domingo, 28 de diciembre de 2014

Las obras como criterio (Jn 5,36b-37a; 10,37-38a)


Además del criterio subjetivo, basado en la aspiración a la plenitud, propone Jesús otro criterio, que podemos llamar «objetivo», la calidad de sus obras. Así lo expresa en Jn 5,36b-37a: «las obras que el Padre me ha encargado llevar a término, esas obras que estoy haciendo, me acreditan como enviado del Padre».
   La argumentación se basa en el concepto de Dios como Padre. Todo el que reconozca que Dios es Padre, tiene que reconocer que las obras de Jesús, que, como las del Padre, comunican vida al hombre, son de Dios.
  El mismo criterio se propone en 10,37-38a: «Si yo no realizo las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las realizo, aunque no me creáis a mí, creed a las obras». Jesús se está dirigiendo a los representantes del régimen judío y les propone este criterio como indiscutible.
   Puede apreciarse la base común del criterio de las obras con el anterior. Ambos se fundan en la realidad de Dios como dador de vida. La comunicación de vida, percibido en uno mismo (criterio de experiencia) o en los demás (criterio de la obras), es lo que decide sobre la verdad de una doctrina o actuación. Donde hay vida y comunicación de vida, allí hay verdad; donde éstas faltan, la verdad está ausente, pues la verdad no es más que el resplandor de la vida.  
 
La luz de los discípulos en la que Dios resplandece son las obras a favor de los hombres
Mateo: El criterio de las obras (5,14-16)
   En Mt 5,16 se enuncia el criterio de las obras: los hombres descubrirán a Dios como Padre al percibir las obras que realizan los discípulos: «Empiece así a brillar vuestra luz ante los hombres: que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre del cielo».
  La luz a que hace referencia este pasaje es la gloria o resplandor de Dios mismo, que, según Is 10,1-3, había de brillar sobre Jerusalén. La presencia radiante y perceptible de Dios se ha de manifestar en adelante en los seguidores de Jesús.
  Ahora bien: la luz de los discípulos en la que Dios resplandece son las obras a favor de los hombres, descritas poco antes en la 5, 6 y 7 bienaventuranzas: prestar ayuda, obrar con sinceridad y transparencia y trabajar por la paz, es decir, p' r la felicidad del hombre, que incluye la justicia. Estas obras irán haciendo realidad lo prometido en la 2, 3 y 4 bienaventuranzas a los oprimidos de este mundo: los que sufren encontrarán el consuelo, los sometidos heredarán la tierra (obtendrán su independencia y libertad), los que anhelan la justicia se verán saciados. En estas obras se manifestará el verdadero rostro de Dios; a éste se le llama Padre de los discípulos, porque las obras que ellos hacen en favor de los hombres son reflejo de las de Dios.
   Frente al concepto de Dios legislador y legalista propuesto por la institución judía, son las obras el criterio que permite conocer dónde se encuentra el verdadero Dios y las que acreditan, por tanto, el mensaje de Jesús.
  Es de notar que, según Mateo, esta clase de obras es propia de la comunidad cristiana y de cada uno de sus miembros. De hecho, cuando Jesús confía la misión universal a los discípulos, toda la tarea de éstos respecto a los prosélitos de todas las naciones no es la transmisión de una doctrina, sino la educación en una praxis: «enseñadles a guardar todo lo que yo os mandé», con referencia a las bienaventuranzas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.