domingo, 28 de diciembre de 2014

LA SAL DE LA TIERRA y LA LUZ

VOSOTROS SOIS LA SAL DE LA TIERRA. SI LA SAL SE PONE SOSA ¿CON QUE SE SALARA? YA NO SIRVE MAS QUE PARA TIRARLA A LA CALLE Y QUE LA PISE LA GENTE.
 La sal era el símbolo de la permanencia de la Alianza. La sal se usaba siempre en los contratos ‑incluso hasta el Medievo europeo‑ y, por eso, se llamaban "contratos de sal". Como la sal conserva, impide la putrefacción, es símbolo de eso, cuando se hacía un pacto entre dos se regalaban mutuamente un saco de sal para significar "este pacto es incorruptible". Era la señal de la fidelidad. Y esto aparece ya en el Antiguo Testamento. En todo sacrificio que se hacía en el Templo había que echar un puñado de sal, ya que eso justificaba que ese sacrificio era según la Alianza, es decir, que perpetuaba la Alianza. La sal era la garantía de la perpetuidad de la Alianza. Aún más, hay dos textos en los que Dios mismo dice: "He hecho con Aarón un pacto de sal", y "Yo he hecho con David un pacto de sal". Esto quería decir que Dios había hecho con Aarón y David un pacto que duraría para siempre, que sería incorruptible. De manera que la sal era el signo de la perpetuidad, la garantía de la continuidad de la Alianza.
 Y ahora dice: "Vosotros sois la sal de la tierra". Es decir, depende de vosotros el que esta nueva Alianza con los hombres siga existiendo. Vuestra conducta será la garantía de que existe esta nueva oportunidad que da Dios a los hombres, esta nueva efusión de su amor a través de Jesús, que ha expuesto en el programa de las Bienaventuranzas, la posibilidad de la creación de esa sociedad nueva que es su Alianza.
 "Si la sal se pone sosa ¿con qué salará?". Si la sal pierde el sabor. La frase que usa aquí Mateo es "se pone tonta" o " se vuelve necia", y lo hace a propósito porque es que, al final de este Sermón de la Montaña, viene la parábola de las dos casas: "El hombre prudente, el hombre sensato, es el que edificó su casa sobre roca, y vino la inundación y su casa resistió. Este es el‑que escucha mi palabra y la pone por obra. El necio edificó su casa sobre arena, vino la inundación y su casa se derrumbó. Este es el que escucha mi palabra y no la pone por obra". De manera que la sal necia es la comunidad que escucha el mensaje de Jesús, pero no lo practica. Y, entonces, ¿con qué se le dará sabor a esa sal ya? Si están encandilados con el mensaje y en la práctica lo están traicionando ¿quién le va a hablar ya del mensaje a esa comunidad, si se lo sabe de memoria?
 "Ya no sirve más que para tirarla a la calle y que la pise la gente". Es la cosa más despreciable del mundo. La sal que no sala ya no sirve para nada. La comunidad cristiana que, de alguna manera, ya no vive ese mensaje, es digna de desprecio de la humanidad entera. Esto parece cruel, pero tengamos en cuenta que esto no es una ley, sino un proceso, una maduración, que esto es un amor que se va poniendo en práctica. Aquí no estamos hablando de que el Señor obliga a hacer esto, él no obliga a hacer nada, él no ha dicho "Yo mando" en ninguna ocasión. Es que ese Espíritu que recibimos vaya madurando, que vaya llenando nuestro ser y, a medida que ese amor nos llene, sentiremos el deseo de ponerlo en práctica.
 Esto está en relación con esas tres bienaventuranzas que hablan de la liberación: "Dichosos los que sufren, porque ésos van a recibir el consuelo". "Dichosos los sometidos, porque ésos van a heredar la tierra". "Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ésos van a ser saciados". Esto es una promesa de liberación, porque va en futuro, y entonces es: si las comunidades cristianas existen en esa opción, esa es la garantía de que esta obra de liberación va a ir existiendo en el mundo. Vemos la enorme responsabilidad de los cristianos. Una responsabilidad total. Pero, sin embargo, la realidad es que nunca nos habían dicho esto. El cristianismo que hemos aprendido nunca nos ha enseñado que hay que vivir así, que se trata de formar comunidades que sean el principio de una sociedad diferente. Por tanto, no es cosa de tener remordimientos. Pero ahora que empezamos a saberlo, vamos a ver si empezamos a practicarlo.
VOSOTROS SOIS LA LUZ DEL MUNDO
 "La luz" se aplicaba a Jerusalén como ciudad. En Isaías 60 dice: "Brilla, brilla, Jerusalén, porque la. gloria del Señor está sobre ti". Se aplicaba también al Templo, que en el fondo era el núcleo de Jerusalén. De manera que la ciudad santa, donde resplandecía la gloria de Dios, y el templo, que era el gran exponente de la santidad de Jerusalén, era "la luz del mundo". Pero eso se ha terminado. Ya no hay una ciudad santa ni hay un templo. Donde la gloria de Dios resplandece, o sea, donde Dios se manifiesta y da a conocer, es en el grupo humano que está viviendo ya la realidad de este Reino suyo. Ahí es donde resplandece su gloria, que es su amor. Eso es la luz del mundo. Se han acabado ya los derechos geográficos a ser ciudad santa. Nunca cuatro muros pueden ser un templo para Dios, m nunca una ciudad puede tener por sí misma el apelativo de santa. Todo esos eran cosas infantiles de una humanidad antigua. Lo único que puede ser santo, es decir, semejante a Dios (santo está en relación con el Espíritu Santo), lo único que puede recibir el espíritu de Dios y parecerse por eso a Dios mismo, es el hombre. Por tanto, lo único que puede reflejar la presencia de Dios en el mundo es el hombre. Lo demás son cosas antiguas, supersticiones antiguas, objetivaciones antiguas que, en una edad adulta de la humanidad, no tienen sentido. De manera que esta comunidad donde existe, vive y está, además apareciendo, brillando ese Espíritu de Dios, que es el amor por el bien del hombre, la actividad en favor del hombre, ésa es la luz del mundo. Y no hay otra.
 NO SE PUEDE OCULTAR UNA CIUDAD SITUADA EN LO ALTO DE UN MONTE.
 Alusión a Jerusalén. Como vosotros sois ahora la nueva Jerusalén, es decir, esta comunidad es el sitio donde resplandece la gloria de Dios, esto no se puede ocultar. De manera que esto tiene que verse; la comunidad cristiana tiene un modo de comportarse que se hace visible poquito a poco, en pequeña escala porque somos poquita cosa, pero eso tiene que notarse alrededor.
 
