domingo, 28 de diciembre de 2014

LOS QUE TRABAJAN POR LA PAZ

DICHOSOS LOS QUE TRABAJAN POR LA PAZ
 PORQUE A ESOS LOS VA A LLAMAR DIOS HIJOS SUYOS
 
Esta reúne las dos anteriores, pero aquí lo que hay que entender es el concep­to de "paz", que hay que interpretarlo según el mundo de ideas hebreo. La "paz" no es solamente lo que nosotros llamamos que no haya guerra. La paz significa la prosperidad, las buenas relaciones humanas, el derecho y la justicia. Es decir, la felicidad del hombre. No solamente que haya dos reconciliados. Por supuesto, eso entra, pero entra sobre todo el concepto de prosperidad, tranquilidad, excelente relación humana, hermandad, derecho y justicia. Es la felicidad. Es "dichosos los que trabajan por la felicidad de los hombres".
 "Porque a ésos los llamará Dios hijos suyos". ¿Por qué? Porque hijo es el que se porta como su padre. En el lenguaje éste de los evangelios, hijo no es solamente el que nace de uno, sino el que se parece a su padre, el que se porta como su padre. Ese es el hijo. El que no se porta como su padre no es hijo, aunque haya nacido de él. Cuando Jesús va a Nazaret, a su tierra, en el evangelio de Lucas, todo el mundo creía que era hijo de José, naturalmente, y cuando Jesús habla allí y pone esta profecía de Isaías (precisamente el texto en que se inspira Mateo): "El espíritu del Señor está sobre mí y he venido para consolar a los que sufren, para anunciar la Buena Noticia a los pobres y para anunciar el año de gracia del Señor...", y omite el versito siguiente, que completaba y que estaba escrito allí, en el mismo renglón y que dice "...y el día del desquite ‑de la revancha‑ del Señor": eso lo dice el profeta porque tiene aún esa idea de que Dios es vengativo, pero Jesús no lo dice, porque Dios no es vengativo. Se equivocaba el profeta. Y, entonces, todo el mundo de su pueblo (que no es más que el símbolo de toda la nación judía) se indigna, porque ellos esperaban que Jesús, con aquella fama que traía detrás, se constituyera en el líder político, en el líder guerrero, para liberar a Israel de la dominación romana. Eso esperaban, "el día de la revancha". Estaban esperando la frase, pero Jesús no la menciona y, entonces, dicen: "Pero ¿no es este el hijo de José?", es decir, no se parece en nada a su padre. El no es hijo de José. Y en el evangelio de Marcos aún peor: 11 ¿No es este el hijo de María?" No le dan padre siquiera, ya que no se parece a él. Y esto es porque se sabe que la familia de Jesús llevaba el apellido de "Pantera": por eso se extrañan. Esto está atestiguado por documentos judíos y cristianos de los siglos 1 y 2.
 Por tanto, ser hijo es portarse como su padre. Por eso, Dios, a los que trabajaban por la felicidad del hombre, los va a llamar hijos suyos. Porque se portan como él. Todo el interés de Dios es la felicidad de los hombres y, a los que actúan así, los va a llamar hijos suyos. Y "llamarles" significa que lo son y que son reconocidos como tales, ya que "llamar", en este lenguaje griego‑semítico, significa ser algo y ser reconocido como tal. Por tanto, a estos va a llamarlos Dios hijos suyos pero, además, van a ser reconocidos como hijos de Dios, es decir, van a dar al mundo lo que es la imagen del verdadero Dios.
 Y así tenemos ya las seis bienaventuranzas que están intercaladas. Las tres primeras, las situaciones negativas que, reunidas en el hambre y sed de justicia, van a ser cambiadas. ¿Por qué? Porque ya hay una posibilidad, porque se ha creado una alternativa. Porque los hombres pueden optar, y no solamente porque pueden optar, sino porque, además, el efecto de la comunidad cristiana va a pasar más allá de las fronteras de la comunidad y la misma sociedad va a ir cambiando, porque existe ese grupo desde donde el amor de Dios puede irradiar.
 El otro grupo de tres: actitudes y actividad de la comunidad cristiana: 1º) prestar ayuda, sin miedo, porque recibirán ayuda; que es lo que dijo también el Señor "no os preocupéis por lo que vais a comer, etc."; vosotros, a procurar la justicia del Reinado de Dios que, por lo demás, ya el Padre se ocupará de vosotros; vosotros vais a ayudar y el Padre os va a dar ayuda; 2°) la disposición interior favorable a todo el mundo; sin segundas intenciones, sin zancadillas, sin rencores; la sencillez, la autenticidad, la sinceridad; esto se traduce en una conducta y va a tener como consecuencia o la presencia continua e inmediata de Dios en la comunidad, en los individuos; y 3°) la última es la suprema: el que trabaja por la felicidad de los hombres, en cualquier sentido que es, sobre todo, liberarlos de la injusticia, procurar la justicia y el derecho, la hermandad de los hombres, la solidaridad, el compartir, todo lo que sea bueno y cree una nueva relación humana de amor, ése se parece a Dios, porque se porta como se porta Dios y, por tanto, es y será reconocido como hijo de Dios.
(Juan J. Mateos)

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