al Hijo de la intimidad y la seguridad en Dios, su Padre. Pero a Jesús nada logró separarlo de la paz de Dios".

La versión de Mateo y Lucas o de que es tentado el hombre.
 Lucas y Mateo quedan como extáticos ante lo que fue la situación de Jesús, y encuentran en él la que es típica triple tentación de un ser humano en el largo peregrinar de la vida. Por eso recurren a la Biblia para describir algo que es eterno y que el pueblo de Israel también tuvo que experimentar en los años difíciles en que buscaba ansiosamente una tierra en que establecerse.
 Ambos, pues, Mateo y Lucas, reeditan en Jesús la tentación de Israel. Mateo sigue el orden de la Biblia; Lucas invierte el orden de la segunda y tercera para terminar en Jerusalén, allí donde Jesús tendrá que experimentar el asalto último de su optar o no por Dios ante todo, y por la fidelidad a los hombres, en la cruz.
Las tres respuestas de Jesús se hallan, respectivamente, en Deut. 8,3; 6,13; y 6,16 si seguimos la versión de Lucas.
 Se trata de lo siguiente: Se personifica, como en Marcos, a un tentador para declarar la lucha que el hombre experimenta. Por tres veces ‑es decir, por tres caminos‑ un hombre, y concretamente Jesús, siente un choque entre esa proclamación que hace la fe ‑eres hijo de Dios‑ y la propia limitación e impotencia, sin comprobante alguno de que Dios esté interesado en él. Más aún: si Jesús siente en su corazón como misión propia suya una liberación del hombre en todos los campos de opresión, palpa también 3a, desproporción que existe entre su deseo y la terrible realidad de tener que contar con los hombres llenos de egoísmo, faltos de fe, e incluso sojuzgados de mil modos entre sí por aquellos que se constituyen en dominadores de los otros.
Estos son los tres caminos:
 1. Un mesianismo o reino de BIENES y abundancia:
 Lc. 4,3: Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.
 El pan (= todo lo que estimamos como necesario para esta vida) llega a aparecer como lo indispensable, como si un enorme realismo nos dijera: déjate de filosofías y haz buenos negocios... Es verdad que todo eso que se incluye en el pan no es algo que debamos descuidar, pero la abundancia o la saciedad de las necesidades humanas no han de buscarse por sí mismas por encima de algo más decisivo. En unas relaciones humanas correctas habrá bienes suficientemente repartidos, pero el gran objeto de la esperanza mesiánica no son los bienes.
 Lc. 4,4: Jesús le contestó: «No de sólo pan vive el hombre.»
 2. Un mesianismo o reino POLÍTICO. Es el más seductor. Porque parece que todo lo demás se reduce a palabras; es decir, parece que hay que tener el mando y las armas, si hace falta, para poner las cosas en orden. Jesús se da cuenta de que a su mensaje le falta un poder, una eficacia; es un programa demasiado respetuoso con la libertad y las situaciones de los hombres. Pero Jesús ve más hondo: lo que él quiere entregar a la humanidad está en función de un servicio, no de un poder:
 Lc. 4,6: Te daré todo ese poder y esa gloria... si me rindes homenaje...
Jesús le contestó: «Está escrito: Al Señor tu Dios rendirás homenaje, y a él sólo prestarás servicio.»
 Lo que él quiere poner en movimiento en la humanidad es algo radicalmente libre, que debe florecer sin la menor coacción, sin el menor derramamiento de odio, de imposición, de excesos, de sangre.
3. Un mesianismo o reino de refugio RELIGIOSO, de milagros que comprueben que Dios está interesado en nuestra causa. Dice el P. Duquoc : Israel ha pedido muchas veces a Dios que manifieste su poder, que intervenga en el curso de la historia por medio de prodigios. El silencio de Dios le pesa y le parece al pueblo incomprensible: Que intervenga con su poder; todo quedará claro y el hombre no experimentará ya ese sentimiento de abandono ante Dios. Que demuestre que es Dios y que no es inútil que el pueblo haya puesto en él su confianza. Satanás sugiere a Jesús que ponga a Dios a prueba; en la cruz se repetirá en boca de los jefes:
 Mt. 27,42: Que le salve ahora si es que de verdad le quiere.
 A Satanás (es decir, al hombre en su corazón) le gustaría que Jesús (que cualquiera de nosotros) no estuviese solamente seguro de la protección de Dios, sino que la verificase en concreto... Pero Jesús tiene confianza absoluta en la protección de Dios. No tiene ninguna necesidad de comprobarlo. Experimentar la confianza, ¿no será ya lo mismo que dudar? (Duquoc).
 POR LO TANTO, las tres preguntas se le vienen a Jesús a la cabeza partiendo de su personal experiencia: Un hombre tan inerme, ¿puede con sólo su palabra servir a la humanidad, implantar la justicia, y revelar así el misterio de Dios que es amor? El ve que su predicación fracasa. Sabe que su mensaje es válido, es universal, va al corazón de todo hombre en cualquier tiempo. Pero la desproporción de medios para quien no comprenda los caminos que Jesús quiere implantar, parece incluso una cobardía o una traición para con los hombres a quienes pretende servir, ya que de momento estos hombres piden algo concreto. Esta fue la angustia de Jesús y el punto de apoyo de ese sentirse tentado en su interior por emprender otros caminos.

¿Es pecar  lo propio del ser humano?...
Es curioso y hasta frecuente que, cuando oímos la frase de
 Hebr. 4,15: Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino un probado en todo igual que nosotros, excluido el pecado, muchos experimentan que, por ese mismo no pecar, Jesús sobrepasa lo humano de una forma no humana. Ello ocurre quizá (aparte de la imprecisión que siempre rodea al tema del pecado) por uno de estos dos motivos
 * o porque se considera que pecar es lo propio del ser humano. Pero esto no es así, a pesar de la afirmación del pecado original, etc., y de otros aspectos de la teología católica o protestante, que habría que explicar con más exactitud;
 * o porque quizá haya una secreta valoración positiva del pecado, como si éste fuera algo valioso, como si se dijera: Ya que no pecó, no tuvo acceso a esa experiencia de libertad, no perteneció radicalmente a lo que el hombre es... Pero, nuevamente: éste es precisamente el error. El pecado no está en la satisfacción que pueda proporcionar el uso de una libertad legítima, sino en que esas satisfacciones fueran a costa de la menor injusticia con alguien. Hacerlo así, sería no ser siempre y plenamente hombre, el que por definición no traspasa los límites, no falta contra los demás y está pendiente de Dios.  

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