NO SE ENCIENDE UN CANDIL PARA METERLO  DEBAJO DEL PEROL SINO PARA PONERLO EN EL CANDELERO Y QUE BRILLE PARA TODOS LOS DE LA CASA.
 La comunidad cristiana no puede ser un círculo cerrado, que no tenga ninguna repercusión al exterior. Tiene que notarse de alguna manera su presencia, porque nadie trae un candil para meterlo debajo de la cama. Lo pone para que alumbre. El ha venido a encender ese candil, que somos nosotros, y ese candil tiene que alumbrar, tiene que notarse. Esto no siempre es fácil, aunque tampoco tenemos que hacernos mucho problema. Lo que sí tenemos que recoger de esto es que la comunidad no puede ser un círculo cerrado o inactivo. Tiene que pensar que eso tiene que transmitirse por algún lado, tiene que trascender fuera del círculo de la comunidad. Ese Espíritu que .está en la comunidad ‑que es Dios mismo‑, esa vida nueva que existe en la comunidad, ese impulso, tiene que tener un destinatario fuera de la comunidad. Es ésta la luz. Para que se vea, para que la noten. Naturalmente, si somos poca cosa, poco se notará el Espíritu, pero algo tiene que notarse, porque se trata de que esta comunidad está interesada en el bien de la humanidad, que no vive para sí misma y, por lo tanto, de alguna manera su actividad tiene que verse.
 
ALUMBRE TAMBIÉN VUESTRA LUZ A LOS HOMBRES
 El compromiso de la comunidad tiene que ser hacia los demás. "Los hombres" son los que no son miembros de la comunidad.
   
QUE VEAN EL BIEN QUE HACÉIS Y GLORIFIQUEN A VUESTRO PADRE DEL CIELO.
 "Glorifiquen" es que tienen que conocer que Dios es Padre. "Esto es lo que vais a transmitir: que Dios es Padre, que Dios es el que ama a los hombres, que Dios es el que da la vida a los hombres. Eso se irá viendo cuando vosotros practiquéis ese amor y comuniquéis esa vida. El efecto del amor es la vida. (Esta es la formulación que compendia todo lo que es efecto del amor). Y dar vida significa dar libertad, y dar amor, y dar alegría, y dar conocimiento, y dar todo. El Padre es el que comunica vida; por lo tanto, cuando vuestra actividad sea así, la humanidad irá comprendiendo el verdadero rostro de Dios, que es Padre. Que no es juez, ni es soberano, ni es el que tiene al hombre debajo para castigarlo o vigilarlo, sino que es el que está deseando comunicar al hombre la plenitud de vida que El tiene. Y ésta es la misión de la comunidad. Al ver el bien que hacéis, la gente irá entendiendo la clase de Dios que es el vuestro, irá descubriendo el verdadero rostro de Dios".
 Esto corresponde a las otras tres bienaventuranzas. Lo de la sal era a las tres de la liberación y lo de la luz a las tres de la actividad cristiana: "Dichosos los que prestan ayuda, porque ésos van a recibir ayuda". "Dichosos los limpios de corazón, porque ésos van a ver a Dios". "Dichosos los que trabajan por la paz, porque a ésos los va a llamar Dios hijos suyos". De manera que el dicho de la sal se refiere a la liberación futura: "Vosotros sois los garantes, con vuestra fidelidad, de que esta liberación vaya existiendo en el mundo". Y aquí: "vuestra actividad es la que irá causando el cambio. Esa actividad de prestar ayuda, de la transparencia de conducta, del trabajo por los demás, que es la felicidad del hombre. Y así seréis la luz del mundo".
 Y vemos que dice: "vuestro Padre del cielo". Esto supone que esta comunidad ya está viviendo en el Reino porque, tener a Dios por Padre es lo mismo que tener a Dios por rey. Es decir, tener a Dios por rey es un término del Antiguo Testamento que se traduce en el Nuevo Testamento por tener a Dios por Padre, ya que Dios reina no imponiendo ni mandando, sino comunicando su Espíritu, que es su vida, comunicando su propia vida, por lo que, al comunicar su vida ese Rey se convierte en Padre. Y ¿por qué lo llama ya "vuestro Padre"? Porque están dedicados a hacer lo que El hace, porque "dichosos los que trabajan por la paz, porque a ésos los llamará Dios hijos suyos".
(Juan J. Mateos)

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